Vera Anush Nazarian es Consejera de la Misión Permanente de Armenia ante las Naciones Unidas hace más de siete años y es fundadora y CEO de la fundación INICIAR for Global Action. Con una sensibilidad particular, se especializó en derechos de la mujer con un máster en derechos humanos, por la Universidad de Columbia, en la ciudad de Nueva York. Ha dedicado su vida a diversas causas, entre ellas, asistencia en comunidades vulnerables, la promoción y el desarrollo de los derechos de la mujer y trabajos humanitarios en Armenia y Argentina.
Una mujer de espíritu emprendedor, divide su vida entre Nueva York, Beirut, Montevideo y Buenos Aires, declarándose “ciudadana global”, por sus recurrentes viajes alrededor del mundo incluyendo, al menos una parada por año, en Armenia. Rompió moldes familiares e imposiciones sociales. Nació en Argentina, vive en los Estados Unidos hace más de 30 años y sus ojos verdes denotan un brillo especial cuando habla de la tierra de sus ancestros y afirma que “es un honor y un privilegio servir a Armenia, mi Madre Patria, mi nación”. Con un sentimiento de orgullo por sus raíces, Vera continúa, alrededor del mundo, el legado de sus padres Vera y Kevork Karaguezian, quienes fueron pilares fundamentales de la colectividad armenia de Argentina.
Luz en la oscuridad
Los Karaguezian eran una reconocida familia de textileros y terratenientes de Adana. Asadur Karaguezian, abuelo de Vera, era hijo del segundo matrimonio de Kevork Karaguezian. Durante la campaña de exterminio de los armenios en el Imperio Otomano, él y sus dos hijos mayores, fruto de su primer matrimonio, fueron decapitados en la plaza pública en Adana en 1915.
En este contexto de desolación y muerte, también hubo personas que se convirtieron en héroes, salvándole la vida a miles de armenios. Asadur tenía unos 20 años durante las masacres y gracias a la valentía de su vecino permaneció con vida. “Un vecino turco lo escondió en su casa y, luego, otro vecino lo delató. Este hombre se vio obligado a pedirle a mi abuelo que se vaya, si no, toda su familia corría peligro”, recuerda Vera. Las tres medias hermanas de Asadur, hijas del tercer matrimonio de Kevork; Lusaper, Mariam y Ester Karaguezian fueron rescatadas por las misiones humanitarias norteamericanas. “Este año me enteré de que había un hermano más, un bebé llamado Panos. Estaba en brazos de su madre cuando lo asesinaron”, cuenta Vera con tristeza en sus ojos.
Durante estos tiempos confusos, Asadur se casó con Haiganush Simsiroglu, una joven armenia, también de Adana. “Mi abuela volvía del colegio, tenía 16 años y la familia le dijo que lo mejor sería casarse para que no se quede sola y pueda escapar”, cuenta Vera. Así, el joven matrimonio huyó hacia Estambul, en busca de un lugar más seguro. Una vez a salvo, Asadur continuó el negocio familiar textil en Estambul y se agrandó la familia. Karaguezian nunca olvidó la valentía de su vecino turco y le demostró su gratitud: “Por mucho tiempo, mi abuelo le envió bienes textiles en agradecimiento por lo que hizo. Pero lo último que le mandó, vino de vuelta. Nunca supimos qué pasó”, cuenta Vera.
Vera Anush junto con sus padres, Vera y Kevork Karaguezian |
Asadur y Haiganush le dieron la mejor educación a sus cuatro hijos. Todos ellos estudiaron en colegios internacionales y sabían hablar varios idiomas. Kevork Karaguezian, padre de Vera, recibió educación alemana y estudió ingeniería textil en Alemania. Librada la Segunda Guerra Mundial, volvió a Estambul, donde tuvo que hacer el servicio miliar.
“Mi padre estuvo en la caballería y como sabía idiomas, hizo trabajo de escritorio; le hacía traducciones a un coronel. Siempre comentaba que sus camaradas decían que si Alemania ganaba, Turquía iba a aniquilar a los armenios, griegos y judíos”, recuerda Vera con tristeza en su voz.
Partir de nuevo
Años más tarde, los Karaguezian decidieron dejar Estambul. “Mi abuelo dijo 'vamos a ir a un país sin mezquitas'”, recuerda Vera. Así fue que en 1950 llegaron a Buenos Aires. Kevork se quedó en Turquía para cerrar los negocios familiares. “En ese momento mis padres se conocieron y mi padre le propuso matrimonio a mi madre. Le explicó que tenía que ir a la Argentina y le prometió volver una vez establecido. Mi madre le dijo ‘si te vas, no vuelvas’ y así fue que en 30 días se comprometieron y se casaron”, se ríe Vera.
Vera Kuyumciyan era una bella joven perteneciente a una de las familias tradicionales de Estambul. Eran textileros y era tradición que en su casa de “Mets Kghzi” (Buyukada) se alojara el Patriarca Armenio de Constantinopla. “Para la familia de mi mamá la iglesia era importantísima. Mi mamá y sus hermanos sabían todos los sharagans de memoria”, cuenta Vera.
La fecha que recuerda todo el mundo para conmemorar el Genocidio Armenio es el 24 de abril, ya que en Estambul, los intelectuales y líderes armenios fueron arrestados. Entre ellos, se encontraba Scon Dermendjian, tío materno de Vera Kuyumciyan. “Luego lo liberaron porque supongo que, al ser farmacéutico, sabía preparar el remedio para uno de los jerarcas turcos”, dice Vera.
Familia Kuyoumciyan: sentados: Shake y Kerope Kuyumciyan (abuelos de Vera Anush); de pie, de izq. a der: Silva, Garo y Vera |
Dos gotas de agua
En Argentina la familia continuó el negocio textil. Kevork Karaguezian compró una propiedad en la localidad bonaerense de San Martín, que luego sería la primera fábrica de la reconocida empresa Karatex. “Antes de instalar la fábrica, mi padre quiso darle algo a los vecinos del lugar. Él puso agua potable para el barrio. Mi padre decía ‘si no le doy algo a esta comunidad, no puedo hacer nada’ y tenía mucha razón. Mis padres eran muy humanitarios”, se emociona Vera.
Pasaron más de 60 años de este suceso y las vueltas de la vida pusieron a Vera en el mismo sendero. “Es increíble como se cierra el círculo, porque con la Fundación Iniciar hace tiempo estamos trabajando la temática del agua y su importancia en lugares vulnerables. Cuando me di cuenta de esta relación, me emocioné mucho”.
Vera Anush en una escuela rural en El Impenetrable, Chaco, Argentina, en el marco del programa asistencial de su fundación, INICIAR for Global Action. |
La familia se había instalado en Vicente López, provincia de Buenos Aires y desde su llegada se enamoraron del país.
“Mis padres eran inmigrantes que adoptaron y quisieron a la Argentina como propia. Mi madre llenaba el balcón de banderas argentinas en las fiestas patrias, las ponía en todos lados. Fue también una forma de gratitud y así nos criaron”.
Surp Kevork
Amar a la Argentina no significó olvidarse de sus raíces. La familia Karaguezian siempre contaba los trágicos momentos que habían vivido y permanentemente recordaban sus tierras. Asadur, abuelo de Vera, compró un terreno en Vicente López para construir una iglesia en memoria de su padre, Kevork. “Como él no quería que fuese propiedad de una familia, convocó a la comunidad para erigirla juntos. Siempre hacían galas y eventos para juntar dinero. Todas las familias participaron”, recuerda Vera. La piedra fundamental se colocó en 1965 y en 1968 SS Vazken I, Patriarca Supremo de los Armenios, llegó al país para celebrar la apertura de la Iglesia Surp Kevork.
Vera Anush y su esposo, Levon Nazarian |
Pero esta no fue la única iglesia que construyó la familia. Los Karaguezian apoyaron, permanentemente, a la Santa Sede de Etchmiatzin, ayudaron al mantenimiento de varias iglesias y también a restaurar la iglesia “Yot Verq” de Gyumrí. El trabajo humanitario que comenzaron Kevork y Vera Karaguezian en Armenia sigue materializándose a través de su hija: “Siempre dije que si pudiese hacer la cuarta parte de lo que mis padres hicieron, estaría satisfecha. Los admiro mucho”, dice Vera. Actualmente, ella continúa trabajando con varios proyectos en Armenia, incluyendo el apoyo a la construcción de dormitorios para la universidad de Karabakh, iniciativa de su esposo, Levon Nazarian, Arthur y Tamar Nazarian.
Sin dudas, Vera Anush no sólo heredó el nombre, la elegancia y la belleza de su madre, sino que continúa el legado de sus padres en la Argentina y en el mundo.
La historia fue verificada por el Equipo de Investigación de 100 LIVES.