Fe verdadera

Fe verdadera

Por Mark Grigoryan

En estos últimos tiempos, los armenios se han puesto en marcha: el país está organizando cada vez más eventos encaminados a construir el futuro y enfocados en la fe, el amor, la paz y la prosperidad. Además de una serie de eventos oficiales dedicados al Centenario del Genocidio Armenio en 2015, Ereván organizó un concierto muy enérgico de System of a Down, que causó una gran impresión en jóvenes y adultos por igual. Exactamente un año más tarde, tuvo lugar la Ceremonia Inaugural del Premio Aurora en la capital y Marguerite Barankitse se convirtió en la primera galardonada. Y en estos momentos, hay una visita nueva y emocionante, esta vez es el Papa Francisco.

No es la primera vez que Armenia tiene el honor de recibir al Papa. En 2001, Juan Pablo II también vino a Ereván, pero su edad avanzada y su frágil salud, agravada por el viaje, le impidieron llegar a Gyumrí, donde estaba todo preparado para la Misa. Afortunadamente, el Papa Francisco sí llegó a Gyumri, lugar donde celebró una liturgia. Pero para mí, el momento más emotivo de la visita del Papa a Armenia fue la oración conjunta por la paz que dirigió el sábado, 25 de junio, en la Plaza de la República de Ereván, junto con el Catholicós de Todos los Armenios, Karekin II. 

El escenario, desde el cual el Patriarca de la Iglesia Apostólica Armenia y el Papa ofrecieron sus oraciones, estaba ubicado exactamente en el mismo sitio donde, hasta 1991, había un monumento de Vladimir Lenin. Guardias de seguridad hablando en varios idiomas y camarógrafos de canales de televisión internacionales rodeaban el escenario.

Mientras yo contemplaba la plaza, atravesada por la alfombra roja, recordé a mi abuelo, el arquitecto Mark Grigoryan, quien fue el responsable de darle a la plaza su aspecto actual. Mi abuelo solía comparar sus proporciones con la Plaza San Pedro, en Roma y pensé que esa semejanza no se le escaparía al Papa. Me interesaría mucho saber cuál fue su impresión.

¿Han notado que la presencia de un gran hombre cambia el ambiente que lo rodea? Cuando Martiros Saryan ingresó a las salas de su museo, el lugar de repente pareció llenarse de gente. Él ocupaba todo el espacio con la grandeza de su talento. 

Tan pronto como el Papa apareció en la plaza, un silencio resonante se apoderó del lugar. El Papa, con sus 80 años de edad, parecía visiblemente cansado en su caminar. Bendijo a los presentes con un movimiento, casi mecánico, de su mano derecha, mientras miraba los miles de rostros exultantes que veía por primera y, probablemente, por última vez. 

Subió las escaleras del escenario con la incertidumbre propia de alguien que siente dolor en las rodillas. Se sentó y quedó inmóvil, como si estuviera recuperando sus fuerzas. La multitud contuvo el aliento. Nadie se atrevía a romper el silencio. El Papa Francisco se acercó entonces a un pequeño púlpito y comenzó su homilía. Habló en italiano y la traducción fue transmitida en pantallas gigantes instaladas alrededor de la plaza. 

Fue más que una homilía. Fueron reflexiones filosóficas sobre el pasado y el futuro, sobre la memoria y sus heridas, sobre el amor y el conflicto. Francisco no planteó interrogantes; por el contrario, los respondió conforme a los valores cristianos.

Su homilía no trataba de ideas abstractas. Abordaba temas muy específicos: las relaciones entre Armenia y Turquía, el conflicto de Nagorno-Karabaj y la misma Armenia. Nadie esperaba que fuera tan específico, pero los detalles fueron sorprendentemente acertados para la ocasión y mientras hablaba se hacía difícil imaginar que podría hablar de cualquier otra cosa.

“Hará bien a todos comprometerse para sentar las bases de un futuro que no se deje absorber por la fuerza engañosa de la venganza; un futuro de constante esfuerzo para crear las condiciones para la paz: trabajo digno para todos, el cuidado de los más necesitados y la lucha, sin tregua, para erradicar la corrupción”, exclamó el Papa, a lo cual las personas congregadas en la Plaza de la República respondieron con una ovación. Siguiendo a la gente, los miembros del gobierno y del parlamento también comenzaron a aplaudir.  

Mientras hablaba de la necesidad de construir nuevas relaciones con Turquía, basadas en el respeto mutuo y la paz, el Papa citó a pensadores medievales armenios, entre ellos Nerses IV, el Compasivo, quien estaba convencido de que solamente la misericordia puede sanar las heridas del pasado. El Papa también mencionó a San Gregorio de Narek, el teólogo y poeta del siglo X, quien fue proclamado por la Iglesia Católica como Doctor de la Iglesia (en toda la historia de la humanidad hubo sólo 36). El Papa Francisco expresó que San Gregorio también podría considerarse como un “doctor de la paz” y que su Libro de las Lamentaciones era la “constitución espiritual del pueblo armenio”.

El Papa pronunció citas completas de algunos de los pasajes más importantes del libro: “Recuérdate, [Señor,] de los que en la estirpe humana son nuestros enemigos, pero por el bien de ellos: concede a ellos perdón y misericordia. […] No extermines a los que me muerden, transfórmalos; extirpa la viciosa conducta terrena y planta la buena en mí y en ellos” (Libro de las Lamentaciones, 83, 1-2). Francisco también citó el Evangelio de San Mateo: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5^9).

La traducción de la homilía que aparecía en las pantallas no siempre era legible, pero la esencia del discurso, no obstante, fue clara, tan clara como la enorme carga positiva que emanaba del hombre mayor, vestido de blanco, que estaba parado en el escenario.

Cuando después de la ceremonia, el Papa se acercó a un grupo de personas en sillas de ruedas y besó a cada una de ellas, incluso yo, un hombre poco sentimental, no pude contener las lágrimas. Me di cuenta, por supuesto, que los llevaron allí para la fotografía, pero vi cómo la felicidad les iluminaba los rostros. Fue un momento muy especial y yo estaba feliz por esas personas, feliz junto a ellas.

Después de la homilía, la gente vio cómo el Papa atravesaba la plaza y subía a un coche modesto. “Miren el coche en el que anda”, dijo alguien que estaba a mi lado. “Otros sacerdotes andan en Bentleys”.

Camino a casa, me encontré con un amigo, que también es sacerdote. “Nunca vi a nadie con tal expresión en su rostro como las personas que regresaban de la Plaza”, exclamó él. “Habían experimentado la verdadera fe, una fe que se habían cansado de esperar”.

 

                                        Papa Francisco en Gyumri, el 25 de junio de 2016

Fotos: PAN Photo