Nasrin Sotoudeh es una abogada y defensora de derechos humanos de Irán que ha defendido a activistas de la oposición y presos políticos en el país durante veinte años, muchas veces, poniendo en riesgo su propia libertad y bienestar. La familia de Nasrin también ha pagado un gran costo personal por su valiente trabajo y ella misma ha sido encarcelada varias veces, incluso en régimen de aislamiento. Desde 2018, se ha enfrentado a nueve cargos y ha sido condenada a un total combinado de 38 años de prisión y 148 latigazos. A pesar de todo, esta mujer comprometida, valiente y compasiva sigue inquebrantable en su búsqueda de llevar la paz y la justicia al pueblo de Irán y hacerlo al pie de la letra de la ley.
Nasrin Sotoudeh nació en 1963 en Langarud, Irán y recibió una educación de alta calidad. “El colegio al que asistí era una magnífica escuela nacional para niñas. La mayoría de nuestros maestros eran en realidad profesores universitarios que no sólo nos enseñaban química, física, matemáticas, etc., sino que compartían lecciones de vida muy profundas y también proporcionaban una base para la educación ética”, explica Nasrin.
Cuando estalló la Revolución Islámica, ella tenía sólo dieciséis años. Como todos los habitantes del país, Nasrin y sus amigos estaban preocupados por las cuestiones sociales y políticas provocadas por el advenimiento de la revolución. Lamentablemente, sus peores temores resultaron ser ciertos. “Mientras rendíamos nuestros exámenes finales, la conversación sobre el hijab obligatorio se intensificaba y todos estábamos bastante preocupados. Me encontraba en el patio de la escuela cuando una de las chicas entró y dijo: ‘Se acabó. A partir del año que viene, todos los profesores tendrán que llevar velo obligatorio’. Recuerdo claramente esa escena”, cuenta Nasrin. Hasta el día de hoy, ese recuerdo es uno de los momentos más dolorosos de su vida. “Me acuerdo de haberme preguntado: ‘¿Cuándo podremos salir de esta presión?’”
Después de obtener su título universitario, Nasrin trabajó en una revista llamada “A Gate to Dialogue” y a través de ella conoció a un círculo de mujeres activistas en Irán: personas como Parvaneh Forouhar, Shirin Ebadi, Mehrangiz Kar y muchas más. “La mayoría de los artículos que escribí en ese momento trataban sobre algunos acontecimientos actuales, como lo que se conoció como los casos de ‘asesinatos en cadena’ (una serie de asesinatos de intelectuales disidentes iraníes autorizados por el gobierno en 1988-1998). Como parte de ese trabajo, entrevisté a luminarias jurídicas”, dice Nasrin. Sus historias la inspiraron a hacer aún más y decidió cambiar de carrera. En 2003, Nasrin Sotoudeh obtuvo su licencia y empezó a trabajar como abogada.
“Para mí, la transición no fue repentina. No sucedió de la noche a la mañana. Las cuestiones de los derechos de las mujeres, los derechos de los niños, los derechos de los presos políticos, el proceso judicial, los juicios, el procedimiento: todas estas fueron cuestiones que he experimentado muy de cerca”, señala Nasrin. “Pensé y creí que una vez que ingresara a la profesión jurídica como abogada, podría marcar una diferencia en el núcleo mismo de la sociedad al asumir mi parte de esa responsabilidad”.
En su nuevo rol, Nasrin rápidamente se convirtió en la voz de aquellas personas que estaban atrapadas en las garras despiadadas del sistema legal iraní cuyo propósito, al parecer, no se centra tanto en impartir justicia sino en castigar a quienes son vistos como una amenaza para el Estado y en enviar una terrible advertencia para los activistas de la oposición que puedan desviarse demasiado del rumbo oficial. Impulsada por su agudo sentido de compasión, Sotoudeh defendió a presos de conciencia, activistas por los derechos de las mujeres y representantes de minorías étnicas y religiosas como los bahá'ís y los kurdos. “Toda esta injusticia constante y palpitante realmente me preocupaba y me molestaba”, dice la abogada.
Muchas veces, sus clientes han sido acusados de “difundir propaganda contra el sistema y conspirar para actuar contra la seguridad nacional” y no pasó mucho tiempo para que Sotoudeh enfrentara acusaciones similares. En 2010, fue detenida en la infame prisión de Evin, donde fue sometida al régimen de aislamiento. Este encarcelamiento injusto la alejó de su esposo, Reza Khandan, y de sus dos hijos pequeños, a quienes también se les prohibió ir a visitarla durante mucho tiempo. Preocupada de que las condiciones carcelarias le quitaran todo el amor y la bondad, Nasrin escribía con frecuencia cartas a su familia, asegurándoles su afecto y revivía recuerdos felices. Al mismo tiempo, inició una huelga de hambre para protestar por este trato inhumano.
Encarcelar a opositores al régimen para asustarlos y obligarlos a rendirse no es nada nuevo. Esta táctica es utilizada por muchos gobiernos opresivos, pero su eficacia depende enteramente de la reacción de los perseguidos. En este caso, ha resultado contraproducente. Atravesar esta dolorosa experiencia ha hecho que Nasrin Sotoudeh esté aún más decidida a continuar su lucha. “Cuando estuve en régimen de aislamiento, repasé los casos que había tomado y me di cuenta de que, de hecho, había marcado la diferencia, ya sea en términos de exonerar a mis clientes o en términos de reducir la duración de sus sentencias. En otro sentido, es bastante bueno no saber cuánta diferencia has marcado, porque eso te incita a esforzarte aún más para marcar una diferencia mayor”, señala la activista. En 2013, después de una protesta mundial, finalmente fue liberada.
Nasrin también ha vivido amargas decepciones derivadas de la realidad de enfrentar un sistema manipulado en su contra. Durante un juicio en el que defendía a Shirin Ebadi, se sintió tan frustrada por las afirmaciones infundadas del abogado de la contraparte que abandonó el tribunal. “Los abogados de derechos humanos siempre se preguntan: ‘¿Qué sentido tiene la ley cuando el propio tribunal la infringe de manera tan flagrante? ¿Qué sentido tiene, incluso, comparecer ante los tribunales, especialmente en los Tribunales Revolucionarios de Irán, donde los fallos son a menudo arbitrarios e incluso discriminatorios?´ Muchos abogados dirían: ´Deberíamos boicotear los tribunales. Al asistir, de alguna manera les otorgamos legitimidad´. Esa, por supuesto, no es mi perspectiva. Quiero defender a mis clientes”, explica Nasrin. “Hemos tenido muchos casos en los que, a pesar de su voluntad, a pesar de sus propias inclinaciones, los jueces se han visto obligados a conceder derechos que de otro modo no otorgarían. Hemos logrado nuestros objetivos. Hemos obtenido triunfos. Hemos forzado el cambio, incluso en las circunstancias más difíciles”.
Por ardua que sea su lucha, la esperanza, la inspiración y el consuelo se encuentran en las fuentes más improbables. Nunca nada es en vano, cree Nasrin. “La resistencia democrática y los valores de la sociedad civil siempre dan resultados a largo plazo. Los gobiernos y los estados pueden ser dictatoriales y autocráticos y pueden tener todo tipo de ejércitos, armas y otras cosas a su disposición, pero hemos visto incluso figuras como Hitler colapsar y fracasar debido a la resistencia y la voluntad colectiva de la humanidad. Saco fuerzas de todas estas experiencias”.
En 2018 y 2019, Nasrin Sotoudeh fue juzgada nuevamente y sentenciada en ausencia por múltiples “delitos” contra el régimen, incluso, defender a su clienta conocida como la Chica de la Calle Revolución. En diciembre de 2017, esta mujer, cuyo nombre no se ha revelado, se quitó y agitó su hiyab mientras se encontraba en una de las calles más concurridas de Teherán. Este acto desafiante inspiró una serie de protestas similares. Posteriormente, también se reflejó en el movimiento Mahsa Amini 2022, que lleva el nombre de una joven que murió en circunstancias sospechosas tras ser detenida por la policía moral por supuestamente no llevar correctamente su hijab.
Nasrin defendió a la Chica de la Calle Revolución ante el tribunal, lo que más tarde condujo a su propia condena. Aunque su sentencia inicial finalmente fue acortada, se supone que todavía deberá pasar 10 años en prisión. La activista cumplió 3,5 años de condena antes de que se le concediera un permiso médico. Sus huelgas de hambre habían causado estragos en su salud, especialmente en su corazón y tuvo que someterse a una angioplastia. Actualmente, se encuentra en casa con su familia, pero su libertad sigue gravemente restringida. Las autoridades han bloqueado su cuenta bancaria y la de su marido. Reza también tiene una pena de prisión de 5 años que puede entrar en vigor en cualquier momento. Además, ambos tienen prohibido salir del país. Todo esto y la amenaza de ser llamada nuevamente a prisión en cualquier momento, suponen una pesada carga para la activista.
Sin embargo, incluso ante la oscuridad que se acerca, ella es optimista. Una de las buenas noticias que ha tenido recientemente es que su hija Mehraveh, a quien anteriormente se le había prohibido viajar al extranjero como forma de presionar a su madre activista, finalmente pudo salir de Irán. En agosto de 2023 viajó a Holanda donde estudiará arte. “Mira, nuestras vidas no son sólo una historia de aflicción y tristeza. Todavía hay ocasiones para la alegría y la celebración”, afirma Nasrin.
¿Tiene alguna duda sobre el camino elegido? “Nunca me arrepentí y, hasta el día de hoy, eso me encanta. Me encanta el hecho de que he tomado esas decisiones. Cuando trabajo sé que los beneficiarios de mi labor no sólo serán mis propios hijos, sino que realmente es para todos los niños”, explica la abogada. “Creo que todos sabemos que la condición humana es tal que todos los hilos de nuestra vida están enredados, conectados entre sí. La base de cualquier trabajo que uno haga es esta conciencia de la naturaleza conectada de la humanidad”.
La foto superior fue proporcionada por el Centro Raoul Wallenberg de Derechos Humanos.