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Ara Güler

Ara Güler

El lugar de encuentro es siempre el mismo. Se trata del café Ara en el corazón de Estambul. Mientras el dueño recorre las mesas, hasta los clientes más asiduos permanecen en silencio contemplando su figura legendaria. Ara Güler es uno de los fotógrafos documentalistas más ilustres del siglo XX y fue el fundador del fotoperiodismo en Turquía. Su legado fotográfico comprende más de dos millones de historias contadas. 

Muchos alrededor del mundo vieron por primera vez a Winston Churchill, María Callas y Yasser Arafat a través del lente de Güler. “La primera fotografía de Arafat publicada en la revista Time fue mía”, cuenta Güler. “Primero me hacía amigo de ellos y sólo entonces comenzaba el reportaje. Si quería hacer una historia sobre usted, yo no se lo decía. Debíamos hacernos amigos antes”.

Entre los rostros retratados por Ara Güler se encuentran Pablo Picasso, Salvador Dalí, Indira Gandhi, Marc Chagall, Alfred Hitchcock y Aram Khachaturian.

Sin embargo, Güler es más conocido por sus verdaderas obras maestras: las imágenes de Estambul que reflejan la vida cotidiana de sus habitantes. “Muchos fotógrafos reproducen una imagen. Pero uno tiene que mostrar el movimiento, la vida”, expresa Güler.    

“Nací en Estambul, el 16 de agosto de 1928, a las 16:30”, así comienza Güler a relatar su historia de vida. Sus orígenes se remontan a Shabin-Karahisar (Şebinkarahisar en el noreste de Turquía). Su padre, Dajad Derderian (nacido en 1896) partió del pueblo con destino a Estambul a la edad de seis años. Dajad asistió a la escuela Tarkmanchats del barrio Ortaköy de la ciudad y cantaba en el coro Kousan creado por Komitás. En 1934, se aprobó una ley que les exigía a los ciudadanos “turquificar” sus apellidos. Dajad Derderian se convirtió así en Dajad Güler, apellido que en turco significa “rosas”.    

Todos los parientes de Dajad en Shabin-Karahisar murieron en el Genocidio Armenio en 1915. “No quedó nadie de la familia de mi padre. Se fueron todos. Todos fueron asesinados. Asesinados. ¿Lo comprende?”, pregunta Güler.

Dajad se instaló en Constantinopla. Estudió farmacología y abrió su propia farmacia.

                                         Dajad y Ara Güler en su casamiento

Verjin, la madre de Güler, nació en el seno de la familia Shahian, una familia armenia pudiente de Egipto. El padre de Verjin era dueño de un negocio de reparación de barcos en Constantinopla. La familia pasaba los inviernos en Egipto y los veranos en Constantinopla. Así fue que Verjin conoció a su futuro esposo. Ara fue el único hijo de la pareja. Una criada llamada Aghavni se ocupó de su crianza.     

“Un cierto día mi padre me dijo: ‘Hijo mío, has viajado por todo el mundo, pero aún no has visitado nuestro pueblo.’ Entonces decidimos ir a Shabin-Karahisar. Lo recorrimos de lado a lado. Mi padre buscaba la casa de su familia, pero nunca la encontró porque fue destruida. Fuimos al cementerio, sólo para darnos cuenta de que también lo habían demolido”, recuerda Güler. 

 

En el camino de regreso, Dajad se dio cuenta de que se había olvidado de visitar algo; los cultivos de fruta del pueblo. “Ya habíamos hecho 200 kilómetros. Si volvíamos, habríamos perdido todo el día. Por eso le dije, ‘Vendremos otra vez’. Y así fue que regresamos a Constantinopla”, recuerda el fotógrafo.  

                                                   Ara Güler junto a su niñera, Aghavni

Pero unos meses más tarde, Dajad se enfermó y murió de un ataque cardíaco. Unas horas antes de su funeral alguien golpeó la puerta. Eran dos hombres que buscaban a Dajad Güler. “Yo les dije: ‘Falleció y estamos yendo a su entierro. Vengan con nosotros’. Dijeron que eran de Shabin-Karahisar y que habían traído algo para Dajad. Era fruta, ¿qué más podía ser? Habían traído una caja de frutas del pueblo. Puse la fruta en unas bolsas y partimos hacia el cementerio. Después de la ceremonia, le conté al sacerdote lo sucedido y me dijo que dejara la fruta junto al cuerpo. Mi padre partió de este mundo con frutas de su pueblo”, recuerda Güler.    

“El ojo de Estambul"

Ara Güler asistió a la escuela Mekhitarista de Estambul y continuó sus estudios en la escuela secundaria Getronagan. Al mismo tiempo, se anotó en clases de actuación en la Compañía Teatral  Muhsin Ertuğrul. “Mi padre era amigo de todas las personalidades del teatro y del cine. Yo crecí en el teatro. Quería convertirme en guionista. Si lo hubiera hecho, hoy sería guionista. En lugar de eso, me convertí en uno de los periodistas más influyentes del mundo”, cuenta Güler con satisfacción.   

 

                                                   Ara Güler junto a Salvador Dalí

Cuando terminó la secundaria, Ara se inscribió en la Universidad de Estambul para estudiar economía conforme a la voluntad de su padre. “Mi padre era propietario de una farmacia grande, donde tenía 15 empleados. Él quería que yo trabajara ahí”, recuerda Ara.

Mientras estaba en la universidad, Güler desarrolló un especial interés por la fotografía. En 1950, comenzó a trabajar para la revista Yeni Istanbul (Nuevo Estambul). En 1958, cuando la influyente revista Time-Life abrió una sucursal en Turquía, Güler se convirtió en el primer corresponsal del Cercano Oriente. También trabajó para las publicaciones Paris Match y Der Stern. En 1953, formó parte de la agencia de fotografía Magnum de París. En 1961, la Antología Anual de Fotografía Británica reconoció a Güler como uno de los siete mejores fotógrafos del mundo. Ese mismo año se convirtió en miembro de la Sociedad Estadounidense de Fotógrafos.

Güler viajó y trabajó en todos los continentes. Como periodista, fotografió las guerras de Mindanao y Eritrea. Visitó Armenia en varias oportunidades. “También estuve allí en la época soviética. Fotografié todas las iglesias de Armenia. Fue muy importante para mí”, sostiene.  

                                                   Ara Güler junto a Indira Ghandi

El trabajo de Ara Güler fue publicado en una veintena de revistas y libros destacados y fue reconocido con numerosos premios. Sus exposiciones recorrieron el mundo. Muchos de sus libros han sido continuamente reeditados. “Si no fuese por esas fotos, nadie reconocería Estambul. Nadie fotografiaba Estambul, excepto por las tomas sacadas por un par de soldados de Francia y Alemania durante la ocupación. Pero carecían de valor”, sostiene. Ahora, con sus casi 90 años, Güler está convencido de que los verdaderos periodistas son los fotoperiodistas. Pero nunca abrió una galería de arte porque “un periodista no tiene tiempo para esas cosas”.     

 

La historia fue verificada por el Equipo de Investigación de 100 LIVES.