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Karen Jeppe

Karen Jeppe

Karen Jeppe nació en Dinamarca a fines del siglo XIX en el seno de una familia de clase media. Criada por un profesor de escuela y su esposa, disfrutó de una infancia sin complicaciones, en una tranquila parroquia rural llamada Gylling. 
 

Pocos podrían predecir que un día la bonita niña rubia jugaría un papel fundamental en la salvación de una nación. 

Karen Jeppe es una mujer legendaria, tanto en la Diáspora Armenia como en la propia nación armenia.

Ella, directa o indirectamente, es responsable de la supervivencia de miles de armenios que, de otro modo, habrían muerto durante el Genocidio. Pocos individuos han contribuido tanto en términos humanitarios y Karen Jeppe es una de ellos.

Karen Jeppe tenía 13 años cuando fue enviada por su padre alemán a su tierra natal para aprender el idioma con su familia. Aprendió al cabo de un año; indicador de  habilidades lingüísticas que significaría su eventual fluidez en seis idiomas.

A su regreso de Alemania, Karen fue enviada a un colegio de internos en Copenhague. Una tarde, el director de la escuela leyó en voz alta un artículo periodístico escrito por el misionero Aage Meyer Benedictsen. Benedictsen había escrito sobre los pogroms de 1896, instigados por los turcos contra los armenios.

Un año más tarde, en 1903, a pesar de la oposición inicial de su padre, ella viajó a Urfa, actualmente cerca de la frontera con Siria, para unirse a la Misión Alemana.

 

 

Le llevo tan sólo un año aprender armenio, árabe y turco. De niña había aprendido idiomas con una velocidad excepcional usando un método especial de imágenes y sonidos. Enseñó a sus jóvenes pupilos de la misma manera y redujo en dos tercios el tiempo que tomaron para aprender un segundo idioma. Su reputación para la enseñanza y un talento formidable para la organización crecía día tras día.

En 1908 regresó a su casa para dar conferencias, pero nuevos horrores se desataron en Cilicia, ahora la región Çukurova, en Turquía. Unos 20.000 a 30.000 armenios habían sido asesinados. Karen Jeppe volvió. Una tensa calma se estableció en el Imperio Otomano.

Luego las matanzas comenzaron de nuevo. 

Karen Jeppe remó contra la corriente. 

Ella organizó la comida y el agua para las caravanas de armenios desesperados, expulsados a través de Urfa, en su camino a las tumbas en el desierto de Siria. A pesar de la carnicería que se había desatado, ella se quedó ayudando a miles de personas a escapar, disfrazándolos de kurdos y árabes. Para 1917, ella ya había escondido  armenios en su sótano durante casi dos años. Enferma y a punto de un colapso nervioso, regresó a Dinamarca.

En 1921 Karen volvió a Alepo, respaldada por la Liga de las Naciones, para localizar a las niñas armenias que habían sido objeto de trata y esclavas durante el Genocidio. Entre 1922 y 1923 se establecieron estaciones de búsqueda y rescate en Alepo. Con el dinero que recaudó en Europa, pudo volver a comprar a muchas mujeres y niños de sus propietarios árabes. Trágicamente, algunos árabes se negaron a vender a los bebés y las madres optaron por permanecer con sus captores.

En total, Karen Jeppe fue responsable de la liberación de unas 2000 mujeres de la esclavitud. 

 

La relación con un árabe beduino resultó una bendición.

Hashim Pasha era dueño de una extensión de tierra al este de la región del Éufrates. Karen Jeppe empacó su pequeña carpa y fue a su encuentro. Sorprendentemente, una mujer danesa determinada y un árabe beduino dispuestos a ignorar los prejuicios tribales llegaron a un acuerdo basado en la calidez y el respeto mutuos. Karen Jeppe salió de la reunión con suficiente tierra agrícola para ayudar a 30 familias.

Este hecho se convirtió en un tiempo de paz y felicidad. Los pilotos de la fuerza aérea francesa, que regularmente sobrevolaban el área, agitaban sus alas, al volar por encima.

Luego, en 1935, tuvo que salir de su Casa Blanca del asentamiento. Allí había sufrido uno de los brotes regulares de la malaria. Este fue mucho peor que los anteriores. Fue trasladada a un hospital en Alepo y poco después falleció.

Karen Jeppe vivió tan sólo 59 años. Su vida fue corta pero sus logros fueron grandes. 

Ella dejó un legado para la gente que amaba: tierra, vida y un futuro.   

Seis de sus pequeñas aldeas permanecen. 

Las imágenes son cortesía del Museo Instituto del Genocidio Armenio y de 100 LIVES.

La historia fue verificada por el Equipo de Investigación de 100 LIVES.