Al remontarnos a los comienzos de lo que hoy es la próspera comunidad armenia de la Argentina, hay varios nombres que mencionar. Uno de ellos es, sin duda, Don Jorge Sarafian. Un hombre que luchó desde chico, amó su patria y dejó su legado. Su incansable labor por la Madre Patria y por transmitir su cultura es un ejemplo e inspira a muchos. Aquí presentamos un breve recorrido por su vida y por su obra.
A lo largo de la historia, Urfa también recibió el nombre de Urhai, Edessa, Hetesia y, actualmente es Sanliurfa, en Turquía. Se trata de una antiquísima ciudad a unos pocos kilómetros del río Eufrates, actual Turquía.
En enero de 1911, nació allí Jorge Sarafian, en el seno de una familia armenia tradicional de grandes joyeros y orfebres. Sus padres eran Harutiun Sarafian y Varter Saghatelian.A fines del siglo XIX, tuvieron lugar las primeras matanzas de los armenios organizadas por el Imperio Otomano. El punto de tensión máximo se dio en diciembre de 1895 cuando Saraf Boghos, dueño de la joyería y orfebrería, fue asesinado por un turco, quien había solicitado dinero a préstamo y Boghos se había negado. A partir de entonces, los armenios se lanzaron a las calles para atrapar al asesino y hacer justicia. Tras estos acontecimientos, el gobierno ordenó liberar las cárceles y arengó a las masas para vengar a su compatriota turco. En estos levantamientos, los armenios se agolparon buscando refugio en la iglesia Surp Astvatsatsin (Santa Virgen), con la seguridad de que los otomanos no atacarían lugares sagrados. No obstante, la turba enfurecida irrumpió en la iglesia, roció con combustible y, sin piedad, prendió fuego el lugar, donde murieron más de 2500 personas. Entre ellas, se encontraba gran parte de la familia Sarafian. Harutiun se salvó por estar al cuidado de una tía. La familia Saghatelian también sufrió las masacres. El abuelo de Varter, Saghatel, era Juez de la Región de Urfa y fue asesinado junto con todos los varones y sus propiedades fueron saqueadas. Con el advenimiento del régimen constitucional, la situación se apaciguó y convivieron allí armenios y otras minorías como árabes, griegos, judíos, bajo la dominación otomana. Harutiun, habiendo perdido todos sus bienes, se empleó como Administrador de la Comunidad Apostólica Armenia. Con el tiempo, con sacrificio y trabajo, él y su esposa se acomodaron y formaron su familia con sus hijos Rebeca, Boghos y Jorge.
Aprovechando la distracción del mundo entero con la Primera Guerra Mundial, el Estado turco puso en marcha su plan sistemático de aniquilación de los armenios. En junio de 1915, dieciocho notables de Urfa fueron apresados y llevados a Rakka (actualmente, Al-Raqqa, norte de Siria) por los gendarmes turcos. Entre ellos, Harutiun Sarafian, en su calidad de dirigente comunitario y Aghajan Der Bedrossian, otro notable de la ciudad. Varter y los familiares de los detenidos acamparon en los alrededores a la espera de noticias, hasta que una noche se escucharon disparos continuos de ametralladoras. Por la mañana, Jorge y otros niños fueron a la cárcel para preguntar por sus padres, pero sólo encontraron burlas de los gendarmes. Nunca más se supo de ellos. Comenzaron a reclutar, también, a los jóvenes en edad militar y, paulatinamente, a expulsar a los armenios hacia el desierto. Los ciudadanos el plan sistemático en marcha y, a diferencia de las otras ciudades,
los armenios de Urfa se organizaron y ofrecieron una heroica resistencia,
pero el ejército turco respondió con bombardeos al barrio armenio, dejándolo incendiado y en ruinas. Muy pocos se salvaron. Algunos se refugiaron en las aldeas cercanas, con familias árabes que ofrecieron esconderlos en sus casas y otros fueron protegidos por misioneros extranjeros que se encontraban en la ciudad.
El tío de Jorge, Daniel Saghatelian era terrateniente; poseía caballerizas y comerciaba con árabes. Al momento de las matanzas, él y su compañero se vistieron con túnicas y montados en sus caballos salieron de la ciudad. Fueron hacia el pueblo de sus socios árabes y se refugiaron entre ellos. Algunos meses más tarde, Daniel le propuso a Varter llevarlos consigo a la aldea. De esta forma, Varter y sus tres hijos pudieron salvarse de las matanzas y se establecieron allí. Los lugareños musulmanes les tendieron una mano, fueron muy hospitalarios y los Sarafian tomaron las costumbres de los árabes: se vestían con túnicas, usaban sus nombres y convivían en paz.
En 1918 el ejército inglés ocupó la región. La situación se apaciguó y muchos armenios refugiados pudieron volver a sus ciudades, aunque ya reducidas a ruinas. Sin embargo una vez más, el pueblo armenio se puso de pie, reconstruyó sus hogares y recompuso sus costumbres: reabrieron los colegios y la iglesia volvió a funcionar. Mientras las escuelas armenias eran reconstruidas, Jorge retomó sus estudios en el colegio de los Padres Dominicanos franceses.
Pero este escenario no duró mucho ya que hubo modificaciones internas entre los vencedores de la guerra y al tiempo, llegaron los franceses a la región. En 1921 se generaron más cambios. Turquía quedó bajo el mando de Mustafa Kemal y el gobierno francés firmó un convenio de forma que toda Cilicia quedó en manos de los turcos. Esto dio luz verde a las embestidas contra la población armenia. Para evitar nuevas masacres, los armenios se organizaron y no dejaron que los turcos pasen a la ciudad. No sufrieron más ataques, pero fueron obligados a retirarse. Luego de diversas negociaciones, los turcos pusieron condiciones extremas: los armenios debían dejar sus hogares, pero antes debían firmar un documento donde cedían sus pertenencias y expresaban su retirada voluntaria de la ciudad.
En ese entonces, Jorge tenía once años y su madre buscaba ir a Siria y reencontrarse con su hermano Daniel. En 1922 se las arreglaron para que Jorge pudiese escapar hacia Alepo, en un camión que transportaba mercadería.
Daniel Saghatelian vivía solo y trabajaba durante el día, por ende, no tenía con quien dejar a su sobrino. Decidió llevarlo al orfanato de Near East Relief, donde permaneció dos años y asistió a la escuela Haigazian. Allí también se encontraba su hermano Boghos, quien había llegado antes, salvado por unos camelleros y, en el establecimiento, había aprendido el oficio de mecánico de automóviles. En 1924, con la llegada de su madre Varter, su hermana Rebeca y su cuñado Daniel Youssefian a Alepo, la familia Sarafian reencontró. El mayor de los hermanos, Boghos, fue enviado a la Argentina, donde lo esperaban los Geghalian, sus familiares que habían escapado de Adana. Jorge se quedó en Siria, pudo finalizar sus estudios y trabajó en una famosa sastrería de Alepo. Siguiendo la antigua tradición, Jorge donó su primera ganancia a la iglesia.
Hacia el Sur
En mayo de1927, Varter tomó la decisión final de ir a la Argentina. Allí los esperarían su hijo Boghos y un primo, José Geghalian. Apenas llegó a Buenos Aires, Jorge comenzó su vida comunitaria. A los pocos meses fundó, junto con otros compatriotas, la Unión Compatriótica de Hetesia, una institución que servía como centro de reunión, esparcimiento y cultura. Al mismo tiempo, Jorge comenzó a buscar trabajo, pero al no dominar el idioma, le fue complejo. Ante esta dificultad, José Geghalian ofreció a Jorge vender su mercadería en las calles, puerta a puerta. En ese ínterin, hizo el esfuerzo de estudiar el idioma castellano. De a poco, su clientela creció y comenzó a trabajar por pedidos. Al tiempo, empezó a trabajar con Haigaz Sary-Kuyumdjian, mayorista del barrio de Once, hasta 1930, cuando decidió instalarse por su cuenta, abriendo su propio comercio mayorista: “Casa Jorge”. Paulatinamente, lograron construir una de las empresas más importantes del centro comercial mayorista de Once: la casa Hetesia, de Sarafian hnos, a la que, con el tiempo, se incorporaron sus hijos. Además, fundó una hilandería de lana junto con otras personas conocidas del rubro. La empresa de Once creció y se transformó en “Emporio Comercial Hetesia”. Como parte de sus éxitos, Jorge fue elegido Presidente de la Cámara Mayorista del Once.
Con su próspera actividad, Sarafian decidió agradecerle a la Argentina por haberlo recibido junto a su familia. Jorge donó prendas para vestir para niños y lanas para tejer a la Fundación Eva Perón. Ella misma le preguntó el por qué de su accionar, ya que a otros empresarios a los que había solicitado colaboración, se habían negado.
“Yo soy un refugiado, un huérfano que ha llegado a la Argentina. El país me ha ayudado, ahora yo tengo que ayudar a la gente del país",
expresó Jorge.
La vida comunitaria en Argentina
Muchos armenios habían llegado al país escapando del horror y buscando paz para continuar su vida. Ellos constituyeron lo que luego se convertiría en la gran comunidad que es hoy: conformaron grupos y sociedades para fomentar y transmitir la cultura. Durante esos años, los armenios organizaron una colecta para juntar fondos con el fin de comprar un terreno donde construir una iglesia y una escuela donde enseñar el idioma y para servir de base de la nueva colectividad armenia. Así y, con el valioso aporte de Yervant Jachikian, lograron comprar un terreno en la calle Acevedo al 1300, en el barrio de Palermo, la que hoy conocemos como calle Armenia. El presidente de la flamante Comisión Cultural fue Jorge Sarafian.
En 1936, Jorge Sarafian contrajo matrimonio con Rosa Andonian, cuyos padres, Mihran Andonian y Mariane Chaljian habían llegado a la Argentina luego de las masacres de Adana. El matrimonio tuvo seis hijos: Jorge Harituin, María Rosa, Pablo Mihran, Alicia Cristina Varter, Elsa y Antonio. Y, a su vez, trece nietos.
Jorge, junto con otros compatriotas, eligió la pluma contra la espada. Su objetivo era esclarecer el por qué de la lucha de los armenios, el por qué del Genocidio que habían sufrido y por qué ellos estaban en la Argentina. Así, formaron la Comisión Cultural Armenia. Realizaban diferentes actos, entre ellos, conciertos corales, grupos teatrales y también formaron una audición radial. Con su labor comunitaria, Jorge fue miembro de diferentes comisiones y organizaciones de la comunidad, incluyendo su presidencia de Homenetmen (Unión General Armenia de Cultura Física), fundó la Comisión Pro Causa Armenia de Latinoamérica e hizo un gran aporte en el proceso de instalación de las diferentes escuelas armenias en la Argentina.
Difundió la cultura armenia en idioma español al traducir diversos textos, libros, piezas literarias y varios escritos del armenio y del francés al castellano. Editó los libros “Armenia a través de sus poetas”, “Armenia a través de su prosa”, “Armenia a través de sus cantares”, entre otros, todos ellos distribuidos gratuitamente. Con motivo de celebrarse los 1700 años de la adopción del cristianismo como religión oficial por el Estado armenio, Jorge Sarafian quiso también dejar su impronta en la Madre Patria. Decidió erigir una nueva iglesia en Nor Hetesia, ubicada en Ashtarak. Se trata de la iglesia Surp Astvatsatsín (Santa Virgen), haciendo alusión a la antigua iglesia de Urfa, donde Jorge fue bautizado y, luego del genocidio, fue reducida a ruinas.
De generación en generación
El legado de Jorge Sarafian se mantiene vivo. Sus hijos cumplen un rol destacado dentro de la colectividad armenia de la Argentina, pues siguieron trabajando por la difusión de la cultura armenia y fomentando la vida comunitaria. Formaron y forman parte de las diversas instituciones donde ocuparon cargos presidenciales, promovieron la actividad cultural a través de conjuntos corales y también formaron académicamente a las futuras generaciones. Sus trece nietos también supieron continuar el trabajo incansable de Jorge. Fueron y son parte de las comisiones juveniles de la colectividad y de las constantes actividades. Lusiné Sarafian, actualmente es presidente de la Liga de Jóvenes de la UGAB y asegura que el legado cultural y espiritual que guarda por descender de una familia armenia signa su vida. “Si bien soy de nacionalidad argentina, siento que en mi ADN se mezclan muchas características de esa descendencia: la responsabilidad hacia el trabajo, el compromiso con la patria, cualquiera sea ésta, el amor a la familia, como así también el sentimiento de dolor y desarraigo que vivieron nuestros antepasados”. Ella no olvida los trágicos acontecimientos de hace cien años y los trae al presente: “El pasado cumple un rol esencial para la memoria y junto con ella, el reclamo de justicia sigue aún vigente”. En lo que a gratitud se refiere y a la continuidad del legado de su abuelo, Lusiné reflexiona: “Estoy agradecida por pertenecer a una familia -y a una nación- que no se dejó vencer. Una que sintió que su bagaje cultural valía más que el rencor y reivindicó su compromiso mediante el trabajo comunitario en la Argentina y en Armenia. Mi abuelo Jorge, o "Kevork" Sarafian sufrió el desarraigo y la orfandad, pero supo conducir esas sensaciones en acción y se convirtió en un dirigente comunitario que supo contagiar su ímpetu, su cultura, su causa, sus ideas y su fe a sus hijos, y ellos a nosotros, sus nietos. Siento orgullo de decir que la familia Sarafian está comprometida con Armenia y la causa armenia y siento la responsabilidad de continuar la labor de "Don Jorge", como solían llamarlo sus allegados, y de transmitir sus valores e ideales a mis conocidos y a las generaciones venideras”.
Jorge Sarafian fue una personalidad destacada de la colectividad armenia en particular y de la sociedad argentina en general. Su aporte es invaluable para los cimientos de lo que hoy constituye la gran colectividad armenia de Argentina. Tuvo una vida muy difícil, pues perdió a gran parte de su familia en el Genocidio, fue refugiado y la vida le presentó adversidades. Sin embargo, nunca dejó de luchar y salió siempre adelante. Trabajó incansablemente por difundir la cultura milenaria del pueblo armenio y mantuvo siempre los lazos con la Madre Patria. Un hombre muy querido que siempre será recordado.
La historia fue verificada por el Equipo de Investigación de 100 Lives.