#ArmeniosenChile
El viaje por América Latina nos hace cruzar la Cordillera de los Andes y llegar a Chile. Las tierras al sudoeste del continente americano, llamadas ‘Chili’ por su población originaria, se convirtieron en el hogar de muchos inmigrantes a fines del siglo XIX y durante el siglo XX y los armenios no fueron la excepción.
Tras lograr escapar del Genocidio que sufrieron en el Imperio Otomano (1915-1923), muchos armenios subían a los barcos que los llevaría a “América, la tierra de la paz”. Sin embargo, muchos no sabían con claridad cuál sería el país del desembarco. Así llegaron a la Argentina, Uruguay, Brasil y también a Chile. Cuenta la historia que los primeros armenios se instalaron en la pequeña localidad de Llay-Llay, por su cercanía con el Puerto de Valparaíso. Como toda ciudad capital, Santiago se desarrollaba paso a paso y muchos se instalaron allí.
Los armenios llegaron para quedarse y claro que la bebida armenia no pasó desapercibida por estas tierras; ya que el poeta Pablo Neruda y el ex presidente Salvador Allende fueron grandes amantes del brandy armenio.
Nuevo hogar
Entre las primeras familias que se instalaron en este “largo pétalo de mar, vino y nieve”, como definió uno de sus hijos pródigos, Pablo Neruda, fueron los Baloian en 1923, quienes habían escapado de las matanzas. Con el correr de los años, llegaron más armenios. En la década del 40, el Estado chileno alentó la inmigración y, como consecuencia de ello, llegaron más armenios. Para ese entonces, Antranig Baloian era un exitoso empresario con gran amor a la Patria. “Papá fue a buscar a los armenios al Estadio Nacional, donde el gobierno había ubicado a los inmigrantes y los trajo a casa. En el salón de casa había puros colchones. Los alojaba en su casa y les daba trabajo en la fábrica”, recuerda Nacho Baloian, hijo de Antranig. Aún no existía una organización armenia local, en términos formales y Antranig había dispuesto uno de los salones de su fábrica donde improvisaba un altar armenio, para mantener unidos a los armenios. Así fue que nació la Colectividad Armenia de Chile: “La colectividad la organizamos los jóvenes”, recuerda Nacho. Así, también nació el ‘Hai Dun’, (casa armenia), que fue el lugar de reunión. Una figura central para que esto ocurriese fue Loris Couyoumdjian, otro inmigrante armenio que llegó a Chile en 1935. En el seno del Hai Dun se formó un coro, se llevaron adelante obras de teatro, se dictaron clases de armenio y se transformó en un club social. Y hoy, ese legado continúa. Emilia Almarza Nazar y Federico Folch Couyoumdjian, integrantes del Directorio, cuentan que “actualmente en el Hai Dun se brinda misa armenia, se realizan actividades deportivas y culturales, se dictan clases de armenio, hay un coro de cantos armenios, acompañado de instrumentos tradicionales y occidentales, cursos de cocina armenia y se hacen celebraciones de las festividades armenias”.
La juventud lleva la posta
Han pasado varios años desde la creación de esta colectividad y de su sede, pero los desafíos siguen vigentes. El Vicealmirante Hernán Couyoumdjian Bergamali, quien fue presidente de la Colectividad entre 2006 y 2008, dice: “Hay que lograr que los más jóvenes la pasen bien, es fundamental que se mantenga la unidad y esta identidad armenia. La clave está en elegir buenos líderes, jóvenes que estén dispuestos a sacrificar su tiempo por la causa”, sostiene. Y eso mismo se está cumpliendo. El Directorio está compuesto por jóvenes descendientes de armenios que trabajan en pos de mantener viva la llama armenia. El actual presidente de la Colectividad es Garo Konstantinidis Lotikyan, quien sostiene: “Para nosotros, ser armenios significa ser el ‘testimonio viviente’ de una cultura milenaria muy influyente en distintos períodos de la historia, que estuvo a punto de quedar en el olvido después de 1915. Hemos sabido preservar nuestra identidad y patrimonio cultural aún lejos de la madre patria, pero a la vez integrándonos en los países que nos han recibido”, explica.
En este renacer de la colectividad armenia y el importantísimo papel que juegan los jóvenes, hay otra gran figura que se hace presente. Se trata del Padre Sipan Gevorgyan, quien llegó desde Armenia a Santiago hace casi dos años y es el primer sacerdote de la Iglesia Apostólica Armenia en Chile. Él celebra la misa armenia los domingos y, también dicta clases de armenio en el Hai Dun.
El deporte como cultura
La colectividad local cuenta con un equipo de fútbol, Deportivo Armenio, que enciende aún más la llama de la armenidad con el rodar de la pelota. Desde hace algunos años, participan de los tradicionales Juegos Navasartian; “Esta plataforma nos integró en su circuito social y nos regaló la posibilidad de vivir una vez al año una atmósfera de armenidad total, en el contexto ideal para formar vinculos y amistades que han perdurado y siguen fortaleciéndose”, cuenta Diego Baloian, uno de sus fundadores. “A nosotros nos gusta mucho integrarnos a la red de la diáspora. Esto hace derribar tu barrera geográfica, te sientes más multinacional”, sostiene y concluye “Nuestra meta es seguir consolidando el entusiasmo de los más jóvenes y en algún momento poder nosotros organizar una instancia festiva, en que nos juntemos con los armenios del vecindario para que así conozcan esta pequeña Armenia que existe detrás de este lado del mundo”.
Pequeña Armenia
Si bien no son numerosos, conforman una gran comunidad armenia; tienen muchos proyectos y van en camino a concretarlos con el arduo trabajo que realizan diariamente: pronto habrá una nueva sede y la primera Iglesia Armenia en Chile. Si bien son pocos y están lejos de Mayr Hayastan, los armenios que se encuentran entre el Océano Pacífico y la Cordillera de los Andes, han logrado construir una pequeña Armenia y tienen ese orgullo que anula las distancias físicas.