Vahe Berberian

Vahe Berberian

"No voy a unirme a la revolución, a menos que pueda bailar", dice Berberian, haciéndose eco de las palabras de Emma Goldman. Las trenzas largas y canosas, piercings en las orejas y barba candado lo hacen uno de los hombres más reconocibles del mundo armenio. La mayoría de la gente conoce a Vahe Berberian por sus populares rutinas de stand-up, pero la comedia es sólo uno de los muchos medios de este pensador creativo y polifacético: cuenta sus historias sobre lienzos, en el cine, en el escenario y en papel.

Las paredes de su salón están cubiertas de arte. Al hablar con él, es imposible escapar de esa sensación de que sabe algo, que uno no sabe, pero no porque él parezca tímido. Por el contrario, comparte sus pensamientos libremente, como cuando cita a Vonnegut y relata historias de lecturas de poesía rusa en la ciudad de Nueva York en la década de 1980. Uno finalmente comprende que él está contándonos el plan, casi filosófico, que tiene en su mente y cuando se lo escucha detenidamente todo cobra sentido.

                               

                                  Antilias, 60 x 72, acrilico sobre lienzo, 2008

De sonrisa sincera, salpica sus conversaciones con hokis, un término afectuoso armenio, pero detrás de su brillante carisma, se oculta una historia familiar sombría. 

No se moría

El padre de Berberian, Raffi, tenía un año de edad cuando fue enviado con su madre, la abuela de Vahe, en la marcha de la muerte a través de Deir el Zor, en el desierto de Siria. Madre e hijo se instalaron en Alepo antes de trasladarse a Beirut, lugar donde Vahe nació y creció. Toda la familia de su madre fue masacrada durante el Genocidio. 

 

                      La madre de Vahe Berberian durante una protesta del 24 de abril

 

Muchas familias evitaban contarles a las nuevas generaciones el horror que vivieron, pero no ocurrió así en casa de Berberian. "En mi caso, era todo lo contrario. Ellos me decían: 'Esto fue exactamente lo que sucedió, si lo olvidas, nos estarás traicionando'. Durante mucho tiempo, tuve un enorme sentimiento de culpa, sin haber hecho nada para sentirme culpable". Entre las historias particularmente estremecedoras, estaba la de su abuela que le contaba cómo intentó ahogar a su propio hijo, el padre de Berberian, tres veces durante la marcha de la muerte, pero había tantos cuerpos en el Éufrates, que él no se moría. 

           

                    El padre de Vahe Berberian y sus estudiantes en Alepo, Siria

 

Refugio en la comedia

Vahe habla abiertamente de las consecuencias que ha tenido el duelo colectivo en su bienestar psicológico: "En general, no soy una persona feliz. Soy vulnerable a la depresión y la ansiedad profunda y por esta razón necesito del humor. Si fuera una persona feliz, ¿para qué buscaría el humor?", se pregunta. Teniendo en cuenta su creciente popularidad entre los armenios y a juzgar por sus bromas, tal vez no sea el único que busca refugio en la comedia.

 

Habiendo partido de Beirut a la edad de 17 años, Vahe viajó a Europa y vivió allí por un tiempo. Luego regresó al Líbano, donde permaneció durante los primeros años de la Guerra Civil Libanesa, antes de escapar a Los Ángeles. 

Pero la sensación de seguridad duró poco. Afectado por un cáncer de vejiga, Vahe fue sometido a numerosas operaciones.

El arte se convirtió en un respiro de la enorme carga histórica y emocional compartida con sus compatriotas. Pero no fue claro al principio. "Cuando era joven, solía dibujar y recuerdo que pintaba y dibujaba calaveras - calaveras de Deir el Zor", recuerda. No fue hasta sino más tarde, en la década de 1980, que se dio cuenta de que "todo lo que estábamos haciendo era macabro, casi necrófilo". Fue una revelación. 

 

                                       

                                          El primer intento de escritura de Vahe

 

Exorcizar a los demonios

Vahe llegó a la conclusión de que para aceptar el lugar que ocupa el Genocidio en su vida, no necesita regirse por éste. Tampoco le impedía explorar las profundidades de la cultura armenia que tanto le fascinan. "Me di cuenta de que las cosas debían cambiar y la única forma era verse de otra manera, para ser percibido de otra manera. Ser armenio no tiene nada que ver con la supervivencia, al diablo con eso. Ser armenio es sexy, es hermoso, es divertido, es moderno, es exótico", insiste. 

Así partió en su misión de darle vida a la cultura que tanto ama, por temor a que el pasado la devore.

Berberian sabía que su camino iba a ser difícil, y dice: "Cargamos 1,5 millones de personas en nuestros hombros y apenas podemos avanzar". Pero este hombre de 61 años, con el cuerpo cubierto de tatuajes, que entretiene a una multitud burlándose en armenio de su propia idiosincrasia, que también es la de ellos, demostró que no le interesa limitarse a un paradigma cerrado. Cuenta con cinco libros, 13 obras de teatro, cinco espectáculos de comedia y cientos de obras de arte, para que su gran cantidad de seguidores aprecien su libertad de espíritu.

Plenamente consciente del lugar que ocupa la cultura en su obra, Vahe afirma que le aporta una nueva dimensión a su identidad: "El hecho de ser armenio siempre ha sido una ventaja, siempre ha estado a mi favor, sin excepción". Su cultura está tan anclada en él, que el rol que desempeña en sus obras parece una expresión directa de su personalidad, en lugar de una manera de satisfacer a su público o de eliminar cualquier rastro de culpabilidad. Y lo utiliza con gran facilidad, demostrando que puede ser inspirador sin ser abrumador, que puede enriquecer un punto de vista sin enceguecer. 

De hecho, su apariencia, sus chistes y sus obras desafían las normas culturales, lo cual demuestra que siente una comodidad excepcional con su identidad armenia. Así logra un equilibrio sublime y envidiable.

                               

                                      Vahe Berberian antes de un show en París

Berberian ve un futuro brillante para la nación armenia: "Nuestra música se ha vuelto más alegre, intentamos nuevas cosas. Hablo de grupos en la diáspora y en Armenia que apuestan en nuestra herencia, que la enriquecen y la actualizan". A él no importa si están simulando. "Somos lo que simulamos ser, así que debemos tener cuidado con lo que simulamos ser", dice citando a Vonnegut.  

"Hay mucha excelencia en la música, al igual que en el cine. 

Hemos llegado a la conclusión de que para hacer una película armenia, no era necesario hacer una película sobre el Genocidio. 

Tal vez estamos cerca de ese momento en que nos sentimos listos para exorcizar a los demonios del Genocidio. Ahora estamos en un buen lugar". 

 

                                 

                                 Vahe Berberian, foto de Armen Keleshian

Pero Vahe no se detiene ahí. Berberian continúa su revolución cultural individual para descubrir la belleza y el arte de los vastos paisajes armenios, sin olvidar jamás de bailar. 

Por William Bairamian