Entrar y salir atravesando vidrios rotos
Aún se desconoce la causa precisa del accidente protagonizado por uno de los trolebuses de Ereván en la fría mañana del 16 de septiembre de 1976. Algunos dijeron que uno de los pasajeros atacó al conductor, luego de un acalorado intercambio de palabras, haciendo que perdiera el control del vehículo. Otros aducían que el conductor había tenido un ataque cardíaco. Cuando ingresaba a un puente en el centro de Ereván, el trolebús viró fuera de su curso y rodó cuesta abajo sumergiéndose en una represa, conocida como Lago Ereván. El ruido del accidente llamó la atención de unos deportistas que entrenaban en la zona, entre los cuales se encontraba Shavarsh Karapetyan, el campeón de la modalidad natación con aletas, de 23 años de edad.
Sin pensarlo dos veces, Shavarsh saltó al agua, pidiéndole a su hermano Kamo, también campeón de natación, que lo ayudara desde la orilla.
“En un principio fue escalofriante. El ruido fue tan fuerte, como si una bomba hubiera estallado. Estuve cerca de ahogarme varias veces. Me imaginaba la agonía de esas 92 personas y sabía que morirían”, le comentó Shavarsh a Pravmir.ru
El rescate en el Lago Ereván |
Los pasajeros estaban atrapados en un sarcófago de hierro, a 10 metros de profundidad. Shavarsh primero tuvo que romper un cristal para permitirle a la gente escapar. Golpeó el vidrio con toda su fuerza, hasta arrancarlo. Lo más probable era que las personas que se estaban ahogando instintivamente se aferraran a su rescatista y lo tiraran hacia abajo, pero al ser un nadador con aletas profesional Shavarsh sabía que lo mejor sería dejar que lo sumerjan: en cierto punto, la persona que estaba ahogándose lo soltaría como un acto reflejo para intentar nadar hacia la superficie. Ese sería el instante en que él tomaría a la víctima y la sacaría del agua. “En momentos difíciles como éste, el amor por el prójimo se hace más fuerte”, dice Shavarsh en el documental “Swimmer” (“Nadador”).
Se sumergió en las aguas frías y turbias del Lago Ereván alrededor de 40 veces, entrando y saliendo a través de vidrios rotos, forzado a buscar a tientas a la gente en la oscuridad. Cada zambullida le llevaba alrededor de 25 segundos. En la última zambullida, a punto de desmayarse, salió a la superficie abrazando el cojín de un asiento, en lugar de una víctima. “Durante mucho tiempo tuve pesadillas con ese cojín. Podría haber salvado una vida más”, le contó Shavarsh al Canal Uno de Rusia.
Vista del Lago Ereván el 16 de septiembre de 1976 |
Shavarsh sacó a 37 personas del lago y otras nueve escaparon por sus propios medios a través del cristal roto. La operación de rescate se organizó en cuestión de minutos. Los doctores, que llegaron de un hospital cercano, atendieron a las víctimas en la orilla. Desafortunadamente, sólo 20 de las víctimas rescatadas por Shavarsh lograron sobrevivir.
Un último “hurra”
Karapetyan fue llevado al hospital junto con las víctimas del accidente. Un diagnóstico de septicemia, neumonía bilateral y postración nerviosa tuvo a los doctores batallando por mantenerlo con vida durante más de un mes. Cuando finalmente fue dado de alta, Shavarsh volvió de inmediato a sus prácticas, pero nadar bajo el agua repercutía dolorosamente en sus pulmones. Sin embargo, el deportista se negó a retirarse sin ganar una medalla más.
Durante el siguiente campeonato nadó, con la mente nublada, mientras su hermano Kamo corría por el borde de la piscina, listo para saltar en caso de que Shavarsh perdiera repentinamente el conocimiento. Pero Shavarsh salió primero y batió otro record mundial, sin darse cuenta en ese momento.
Shavarsh Karapetyan después del entrenamiento |
Finalmente, el nadador tuvo que dejar el deporte, no soportaba estar abajo del agua; le causaba náuseas.
El hombre, al que alguna vez apodaron “pez dorado” o “anfibio”, intentó desempeñarse como entrenador, pero después de tan sólo dos meses se fue a trabajar a una planta de fabricación de productos electrónicos.
La historia del valiente rescate se transmitió de persona a persona, convirtiéndose en una leyenda urbana en Ereván. El rescate audaz y abnegado de Karapetyan fue difundido recién seis años después, cuando el periódico Komsomolskaya Pravda publicó un artículo del periodista Gennady Bocharov, en el que no se mencionaba el número total de muertos. Después de la publicación, a Shavarsh le llegaron decenas de miles de cartas de toda la Unión Soviética, muchas de las cuales tenían como destinatario simplemente “La República Armenia, Ereván, Shavarsh Karapetyan”.
Shavarsh Karapetyan durante una competencia de natación con aletas |
Lo que nos hace humanos
Por más que resulte poco probable, el rescate del trolebús no fue la primera ocasión en la que Shavarsh Karapetyan salvó vidas. En 1974 el joven deportista evitó el accidente de un ómnibus que llevaba 30 pasajeros. El conductor había estacionado el vehículo para revisar un desperfecto mecánico, pero dejó el motor en marcha. De repente, el ómnibus comenzó a rodar cuesta abajo hacia un desfiladero de montaña. Karapetyan, quien estaba en el ómnibus, rompió el tabique que separaba el compartimiento del conductor y, de un volantazo, evitó que el vehículo cayera al abismo.
El rescate del trolebús tampoco fue el último para Shavarsh. En 1985 estaba cerca del Complejo de Deportes y Conciertos de Ereván cuando se generó un incendio en el edificio. Shavarsh fue una de las primeras personas que corrió a ayudar a los bomberos, sufriendo, como consecuencia, quemaduras y lastimaduras. “Cualquiera de nosotros puede estar en un lugar donde alguien necesita ayuda, incluso en más de una ocasión”, dice Karapetyan. “Lo más importante es recordar qué es lo que nos hace humanos”.
A lo largo de su carrera de 10 años, Shavarsh ganó 37 medallas |
En el presente, Shavarsh Karapetyan entrena a su hijo Tigran, con la esperanza de que él continúe su legado de hazañas deportivas. También preside la Fundación Shavarsh Karapetyan, que organiza competiciones para la nueva generación de nadadores. “Durante toda nuestra vida, le debemos todo al otro”, les dice Shavarsh a los jóvenes en cada encuentro.
La extraordinaria carrera deportiva del nadador llegó a su fin cuando estaba en su mejor momento.
Karapetyan se vio obligado a retirarse de las ligas mayores a la edad de 24 años, habiendo logrado 11 récords mundiales y consiguiendo 17 títulos de competencias mundiales, 13 títulos de competencias europeas y siete títulos de competencias de la Unión Soviética en nado subacuático.
No se puede imaginar qué más habría conseguido de haber podido continuar. Pero Shavarsh se dice un “hombre feliz” y cree que las vidas que salvó son el mayor logro de su vida.
“La indiferencia es un fenómeno errático. Depende del bienestar de la sociedad”, dice. Según Karapetyan, si uno mira detenidamente se pueden encontrar muchos ejemplos de humanismo en la actualidad: “La bondad está nutrida por el amor. Desde el principio debemos enseñarles a nuestros hijos a amarse los unos a los otros”.
En nombre de los sobrevivientes del Genocidio Armenio y como muestra de gratitud a sus salvadores, el Premio ‘Aurora Prize for Awakening Humanity’ será otorgado anualmente a una persona cuyas acciones hayan tenido un impacto excepcional en la preservación de la vida humana y la promoción de causas humanitarias. El ganador del Premio Aurora será honrado con la suma de U$S 100.000. Además, esa persona tendrá la posibilidad única de continuar el ciclo de contribuciones, al seleccionar una organización que haya inspirado su trabajo, para que reciba la suma de U$S 1.000.000.
La ceremonia inaugural del Premio Aurora será el 24 de abril de 2016 en Ereván, Armenia.