Por Julia Reysner
Hadi Jumaan es un activista por la paz y especialista en desarrollo social que coopera con ambos lados del conflicto para facilitar el intercambio de los prisioneros de guerra y recuperar los restos humanos del frente en Yemen. Mientras el país continúa experimentando una prolongada crisis política, humanitaria y de desarrollo provocada por la guerra civil entre el gobierno y el grupo armado llamado Houthi, el Sr. Jumaan y su pequeño grupo de voluntarios arriesgan regularmente sus vidas para llevar a las familias el único consuelo que les queda: el saber de que sus seres queridos que han perdido la vida finalmente pueden descansar en paz.
Hadi Jumaan nació en Al Hazm, la principal ciudad de la provincia de Al Jawf ubicada en el norte de Yemen. Esta región es muy pobre y remota, e incluso antes de la guerra, su población sólo tenía acceso a los servicios más básicos, entre ellos, la educación. “Solo hay una carretera en Al Jawf que se construyó en la década de 1970 y todos los que viven allí carecen de oportunidades básicas y sencillas”, explica Hadi. “Mi educación fue muy simple y crecí viendo problemas y conflictos en mi área”.
Durante un tiempo, Hadi Jumaan se ofreció como voluntario para una red de campamentos de verano para jóvenes administrados por el Ministerio de Juventud y Deportes. Este período tuvo mucha influencia en él porque el programa enfatizaba la necesidad de amar el país y la comunidad propia. Después de trabajar con el Fondo de Desarrollo Social que ejecuta diferentes programas en Yemen, Hadi Jumaan regresó a Al Jawf. En ese momento, la guerra comenzó.
“Ya habían comenzado los enfrentamientos en Al Jawf y lo primero que vimos fue mucha gente muerta de ambos lados en el campo de batalla. El frente siempre se movía y dejaban a los muertos tirados allí”, recuerda Hadi. Sintió que necesitaba hacer algo. “En esa época, se me acercó alguien que me conocía desde antes del conflicto y me dijo: ‘Sé que siempre has tratado de ayudar a la gente con tu trabajo humanitario. ¿Puedes ayudarme a recuperar los restos de mis dos parientes, mi hermano y mi primo?’. Así que fui a buscarlos”.
El primer cuerpo estaba cerca. Pudieron llegar allí rápidamente, recuperar los restos y enviárselos a su familia. El segundo estaba un poco más lejos de donde vivía Hadi. Era 2015, en el apogeo de la intervención saudita y había muchos ataques aéreos. “Tuvimos que viajar bastante y fue muy, muy peligroso: tratar de viajar por la carretera sabiendo que habría ataques aéreos. Cuando llegamos allí, me di cuenta de que en realidad quedaban muchos restos. No podía simplemente tomar un cuerpo. Me sentí responsable. Estas personas definitivamente tenían familias: tenían una madre, una hermana, una esposa esperando escuchar noticias sobre ellos”, dice Hadi. En total, vio 19 cuerpos tirados en la intemperie. Decidió recuperarlos a todos.
Pero recuperar los restos era solo la mitad de la tarea: “Empezamos a contactar [posibles familiares]. No sabíamos quiénes eran esas personas y estábamos tratando de identificarlas. Tuvimos que usar nuestras habilidades para contactar a ambos lados del conflicto y convencerlos de que estábamos allí para ayudar. Les preguntamos si conocían a personas asesinadas en esa área”. Eventualmente, Hadi pudo localizar a la persona a cargo y le dijeron que debería viajar hasta la capital, Sana'a. Allí supo que todos los fallecidos, los diecinueve, procedían del mismo barrio.
Se corrió la voz sobre el éxito de su misión y las cosas empezaron a suceder rápidamente. Las familias, desesperadas por todo tipo de ayuda, comenzaron a contactar a Hadi. Se dio cuenta de que era hora de hacer crecer la operación y oficializar las cosas, con la esperanza de que registrarse también haría que las misiones fueran más seguras para él y su equipo. “Comenzamos a trabajar como voluntarios pero después de haber estado preso varias veces, sentí la necesidad de tener un registro adecuado para que cuando la gente nos pidiera, tuviéramos nuestros papeles listos. Formamos una organización a la que llamamos Mediadores Humanitarios”, dice Hadi.
Los voluntarios, incluido Hadi, no tienen ninguna formación especial y han tenido que aprender en el trabajo, lo que presenta un doble riesgo: el primero proviene del acto mismo de manipular los restos, a pesar de utilizar equipos de riesgo biológico para el traslado y el segundo reside en el hecho de que el conflicto aún está en su fase activa. A pesar de sus mejores esfuerzos, muchos combatientes todavía no confían en Hadi y sus voluntarios y los ven como intrusos o peor aún, como espías. “Ha habido muchos incidentes cuando estuve detenido. Una vez, estaba manejando en una misión y perdí mi auto porque fue atacado con un misil. Logré escapar, pero el auto quedó destrozado”, recuerda la activista.
Al trabajar en estrecha colaboración con ambos lados del conflicto, vio otra oportunidad. Muchos prisioneros fueron capturados durante los combates y Hadi sintió que, con el mediador adecuado, sería posible organizar un intercambio de prisioneros y su organización comenzó a hacerlo. En muchos distritos hubo interrupciones en las comunicaciones, cortes de energía y una gran necesidad de ayuda humanitaria. Todo esto requería de mediadores adecuados que convencieran a las partes del conflicto para que permitieran, por ejemplo, que los ingenieros de comunicación entraran y arreglaran las líneas.
Muchas aldeas han sufrido desde que se cortaron las cadenas de suministro. La mayor parte de la ayuda humanitaria procedía de Arabia Saudita, pero debido a la naturaleza del conflicto, la otra parte no estaba muy feliz de que se distribuyera, por lo que el equipo de Hadi tuvo que interferir y convencerlos de que la gente necesita ayuda, sea cual fuera su procedencia. Encontraron una solución simple para este problema en particular: "Simplemente, eliminamos cualquier cartel o logotipo de los paquetes de ayuda humanitaria y luego los entregamos en esas áreas y pueblos".
La organización de Hadi comenzó con 75 voluntarios, tanto hombres como mujeres, todos de Al Jawf. Encontrar apoyo financiero resultó ser difícil, a pesar de la gran demanda de sus servicios y, finalmente, su número se redujo a sólo 15 personas. “Actualmente hay 1.300 combatientes desaparecidos en mi archivo. Pude rastrear a 700. Toda esta organización depende de los voluntarios y de mí tratando de mantenerlos, encontrando fuentes de financiación, donantes individuales dispuestos a ayudar. Tuve que pedir prestado mucho dinero y estoy profundamente endeudado. Por ahora, la principal fuente de financiación que tenemos proviene de un terreno que tuve que vender para cubrir los gastos”, lamenta Hadi.
Hadi Jumaan siente mucha gratitud y aprecio por su familia y sus amigos que lo han apoyado desde el principio y continúan haciéndolo. “Tengo una gran deuda con mi propia madre porque ella puso en mi cabeza los ideales de ayudar a las personas siempre que pueda, cada vez que tenga la oportunidad. Mi familia es la que me dio un terreno para vender para que pudiera continuar con mi trabajo. Mi amiga Nadwa Dawsari sigue empujándome y animándome”, dice Hadi.
Sin embargo, los desafíos de este trabajo están cobrando el precio inevitable en su espíritu. “Hay muchas ocasiones en las que me siento deprimido. El trabajo es demasiado y siento que necesito parar. Pero entonces recibo una llamada de una madre o de una hermana y no puedo permitir que se queden sin la sensación de paz que les da el hecho de que al menos pudieron enterrar a su hijo o a su hermano. Y eso me hace seguir adelante”, dice el activista. "Todos somos humanos. Este sentimiento de responsabilidad, este impulso humanitario para ayudar de alguna manera, esa es la cuestión. Y, a veces, cuando te sientes deprimido, solo una llamada de un amigo te da ese impulso de confianza que necesitas para seguir adelante”.