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Djivan Gasparyan

Djivan Gasparyan

“En el corazón de cada uno de nosotros hay dolor pero, justamente, es por eso que no tenemos que llorar, sino seguir viviendo”, dice el músico y compositor, gran maestro del duduk (flauta nacional armenia), Djivan Gasparyan.

El duduk cambió su vida, lo hizo famoso en el mundo. Por medio de su duduk, le presentó al mundo las heridas no cicatrizadas de los armenios y su don por vivir y por crear.

Djivan Gasparyan tuvo cuatro conciertos en Turquía y cuenta que, cada vez allí, le hacían la misma pregunta: “Sus abuelos son de Mush, ¿qué  puede decirnos Ud. sobre Mush?”. En respuesta, cuenta siempre la historia de su familia.

Su abuelo paterno Ghevond Gasparyan fue agricultor. Tenía seis hermanos de los cuales sólo dos emigraron al pueblo Solak en Armenia (actualmente en la región de Kotayk), los demás cayeron en las batallas defensivas. El músico cuenta que en la deportación que tuvo lugar durante el Genocidio, cuatro de los nietos de Ghevond se quedaron en Mush. Un turco se llevó a los niños a su casa y los escondió. Luego, el padre del abuelo de Ghevond cruzó la frontera y con sus amigos kurdos que vivían en Turquía fue a Mush, recogió a los niños y los trajo consigo a Armenia.

Vista de la ciudad de Mush.
Foto: Colección de Bodil Bioern, Instituto-Museo del Genocidio Armenio
 

El padre de Djivan Gasparyan, Aramais Gasparyan, nació en 1898 en Mush. A los 17 años, convencido por su padre, se unió a las tropas del General Andranik como voluntario. En esas tropas estaban también sus dos hermanos. Uno de ellos era el herrero de los caballos de Andranik. Más adelante, dos de los tres hermanos se establecieron en Armenia y uno de ellos, Ghevond, desapareció.

Aramais pasó de Turquía a Armenia junto con las tropas de Andranik. El General tenía la intención de liberar Kharabakh, sin embargo, debido a ciertas discordias se marchó de Armenia. Después de todo esto, el padre de Djivan Gasparyan fijó su residencia en el pueblo Solak. En este mismo pueblo se habían establecido varios habitantes de Mush, entre ellos Khachatur Grigoryan, con cuya hija, Magtagh, más tarde se casaría Aramais. Djivan Gasparian cuenta que algunos de sus parientes se alojaron en Solak antes de 1915 y otros, a mediados de ese año. En aquel entonces, el lugar estaba poblado por los habitantes de Khoy y Mush. Su abuelo materno, Khachatur, era ganadero, tenía sólo ovejas blancas. “Mi abuelo paterno comía bien, era capaz de comer una tortilla de 20-25 huevos. Era una buena persona, pero al ver algo injusto no podía callar, lo decía hasta insultando”, recuerda sonriendo, su nieto de 87 años.

Djivan Gasparyan nació en 1928, en Solak. A pesar de que su familia se había establecido en Ereván, pasó su niñez en el pueblo. “En general, mis familiares han sido buenas personas que querían a su familia. Me acuerdo de que en la casa de mi abuelo se sentaban a cenar unas 30 personas. Tenían un tonir (un horno vertical), ponían una mesa de madera con patas cortas, cubrían el suelo con tapices. En ese entonces no había camas, colgaban las piernas en el tonir, ponían las almohadas y dormían”, dice. En la familia no hablaban mucho de lo sucedido en el año 1915. Una vez el abuelo Khachatur retó a su esposa, a la abuela Margarit, cuando le contaba a los niños lo que habían hecho los turcos con los armenios. Los niños escuchaban con atención y la abuela empezó a llorar contando que a sus familiares los habían asesinado los turcos. “Mi padre contaba que los turcos eran muy crueles, a las jovencitas guapas a quienes las elegía el khan, las llevaban forzozamente. Pero ellos, los armenios, luchaban, peleaban. Meses continuos se quedaban en las montaña”, cuenta el músico.

En Ereván, el padre de Djivan Gasparyan trabajaba de albañil. Era uno de los albañiles de los edificios de la Opera, de la Plaza de la República. “Él me decía: hijo, cada uno de nosotros tenemos que poner una piedra para que nuestro país prospere. Y si quitamos una piedra, no quedará nada del país”, recuerda el Gran Maestro.

Su madre falleció cuando su padre no estaba; había comenzado la Gran Guerra Patria y Aramais Gasparyan con sus tres hermanos se habían marchado al frente. El músico recuerda que fueron sus vecinos quienes enterraron a su madre: “La pusieron en unos palos pintados de blanco,  la montaron en un camión y la llevaron para enterrar”. A Magtagh la enterraron en el territorio del panteón actual de Komitás donde, según Djivan Gasparyan, entonces había varias tumbas.

Conjunto de música popular 1944 (en el centro, Djivan Gasparyan, de 16 años)

Foto: Archivo familiar de los Gasparyan / © PAN Photo
 

“Éramos niños sin hogar, nadie nos cuidaba. No sé qué pasó después, la tumba de mi madre se perdió. Crecimos sin padre y madre… Nos encontramos en distintos entornos, bajo distintas influencias, por fin el duduk me salvó, mi vida cambió”, dice Gasparyan añadiendo que su padre volvió a casa después de la guerra.

Djivan Gasparyan, durante el concierto "Renacimiento", el pasado 24 de abril, dedicado al Centenario. Foto de Edgar Barseghyan.

 

“En el mundo no existe un pueblo malo, existen buenas personas y malas personas. Yo no acuso a los turcos actuales. Si los jóvenes turcos son inteligentes, tienen que exigir a su gobierno que pida perdón. Hay que explicarles que en aquella época nos mataron, torturaron, apuñalaron con bayonetas. Mi abuela contaba unas cosas tremendas”, cuenta el maestro.

Djivan Gasparyan ha escuchado que en la casa de su abuelo en Mush ahora viven los kurdos. Dice que una vez había decidido ir a Van, Mush, Sasún y subir el monte Ararat, pero se lesionó la pierna y no pudo. Espera que algún día, aunque no pueda él mismo, quizás su nieto, el músico de duduk Djivan Gasparyan jr, pueda encontrar la casa de sus abuelos en Mush.


* Foto principal: Djivan Gasparyan mayor y menor.  © PAN Photo

La historia fue verificada por el equipo de investigación de 100 LIVES