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Hermana Priscilla Dlamini: “La gente seguía pidiéndome que cuidara a sus hijos ”

Hermana Priscilla Dlamini: “La gente seguía pidiéndome que cuidara a sus hijos ”

La hermana Priscilla Dlamini, miembro de la Comunidad Aurora, es enfermera y es la fundadora de ‘Holy Cross Aids Hospice’, una organización que brinda atención médica, apoyo psicosocial y educación sobre la prevención del VIH a las personas que viven en las regiones menos favorecidas de Sudáfrica. Hablamos con ella sobre su extraordinario viaje de monja a creadora de una red de apoyo integral.

– No todos los días conocemos a una persona que ha logrado ayudar a tanta gente. ¿Puede contarnos un poco más sobre cómo empezó todo para usted?

Tuve una visión sobre esto durante unos 10 años pero, por supuesto, al ser monja en un convento no se me permitió comenzar nada. Lo que he visto aquí son personas que regresan a casa desde las grandes ciudades, ya portando el VIH/SIDA. KwaZulu Natal, la provincia donde vivo, solía ser conocida como el "cinturón del SIDA". Fue una espina clavada en mi carne cuando vi a las personas que eran rechazadas por los hospitales y también por sus familias. Después, simplemente, se iban a los campos de caña de azúcar a morir solos. Tuve la visión de que debía darles un hogar para que murieran en paz, para que tuvieran una muerte digna.

Entonces, comencé a acercarme a los jefes y preguntarles si podía comenzar algo así y me lo permitieron. Iba de campo en campo buscando a la gente que moría allí sola. El obispo de ese momento también tenía mucha experiencia en desarrollo social, por lo que me llevó a buscar un lugar para comenzar esta misión. Encontramos un edificio viejo y en ruinas que había sido un establo. El obispo se mostró reacio a darme ese espacio porque estaba en muy, muy mal estado. Pero finalmente aceptó y, después de mucho trabajo, pudimos admitir a nuestros primeros pacientes: personas con SIDA, así como personas con enfermedades crónicas y terminales como el cáncer.

– ¿Cómo fue trabajar con sus primeros pacientes?

El primer paciente que ingresamos fue una madre con una niña de 5 años. La pequeña cuidaba a su madre en la plantación de caña de azúcar, acudía a las familias para pedir comida que pudiera compartir con su madre que estaba muriendo. La gente de la comunidad nos habló de ella así que fuimos y la rescatamos. Fue difícil, había una pendiente pronunciada y tuvimos que cargarla en una cama. Las mujeres que trabajaban conmigo en el hospicio me ayudaron a llevarla hasta donde estaba la instalación. Ella permaneció con nosotros durante un año.

– ¿Y cómo pasó de cuidar a enfermos terminales a atender otras necesidades de la comunidad?

Los que están muriendo tienen que despedirse. Debido a la alta tasa de analfabetismo y desempleo, la gente nunca escribe un testamento. Simplemente, dicen cuáles son sus deseos y la mayoría de los moribundos me pedía que cuidara de sus hijos. Al principio, dije "no, no puedo". Realmente no tenía idea de cómo podía hacer eso. Pero la gente seguía pidiéndome y, finalmente, acepté. Así empezó otro proyecto.

Al principio, pensamos en pedirle a una organización que acogiera a los niños huérfanos, pero los chicos me decían que querían irse a casa. Pobres como eran, todavía querían estar juntos y en un ambiente que les fuera familiar. Eso es lo que aprendí de ellos. Así que empezamos a construir casas para las llamadas ‘familias encabezadas por niños’ (familias formadas por niños huérfanos, sin adultos para cuidarlos - Aurora) junto con una organización holandesa llamada HomePlan que nos proporcionó 200 casas. También comencé a darles alimentos todos los meses y a abogar por ellos en las escuelas para que estuvieran exentos de las cuotas escolares, a proveerles uniformes y material escolar.

Otro proyecto que tenemos se refiere a la planificación familiar. El gobierno proporciona condones y anticonceptivos, pero la gente de las zonas rurales no los aceptaba. Entonces, comenzamos a tener reuniones dedicadas a la planificación familiar, que fueron muy bien con el apoyo psicosocial.

Además, tenemos el programa para jóvenes que enseña música, fútbol, netball y ayuda con la modificación del comportamiento de los niños afectados por el SIDA y, también, un programa de apoyo para los cuidadores. Asimismo, construimos un jardín de infantes grande que tiene capacidad para 120 niños y brindamos apoyo a varios otros en las áreas rurales. En todos ellos proveemos alimentos para los chicos porque pertenecen a las clases más bajas. Todavía esto sucede y aún es vibrante, aunque la pandemia de COVID-19 ha traído muchos problemas. Los niños se quedaban en casa y no iban a la escuela.

– ¿Qué tipo de impacto puede decir que ha logrado lograr?

Diría que hay algunos cambios positivos. Primero, la gente solía ser rechazada por sus familias, así como por los hospitales. Intentamos con todas nuestras fuerzas combatir este estigma y discriminación y ahora  ya no son discriminados y sus familias también los aceptan, hablan fácilmente de ello, no esconden nada.

Cuando comencé a hacer esto, las personas que estaban enfermas no compartían esta información con sus familiares. Muchas abuelas habían contraído esta enfermedad y fallecieron. Las personas no conocían su diagnóstico y no tomaban precauciones, entonces, también contrajeron la enfermedad. Me enorgullece decir que ahora, cuando alguien es VIH positivo, simplemente lo discute con su familia y lo habla abiertamente. Esto solía matar gente por revelar su diagnóstico, pero hoy en día no hay nada de eso. Además, debido a que construímos casas para las familias encabezadas por niños y para los huérfanos, ellos pueden acomodarse y luego construir casas mejores y adecuadas para ellos mismos, no solo esas simples estructuras prefabricadas. Están orgullosos de sí mismos y eso ayuda con su autoestima.

En general, la gente de la comunidad está ganando confianza. Cuando recién comenzamos, no sabían sobre sus derechos o lo que querían tener. Al iniciar un proyecto, necesitamos que las personas nos digan lo qué es lo que necesitan, deben poder identificar sus necesidades. Pero cuando comencé, no lo sabían y, simplemente, estaban felices de tener cualquier cosa, lo que sea que les trajeras. Pero ahora te dicen: "En nuestra zona no tenemos agua, no tenemos esto, no tenemos aquello".

Luego, está la educación. Cuando comencé, había una tasa de analfabetismo muy alta. La gente no veía la necesidad de educar a sus hijos. Ahora, vemos que en muchas áreas rurales han abierto jardines de infantes y los niños comienzan su educación a los tres o cuatro años.

– ¿Cuáles son los desafíos más difíciles a los que se enfrenta?

Hay algunos miembros de la comunidad y representantes de la iglesia que no aprueban lo que hago. En mi iglesia tuve muchos problemas con los sacerdotes porque me atacaban. Ellos no querían que yo hiciera todo esto, pensaban que tenía mucho dinero y ellos querían tener ese dinero, ¡el dinero que yo no tenía! No podían creer que pudiera operar con la caridad de la gente. Fue realmente difícil.

Diría que en estos 20 años he visto avances en las familias, en los hogares. Es un país completamente diferente, una comunidad totalmente diferente. Ahora la gente sabe lo que quiere. Para mí, esos desafíos se convirtieron en oportunidades. He ganado mucho con estos desafíos, pero también he pasado por momentos muy difíciles. Aún hoy es muy complejo, especialmente con la iglesia. Pero sin esos desafíos no creo que me hubiera conectado con el mundo. No habría sido conocida por el mundo.

– ¿Y qué significa para usted este reconocimiento global y ser parte de la comunidad humanitaria internacional?

Mis desafíos no eran sólo locales, sólo nacionales, eran mundiales. Eran conocidos en todas partes y así fue como me conocieron. De hecho, esto me hace muy, muy feliz. Por supuesto, cuando se presenta un desafío no es agradable, pero sabes que es para bien. Al final del día, hay algo bueno que puede beneficiar a la gente.

Entonces, esto me emociona y me pone muy feliz, también por las personas con las que trabajo porque contribuyen mucho a pesar de todos los problemas por los que han pasado. Estoy muy emocionada y orgullosa, estoy tan motivada que debo continuar, hacer más por la gente, si Dios todavía quiere que continúe un poco más. Se que Él es quien me envió a hacerlo y continuaré mientras sienta que eso es lo que Él quiere que haga.