Oskar Schindler salvó a 1.200 judíos, ayudándoles a escapar de la persecución nazi. A lo largo de su vida, sin embargo, lo deshonraron por su accionar y lo llamaron traidor. Afortunadamente, sus amigos judíos permanecieron junto a él durante los momentos de angustia emocional y dificultades económicas. A la edad de 66 años murió como héroe desposeído. La lápida de su tumba en el Monte Sión, justo afuera de los muros de la ciudad vieja de Jerusalén, contiene la frase ‘El inolvidable salvador de 1.200 judíos perseguidos’.
Oskar Schindler nació el 28 de abril de 1908, en el entonces pueblo austro-húngaro de Zwittau, Moravia (actual Svitavy, en la República Checa) situado en la ladera de los montes Sudetes, cerca de la frontera con Alemania. Luego de la partición de Checoslovaquia en 1938, el área fue anexada al Tercer Reich, como una división administrativa llamada Reichsgau Sudetenland.
Su padre, Hans, era propietario de una empresa de maquinaria agrícola y su madre, Franziska, era un ama de casa que se encargó de la crianza de sus hijos y del funcionamiento del hogar. Después de completar sus estudios secundarios, Oskar se formó como ingeniero mecánico y trabajó en la compañía de su padre hasta la edad de 21 años. En 1936, comenzó a trabajar en el departamento de ventas de una empresa electrotécnica de Moravia en Brno, Checoslovaquia. Tres años más tarde, se encargó de gestionar una fábrica de esmaltados en Cracovia, Polonia, ciudad ocupada por los alemanes, después de que los dueños judíos de la compañía fueran despojados de la misma; sus instalaciones fueron ampliadas de 85.000 a 450.000 pies cuadrados. En 1942, compró la fábrica en una subasta llevada a cabo por la Corte Comercial de Polonia. Su nómina, integrada principalmente por judíos, contaba con sólo 700 empleados en 1940, pero aumentó rápidamente a 1.750 para el año 1943.
Fue en esta fábrica en Cracovia en que los judíos, sus hijos y sus familias encontraron un refugio seguro, donde se les proporcionaba atención médica, alimento y, sobre todo, protección de las SS.
Oskar Schindler era un hombre hedonista. En sus propias palabras, estaba ‘lejos de ser un santo’, como él mismo escribió en 1956. Esas palabras fueron escritas para el director del departamento de ciencias de Yad Vashem, Dr. Ball-Kanduri, quien le pidió a Schindler que registrara su historia para el centro de documentación y el memorial de las víctimas del Holocausto.
Oskar Schindler le atribuía gran importancia a su aspecto físico. Le gustaban los automóviles rápidos, las mujeres y el coñac. Era un empresario inteligente, que acumuló una cuantiosa fortuna con la ayuda de su contador judío, Itzhak Stern. Llevaba la insignia de color rojo sangre del partido nazi, que se le entregaba sólo a los miembros más leales. Se reunía a tomar copas de vino y a cenar con los oficiales de las SS, entre ellos Amon Göth, el reconocido comandante y asesino del campo de concentración Cracovia-Plaszow.
A principios de 1940, sin embargo, este antaño seguidor ferviente de la ideología nazi se dio cuenta de que se había rodeado de un grupo de asesinos sádicos y estafadores hipócritas. “Gracias a Dios, fui lo suficientemente valiente, en aquel momento, como para tomar las medidas necesarias ante lo que se había vuelto tan evidente y doloroso, rescatar y salvar lo que quedaba por salvar”. *
Cuando desde el Gobierno General primero se les prohibió a los judíos trabajar y luego se los deportó a los campos de exterminio, la mayoría de los empleadores de Cracovia despidieron a sus trabajadores judíos. Oskar Schindler, sin embargo, actuó en favor de sus empleados y en pocos días construyó un campamento en la empresa. Por otra parte, le dio refugio a 450 trabajadores de tres compañías cercanas en el campamento improvisado en el predio de la empresa, salvándolos así de lo que los nazis llamaban a modo de eufemismo ‘reasentamiento’.
Oskar Schindler financió el campamento con su propio dinero porque no se concedieron subsidios estatales. Durante años, gastó millones de marcos imperiales para salvar a sus trabajadores judíos de la muerte segura. El alimento se racionaba y no se destinaba nada a los judíos, por lo que Oskar tenía que comprar grandes cantidades de comida en el mercado negro. Había hecho cercar el campamento y construido varias instalaciones esenciales, incluyendo habitaciones, cloacas, baños y clínicas médicas y dentales. A pedido de sus trabajadores judíos, empleó a sus padres y otros familiares, que no estaban en condiciones de trabajar, con el fin de salvarlos del exterminio. Sus memorias dan cuenta de un esquema de suministro constante de dádivas, préstamos y sobornos al partido y a los oficiales de las SS a fin de proteger su empresa. El respeto que la compañía mostraba hacia los judíos la sumió en el desprestigio.
Schindler negociaba con altos oficiales de las SS para salvar vidas, mientras se enfrentaba al peligro constante de ser enviado, él mismo, a un campo de concentración por ofrecer sobornos a funcionarios públicos.
Amon Göth fue el principal destinatario de los sobornos, que consistían principalmente de diamantes. La liberación de una mujer judía de Cracovia, que fue encarcelada por una violación menor al reglamento de control de cambio, tuvo un costo de 50.000 eslotis polacos en sobornos para el médico nombrado por las SS Dr. Sopp, quien luego proporcionó un informe médico que establecía que la paciente debía permanecer en un centro de salud. Una cirugía vital para otra mujer judía costó 14.000 eslotis para la compra de equipamiento médico en el mercado negro. Schindler dejó su lujoso apartamento y se mudó a una pequeña habitación al lado de su fábrica. Pasó nueve meses allí para estar atento a lo que ocurriera con el personal. Tenía la intención manifiesta de ‘sobrevivir con estas personas o perecer juntos en la lucha por este objetivo’.
Cuando en 1944 el Ejército Rojo avanzaba rápidamente, se le ordenó a Oskar Schindler evacuar su fábrica. Los 20.000 judíos atrapados en Cracovia iban a ser enviados a los campos de exterminio. A pesar de la oposición feroz y los grandes obstáculos, Oskar Schindler luchó encarnizadamente para obtener el permiso del Alto Mando del Ejército para trasladar a sus empleados judíos a una hilandería propiedad de los hermanos Hoffmann en Brünnlitz, Bohemia (actual Brněnec).
Dispuso de toda su fortuna y energía para salvar a todos los trabajadores judíos que le fuera posible: finalmente, la lista de Schindler contenía los nombres de 800 hombres y 300 mujeres.
“El desorden, la burocracia, la envidia y la malicia fueron obstáculos que hicieron que el traslado de mis judíos pareciera a menudo ilusorio y me llevara al borde de la desesperación”.
La fábrica de Oskar Schindler en Cracovia, 2011 |
Al cabo de alrededor de cuatro semanas, logró afortunadamente reunir a todos sus trabajadores judíos en Brünnlitz. Los sobornos, sin embargo, debían continuar. “Los altos funcionarios del gobierno, los jefes económicos, los líderes de las SS de Cracovia-Plaszow y Auschwitz, los muchos secretarios subalternos del Ferrocarril Oriental Prusiano, el departamento de armamentos, el Alto Mando del Ejército, los miembros de los comités especiales y de reasentamiento, todos querían su parte”. Oskar Schindler gastó grandes sumas para saquear el mercado negro y así conseguir mercancías que escaseaban, tales como cigarrillos extranjeros, schnapps, café verdadero, jamón. El campamento de trabajo de Brünnlitz también se tuvo que ampliar. El costo financiero que implicó la protección de los 1.200 judíos ascendió a un total de casi 2,7 millones de marcos imperiales.
La biógrafa de Oskar Schindler, Erika Rosenberg, cree que él llegó a este cálculo en 1945, a pedido del Comité de Distribución Conjunta, una organización de ayuda fundada en 1914 para los judíos que escaparon en Europa y Palestina. En reconocimiento por haber salvado a tantos judíos, el Comité de Distribución Conjunta se aseguró de que Oskar Schindler recibiera una pequeña compensación.
Durante la operación de rescate, Schindler mantuvo su entereza gracias a estar rodeado de sus amigos judíos. Le tenía un profundo agradecimiento a su contador, Itzhak Stern, con quien mantuvo un estrecho contacto hasta su muerte. Su esposa Emilie, también le ayudó a salvar a otros 107 hombres judíos que habían sido transportados en vagones de ganado desde Goleschau, un campo subalterno de Auschwitz, hasta Zwittau en enero de 1945. Mientras Oskar Schindler recibía a los hombres escuálidos en su campamento, su esposa condujo 200 millas para intercambiar dos maletas llenas de vodka por los medicamentos que los recién llegados necesitaban con desesperación.
Gracias a sus leales amigos judíos, Oskar Schindler pudo huir hacia el oeste cuando los soviéticos avanzaron sobre Zwittau, haciéndose pasar por uno de ellos. Uno de los judíos lo condujo en un camión hacia la ciudad de Ratisbona en Baviera, donde él y su esposa pasaron cuatro años.
Tras aceptar la invitación de algunos amigos judíos, Oskar Schindler y su esposa se mudaron a Argentina en 1949. Después de una serie de intentos fallidos por ganarse la vida en el nuevo país, le dejó a su esposa una granja avícola endeudada y regresó a Alemania Occidental en 1957 con el fin de enviarle respaldo financiero desde allí. Consideraba que el gobierno le pagaría una equiparación de cargas, una forma de compensación financiera para los alemanes que habían sufrido daños en su propiedad como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y sus secuelas. Entre 1962 y 1968, Schindler recibió pagos compensatorios por un valor de 177.651 marcos alemanes. Con dos tercios del pago cubrió deudas e impuestos; con el resto se hizo cargo de una fábrica de cemento y una cantera en Hochstadt, en el sudoeste de Alemania. Pero carecía de la solidez financiera necesaria para que la fábrica prosperara y se vio obligado a declarar la quiebra en el transcurso de un año.
Quince años después del final de la guerra, llegó a la triste conclusión de que la desnazificación había fracasado de manera estrepitosa cuando una oleada neonazi avanzó por todo el país.
Más de una vez fue víctima de ataques verbales e incluso físicos, y fue tildado de traidor por sus compatriotas. “Judío asqueroso, deben haberse olvidado de llevarte a la cámara de gas”, le gritó a su jefe uno de los trabajadores de la fábrica mientras lo golpeaba con una barra de hierro.
En los años siguientes, la salud de Oskar Schindler se fue deteriorando rápidamente. Si bien sus viajes anuales a Jerusalén, donde los judíos le rendían homenaje con entusiasmo, le levantaban el espíritu, su determinación de afianzarse en la sociedad, de a poco fue disminuyendo, dando lugar a una depresión aguda. Los premios que recibió poco hicieron para animar su estado de ánimo sombrío.
En 1962, plantó un árbol en la Avenida de los Justos, en Jerusalén y fue honrado por el estado de Israel con la distinción de Justo entre las Naciones. En 1966, fue condecorado con la Primera Clase de la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania. En 1967, Leopold Pfefferberg, un sobreviviente del Holocausto, creó el Fondo de los Sobrevivientes de Schindler. Más tarde ese mismo año, Oskar Schindler fue galardonado con el Premio de la Paz Martin Buber.