La Heroína Aurora 2021, Ruby Alba Castaño, es una activista de derechos humanos y es la fundadora de ASOCATDAME (Asociación de Campesinos Trabajadores Agropecuarios Defensores del Medio Ambiente del Meta) que trabaja para proteger los derechos de los campesinos colombianos que son objeto de persecución, desaparición forzada y desplazamiento. Hablamos con Ruby sobre su historia familiar y el gran amor que impulsa su misión.
La vida del campesinado
Soy hija de víctimas de guerras anteriores en mi país y eso me hizo comprender la situación que vivía mi familia, particularmente mi padre, que era campesino. Crecí casi en las montañas. Algunas organizaciones y sistemas organizativos se fundaron allí por los propios campesinos para satisfacer las necesidades que tenían las comunidades. Aprendí de eso y me enamoré.
En nuestro territorio había caminos muy rudimentarios, muy dañados y los campesinos los arreglaron. Cuando mi padre me llevó a las ciudades, vi que había otra forma de vida. Empecé a querer ser mejor, a organizarme, a transformarme. ¿Por qué no era mejor el camino? ¿Por qué no había escuelas? Quería estudiar. ¿Por qué no había centros de salud? Y así fue como empecé a meterme en el cuento.
Me di cuenta de que faltaban muchas cosas en la región. Empezamos a crear dinámicas sociales colectivas y con el trabajo que hacíamos allí, las cosas mejoraron. Entender las condiciones en las que vivíamos me facilitó en algún momento a involucrarme en ese liderazgo, en querer pensar en cómo cambiar las cosas para que fueran mejor.
Construir desde cero
El Estado no estaba allí. Había organizaciones de arroceros, cafeteros, entre ellos mi padre y también algunos ganaderos. Ellos eran los que buscaban acciones utilizando sus pequeños recursos para mejorar la vida de los campesinos. Como vimos que funcionaba, también lo usamos. Empezamos a apoyar a sectores minoritarios que participaron en la elección de representantes a las instituciones en los territorios.
Se trata de construcción y distribución. Primero, la construcción de estrategias organizativas de los procesos que establecimos como políticas internas que permitieran la distribución de la tierra de manera equitativa desde los propios campesinos. Esos territorios eran tierras baldías del Estado. Se construyeron centros de salud, escuelas, colegios, polideportivos y se mejoraron las rutas de acceso a esta región. Vi que esto realmente ayudó mucho.
Mientras tanto, trabajé junto con las organizaciones. Cuando se desató la guerra, vimos que los líderes más visibles que eran los adultos comenzaron a ser asesinados. En ese momento, éramos jóvenes. Seguí avanzando y tomé una de las banderas que portaban quienes habían sido asesinados.
Empezamos a hacer las denuncias. Pero también tuve que prepararme para ver cómo se iban a hacer esas denuncias para evitar que me judicializaran o caer en las dificultades de esa justicia compleja que existe a favor de quienes realizan la acción de la guerra. Entre ellos, las mismas instituciones y, de alguna manera, también los jueces y quienes están vinculados a la investigación y la acción.
El amor que mueve montañas
Es cierto que tengo miedo. La fuerza o la resistencia que pueda tener para responder a esto o para seguir con esto, es toda esa historia de dolor. Es una historia llena de injusticias. Pero sigo por la necesidad y el amor que tengo por mi territorio, por mi país, por mi familia, por la vida.
Eso hace que me “sacrifique” de alguna manera, entre comillas, porque eso no es un sacrificio para mí. Es mi trabajo. Me alegra hacerlo cuando veo que se evitó una muerte, un encarcelamiento, evitó que un joven fuera detenido y golpeado, evitó el asesinato de un campesino o facilitó la vida de otros campesinos o comunidades que viven en estos territorios en los que crecí, que conozco y sé cómo sufre la gente allí. Ejercer la defensa de los derechos humanos para mí no es un sacrificio. Creo que nunca ha sido un sacrificio.
Es algo que me gusta hacer. Es algo por lo que trato de recoger todas las herramientas que la ley, el derecho y también los principios de humanidad me dan para resguardar la vida. Creo que todos los defensores lo sentimos porque a veces nos exponemos a riesgos. No nos importa enfrentarnos a una persona armada para ir y decirle: “¿Por qué lo haces? Eso no debe hacerse. Estás causando mucho dolor al territorio”.
La forma de lo que está por venir
Veo un futuro muy incierto para mi país. Es un futuro donde los jóvenes solicitan la necesidad de una política mucho más inclusiva, mucho más beneficiosa para la población. Para el desarrollo necesitamos jóvenes preparados. Y ellos realizan una serie de acciones que visibilizan la necesidad o, más bien, los problemas y las deficiencias que vive el país.
Y eso es para que no se repita lo que hemos vivido. Que lo que pasa en Colombia no se repita o no haga revivir ese dolor a cada generación. Mi generación, mis compañeros, los jóvenes que vivían conmigo, que estudiaban conmigo, con los que caminábamos juntos, con los que trabajábamos en las organizaciones, éramos casi 800 alumnos. Si hay más o menos 100 vivos, eso es mucho. Fuimos perseguidos, asesinados, desaparecidos, procesados.
Ahora, hay un despertar. Creo que el trabajo de visibilización, de denuncias que hemos hecho durante muchos años en las plataformas sobre lo que sucede, también ha hecho que los jóvenes empiecen a mirar hacia allí. Pero las protestas, las marchas y los paros no las hacen solo los jóvenes. Hay una gran comunidad de campesinos, indígenas, afrocolombianos, trabajadores. Y ahora también hay jóvenes que es el fenómeno que se da en este momento.
Más de 3.000 personas fueron directamente beneficiadas gracias a la incesante defensa de Ruby Castaño por sus derechos territoriales. Para ayudar a valientes héroes de la actualidad como ella a continuar con su trabajo que cambia vidas, apoye a Aurora en auroraprize.com/es/donate.