EL PAPEL DE LA MUJER EN LA COMUNIDAD HUMANITARIA INTERNACIONAL

EL PAPEL DE LA MUJER EN LA COMUNIDAD HUMANITARIA INTERNACIONAL

La tan anticipada tercera sesión de los Diálogos Aurora 2016, moderada por Nancy Soderberg, ex-asesora conjunta del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos y ex-embajadora de la misión de los Estados Unidos en las Naciones Unidas, reunió un panel de excepcionales mujeres. Incluyó a dos de las finalistas del Premio Aurora; Marguerite Barankitse de Burundi, fundadora de Maison Shalom y el Hospital REMA y Syeda Ghulam Fatima, secretaria general de Bonded Labour Liberation Front Pakistán (BLLF). También se unieron la ganadora del Premio Nobel, Dra. Leymah Gbowee de Liberia y la Dra Josephine Kulea, una joven y enérgica activista de Kenia.

En su presentación, Nancy Soderberg compartió una observación perturbadora: inclusive si las mujeres del mundo fueran una parte más importante del discurso a nivel internacional, habría mucho más para hacer todavía para reducir las inequidades entre los sexos, así como las diferentes formas de discriminación. Las mujeres representan solamente el dos por ciento de los hacedores de políticas en el mundo, sólo el 17 por ciento de los Miembros del Congreso de los Estados Unidos son mujeres (en comparación con el 22 por ciento de los parlamentarios a nivel mundial) y sólo 24 países del mundo están gobernados por mujeres.  

Sin embargo, las mujeres juegan un papel vital en la resolución de muchos problemas. De acuerdo con Soderberg, cuantas más mujeres estén involucradas en los asuntos internacionales, más van a contribuir a resolver problemas como el acceso a la educación, la resolución de conflictos y el desarrollo socio-económico.

                                   La moderadora Nancy Soderberg

Las cuatro panelistas compartieron sus respectivas experiencias una por una. Marguerite Barankitse cautivó a la audiencia con su defensa vivaz por lograr mayor empatía hacia los más vulnerables, al tiempo que criticó el olvido por parte de la comunidad internacional y, de manera notable, la arrogancia de las Naciones Unidas. “A menudo queremos ayudar a los africanos, pero esta ayuda no puede ser efectiva si no escuchamos. En vez de verlos [a los africanos] como beneficiarios, debemos en primer lugar aceptarlos como parte de una sola familia, la de la humanidad”, insistió con convicción. De acuerdo a su forma de verlo, el desafío no es ayudar a estas personas, sino que es hacerlo al tiempo de permitirles mantener su dignidad.

                                    La panelista Leyma Gbowee

Leyma Gbowee resaltó que el mundo mira para otro lado cuando las mujeres no son parte del proceso de toma de decisiones. Esta mujer que es madre de ocho hijos fue testigo del coraje que demostraron las mujeres durante las guerras que azotaron a su país. “No somos mejores que los hombres, pero somos más consideradas. No se trata de nuestro ego, se trata del bienestar de nuestra comunidad”, dijo. 

Por su parte, la joven Josephine Kulea conmocionó al auditorio contando en primera persona su batalla por salvar a las niñas de Kenia del matrimonio infantil forzado y las prácticas de mutilación genital. Resaltó que de no haber tenido una madre que creía en la educación, probablemente no estaría en el panel de los Diálogos Aurora.

           La Galardonada con el Premio Aurora Inaugural, Marguerite Barankitse

Sin lugar a dudas, el punto más relevante del debate fue la explicación de Marguerite Barankitse acerca de los motivos por los cuales se transformó en activista. “Nací en un país que desde su independencia no ha sabido de nada más que de matanzas. Nací siendo una rebelde. Nací en el seno de una familia de profunda fe cristiana y mis padres me enseñaron generosidad sin discriminación. Me sublevé el día en que me di cuenta de que en la escuela no se enseñaban valores humanos. Y luego el mundo me estremeció un día, en octubre de 1993, cuando mataron a 60 miembros de mi familia. Si no fuera cristiana, creo que me habría suicidado. Pero logré superarlo y aprendí a perdonar a los asesinos porque, como dijo Jesús, ‘No saben lo que hacen’. No se esperaba que yo resolviera todos los problemas, pero el destino me llevó al día en que hombres de mi grupo étnico asesinaran a 72 personas que yo estaba protegiendo, entre ellos una amiga tutsi que se había casado con un hutu. Antes de morir, me dijo, ‘¡Te confío a mis hijos! Rodéalos de amor y cariño’ Fue en ese momento en el que me di cuenta de que mi misión era, en la creencia de que la nueva generación podría romper el ciclo de la violencia, afirmar que el amor es la religión común a toda la humanidad”.