Nacido en Port Jefferson, Nueva York, en 1876, Davis se graduó de la Universidad de Cornell, con el título de Licenciado en Filosofía en 1898. Continuó su educación en la Universidad de George Washington donde obtuvo el título de Licenciado en Derecho en 1904. Mientras estudiaba, trabajó como periodista y como políglota, hablaba varios idiomas: inglés, francés, alemán, ruso y español.
La carrera diplomática de Davis comenzó en 1912, cuando fue destinado a Batumi (por ese entonces parte del Imperio Ruso). En 1913, durante sus vacaciones, salió a hacer senderismo a través de Uzbekistán y las montañas del Cáucaso, escalando el monte Ararat el 7 de septiembre de 1913. Debido a sus modales, los cuales A.L. Gottshalk, responsable del consulado norteamericano en Batumi, describió como “toscos”, decidieron enviarlo a Kharberd (Harput), “una zona remota y no civilizada que no requería modales refinados”. De los 13 consulados estadounidenses que había en el Imperio Otomano, el de Kharberd, en el centro de las provincias armenias, era el más alejado. El vecino más cercano a Davis, en el plano geográfico, era Max Erwin von Scheubner-Richter, el vicecónsul alemán de Erzurum.
Vahe Hayk, Kharberd y su llanura dorada: Libro histórico, cultural y etnológico. Nueva York, Unión Patriótica de Kharberd, 1959. |
El 31 de mayo de 1914, Davis llegó a Kharberd, lugar que luego describiría en sus informes como la “provincia matadero”. En junio de 1915, las autoridades turcas comenzaron a arrestar en masa a los hombres armenios que habitaban en Kharberd. El 26 de junio, el gobierno emitió un decreto ordenando la deportación en masa de los armenios. El 1 de julio, la primera oleada de deportados armenios partió de Kharberd. “Aparentemente…los hombres, las mujeres y los niños fueron masacrados a cinco horas de distancia de aquí. De hecho, se cree que salvo un pequeño número de aquellos que fueron deportados durante los primeros días de julio, todos los que partieron de aquí fueron masacrados antes de llegar a la frontera del vilayato [provincia]”, escribió Davis.
Karapet Petrosyan, el intérprete del consulado y guardaespaldas de Davis, corroboró este informe. En 1923, Karapet, que él mismo fue sobreviviente del Genocidio, le escribió a Wilbur Carr, jefe de la Oficina Consular del Departamento de Estado: “Luego de algunos días se nos informó que las personas que habían sido deportadas fueron asesinadas a sólo unos pocos kilómetros de la ciudad. El cónsul Davis no podía creer eso, entonces él y yo salimos del pueblo a caballo y cuando estábamos a alrededor de cinco kilómetros de distancia, a ambos lados de la calle principal se podían ver los cuerpos sin vida. A los 25 kilómetros, vimos miles de cadáveres de hombres, mujeres y niños asesinados y en estado de putrefacción. El cónsul Davis comprendió entonces que el Gobernador tenía la intención de erradicar a la raza armenia del estado, por lo que comenzó a hacer todo lo posible por extender su protección hacia los ciudadanos que seguían con vida”.
Davis le envió un informe al Departamento de Estado expresando su estupor por lo ocurrido y su preocupación, como el único funcionario extranjero testigo de la tragedia. Comprendía que no podía detener la ola de violencia, pero decidió salvar al menos a algunas personas del destino atroz de sus vecinos.
Refugio consular
Como respuesta al esquema de exterminio de la población armenia, Davis organizó un refugio en el enorme edificio del consulado de Estados Unidos.
Desde los primeros días de las deportaciones en masa, intentó alojar a la mayor cantidad de armenios posible.
“Lo importante ahora es mantener a la gente con vida y luego ayudarles a dejar el país lo más pronto posible. Sin embargo, no hay forma de saber qué otras medidas se van a tomar en contra de los pocos sobrevivientes que quedan aquí y la dificultad, en las condiciones actuales, de salvar a algunos de ellos, en caso de emergencia, de los degolladores de esta región es tal vez mayor de lo que se puedan imaginar aquellos que viven en lugares más civilizados”, le escribió Davis al embajador estadounidense en Constantinopla Henry Morgenthau el 30 de diciembre de 1915.
Davis arriesgó su propia vida para esconder a alrededor de 80 armenios en el edificio del consulado estadounidense.
El consulado y el terreno donde estaba emplazado eran amplios y estaban bien fortificados. Había alrededor de 40 armenios viviendo en los jardines. Los niños tenían la instrucción estricta de no hacer ningún ruido. Los hombres se escondían en el depósito durante el día y sólo salían a tomar aire fresco a los jardines cuando caía la noche. Todos estaban aún en peligro porque los habían marcado como “firari” – vagos y pecadores. “El crimen del cual eran culpables era de huir de las masacres cuando no habían cometido ningún tipo de delito, algo que parecía ser casi justificable. Sin embargo, durante muchos meses, las mujeres y los niños, al igual que los hombres, eran localizados por la policía como desertores y arrestados despiadadamente”.
El mismo Davis organizó el aprovisionamiento de los armenios. Utilizó sus contactos y su influencia diplomática para obtener documentos del “vali” [el gobernador de la provincia], a fin de permitirles a los armenios partir hacia Estados Unidos.
Salvaguardando los tesoros
Los armenios que encontraron refugio en el consulado estadounidense le entregaron a Davis su dinero, sus joyas, sus títulos de propiedad y sus contratos de seguros de vida. Cuando la situación empeoró, los misioneros extranjeros de la provincia también fueron amenazados y le pidieron a Davis que protegiera sus objetos de valor. “Durante mucho tiempo tuve alrededor de 200.000 dólares en oro, aunque la mayor parte del tiempo mis “cavasses” [agentes armados] estaban fuera y yo me preguntaba qué pasaría si se lanzara un ataque contra el consulado cuando yo estaba solo allí”.
El gobernador le ordenó a Davis que le entregara todos los objetos de valor de los armenios que estaba resguardando, pero él se negó y los mantuvo a salvo hasta que partió del Imperio Otomano en 1917.
Como lo indica su informe, el cónsul les devolvió la mayor parte de sus posesiones a los dueños legítimos antes de dejar Kharberd. Otra parte del dinero fue entregado a los misioneros daneses, mientras que los contratos de seguro fueron confiados a un misionero alemán llamado Ehmann. Davis luego se llevó el resto del dinero a Estados Unidos para distribuirlo entre los familiares de los propietarios.
Vahe Hayk, Kharberd y su llanura dorada: Libro histórico, cultural y etnológico. Nueva York, Unión Patriótica de Kharberd, 1959. |
Además de albergar a los armenios en el consulado, Davis organizó la asistencia financiera para los sobrevivientes del Genocidio que estaban escondidos en otras partes de la provincia, en las montañas y en los pueblos saqueados. Se convirtió en una suerte de intermediario entre los refugiados armenios de Harput y sus parientes en Estados Unidos. Éstos últimos le enviaban dinero al consulado y Davis, a su vez, se lo hacía llegar a los refugiados en sus escondites.
El cónsul estadounidense había establecido conexiones en diferentes partes de la provincia – incluso en Malatya y Arabkir – donde los armenios le hablaron acerca de sus familiares que habían sobrevivido las masacres. Davis también colaboró con los residentes kurdos de Dersim, manteniendo correspondencia con los armenios que habían encontrado cobijo allí. Los carteros kurdos llevaban las cartas en sus zapatos.
Davis se interesó también por la suerte que corrieron los sobrevivientes armenios de las provincias vecinas de Diyarbakir y Sivas (Sebastia). Describió que les realizaba pequeñas transferencias bancarias a los armenios que conocía en esas zonas, sabiendo que si obtenía un recibo de la transacción, eso significaba que sus conocidos estaban aún con vida.
Incansable e intrépido
En 1917, luego del ingreso de Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial, Davis volvió a su hogar. Sin embargo, continuó ayudando a los armenios. Muchos armenios oriundos de Harput se habían ido a Estados Unidos antes del Genocidio con el propósito de encontrar trabajo. Con la autorización del Departamento de Estado, Davis se contactó con muchos armenios estadounidenses de Harput que estaban preocupados por el destino de sus familiares. Les proveyó toda la información que pudo sobre el paradero de los sobrevivientes y les ayudó a localizarlos.
En 1915 y 1916, durante el período más violento del Genocidio, el misionero estadounidense Henry Riggs estaba tan impresionado por el coraje del cónsul Davis, que lo mencionó en una carta dirigida a Wilbur Carr, jefe de la Sección Consular del Departamento de Estado, en diciembre de 1917. “El Sr. Davis era incansable, intrépido y tenía tacto, a tal punto que salvó muchas vidas que de otro modo se hubieran sacrificado, aunque durante todo ese tiempo, las autoridades locales insistían en negar el derecho técnico que tenía el cónsul a interferir, de la manera que fuera, en los ‘asuntos internos’ turcos”.
Leslie Davis continuó su actividad diplomática hasta 1941. Antes de jubilarse trabajó en Oporto, Zagreb, Patras, Lisboa y Glasgow. Murió el 27 de septiembre de 1960 en Pittsfield.