León Carlos Arslanian

León Carlos Arslanian

León Carlos Arslanian es una importantísima figura de la escena nacional Argentina y una de las personalidades ilustres de la colectividad armenia local. Abogado y ex juez, fue quien presidió el tribunal del histórico Juicio a las Juntas militares. Fue Ministro de Justicia de la Nación, presidió el Instituto de Política Criminal y Seguridad de la Provincia de Buenos Aires y fue Ministro de Justicia y Seguridad de la Provincia de Buenos Aires.
 

Cae el sol en la Ciudad de Buenos Aires y los autos se precipitan en la mítica Avenida 9 de Julio. Mientras tanto, en una oficina con ventanales que la resguardan de los ruidos, se han reunido tres de los primos Arslanian; León Carlos, Vahakin y Rita, para rememorar cien años de historia familiar.

Su huella en la historia

Con la recuperación de la democracia luego de la dictadura militar que azotó la Argentina, en 1985 se realizó el juicio a las Juntas Militares que llegaron al poder tras el golpe militar de 1976, por sus gravísimas violaciones a los derechos humanos. Tras el fallo, los dictadores fueron condenados a reclusión perpetua. La sentencia del juicio, leída por León Carlos Arslanian en su carácter de presidente del tribunal,  fue vanguardia en su época y se convirtió en un hito histórico internacional. 

León Carlos, argentino descendiente de armenios, conectó la historia de dos países lejanos; uno asolado por un genocidio y el otro, por una sangrienta dictadura. “Acepté el desafío y asumí los riesgos que eso implicaba. Fue muy simbólico, me permitió establecer esta relación tan profunda y subterránea con lo sucedido con los armenios”, cuenta.

Arslanian tiene una larga trayectoria en la lucha por los derechos humanos y se vio fuertemente influenciado por la historia de su familia paterna: “Hay un mandato que me ha ido determinado y lo vi altamente realizado en el juicio porque reviví en la recreación de ese pasado argentino, una historia lacerante de todo un pueblo. Esto de ir por los derechos humanos, el interés por la cultura, por las cuestiones sociales, por la política misma, son mandatos familiares profundos que tienen gran carga genética”.

                             Vista de la ciudad de Aintab

La herencia paterna

Levón Arslanian, padre de León Carlos, era el segundo de cinco hermanos. Nació en 1902, en el seno de una típica familia armenia de Aintab (actualmente Gazintep, Turquía). Su padre, Garabed, era comerciante de seda y alfombras; falleció a los 35 años, por problemas de salud. Su madre, Epruhí Vochgezenian fue quien quedó al cuidado de sus hijos.

En 1915 ya se había puesto en marcha el plan sistemático de exterminio de los armenios en el Imperio Otomano y se había iniciado su deportación hacia los desiertos en las tristemente conocidas “caravanas de la muerte”.

En este contexto de matanzas y desolación, Epruhí y su pequeña hija perecieron. Pero gracias a la ayuda de un tío, los cuatro hermanos, Artín, Levón, Nubar y Pyuzand lograron escapar a Alepo, Siria.

Los hermanos permanecieron en un orfanato de la localidad siria y, al cabo de dos años, los más grandes, Artin y Levón, de 17 y 15 años, fueron hacia Beirut, donde uno aprendió el oficio de sastre y el otro, el de zapatero. Tiempo después, la vida les ofrecía otro destino. Con la asistencia de la Cruz Roja Internacional, lograron obtener el Pasaporte Nansen y, tras una travesía en Francia e Inglaterra, tomaron el buque “Darro”, que en 1923, los dejó en el puerto de Buenos Aires.

Sus otros dos hermanos continuaron su vida en el orfanato, hasta que en 1927, con la ayuda de Artín y Levón, también llegaron a la Argentina.

 

De Aintab a Buenos Aires

Argentina era uno de los países que recibía a los inmigrantes con los brazos abiertos, ya que la inmigración era una política de estado. “El fenómeno inmigratorio en Argentina estaba muy bien organizado, había leyes que la regulaban y se había generado ese gran espacio en el puerto llamado Hotel de Inmigrantes. Allí permanecieron mi padre y mi tío”, cuenta León Carlos.  Vahakin Arslanian, hijo de Artín, rememora: “Luego, la Cruz Roja los alojó en una casona con pisos de listones de madera donde también había una caballeriza. Una noche el tío Levón estaba llorando; llevaba una gran carga de angustia. Habían pulgas en el lugar donde dormían y otras adversidades, pero lo único que expresaba era que los caballos hacían mucho ruido”.

                              León Carlos Arslanian y su esposa Isabel Rosas

A pesar de las dificultades y el triste pasado, los hermanos se mantuvieron unidos y no se dejaron vencer. Con trabajo y dignidad lograron prosperar y formar sus propias familias en el nuevo país que les dio la bienvenida. Transmitieron valores a sus hijos y transformaron adversidad en prosperidad. Y es que eso, es el poder de la resiliencia. “Ni papá ni el tío Levón, nunca vivieron de la dádiva de nadie”, dice Vahakin y relata una verdadera enseñanza:

“Ellos todavía no trabajaban y hacía dos días que no comían. Se encontraron con un vendedor ambulante de bananas, pero no sabían cómo explicarle que no tenían con qué comprarlas. Aún así se las arreglaron para canjeársela por algún elemento que traían consigo. Jamás pidieron plata ni robaron”.

Levón Arslanian, padre de León Carlos, comenzó a trabajar en un taller de sastrería y al poco tiempo logró establecer su propio local, donde estuvo toda su vida comercial. “Fundó una familia muy linda, con tres hijos y ocho nietos. Una familia de la que seguramente estaría extraordinariamente orgulloso”, concluye León Carlos.

Artín Arslanian, padre de Vahakin y Rita, también se dedicó al comercio. Tenía un local donde primero trabajó como zapatero y luego lo fue reconvirtiendo en un local de artículos deportivos.

Construyeron su vida sin mirar hacia el pasado, pero sabiendo de dónde venían. “Ellos no contaban nada de lo sucedido, no querían hablar de eso”, dice León Carlos. “Ellos eran chicos cuando sucedió todo. Entre que fueron huérfanos y no tenían quien los cobijara, prefirieron olvidar antes que rememorar”, concluye Rita, hija de Artín y hermana de Vahakin.

                            Foto familiar: León Carlos Arslanian (atras), rodeado de familiares

Eso que llamamos diáspora
En Buenos Aires, la flamante colectividad armenia estaba en plena formación. Miles de refugiados llegaban en búsqueda de paz y prosperidad y, con el tiempo, fundaron las diferentes instituciones que hoy conocemos. La construcción de la Catedral San Gregorio el Iluminador fue una de las claves. “Ahí se conocían los armenios que llegaban, eso les permitió mantener la identidad, conocer mejor sus orígenes, preservar parte de la historia”, cuenta León Carlos.  “La iglesia, junto con el Centro Armenio, cumplió un rol excepcional. No sólo mantuvo unida la colectividad, sino que además fue un gran vehículo de cultura”.

Paulatinamente, se conformaron pequeños barrios armenios, se fundaron instituciones, escuelas y clubes que eran centros de reunión y de celebración de la riqueza cultural que portaban los armenios.

“Siempre está el vínculo, el relato, la referencia. Esto está íntimamente ligado al recuerdo, la recuperación de la memoria. Lo diaspórico es sumamente duro. Es algo que te compele a la búsqueda de la raíz porque es el modo de sujetarte y generar alguna base de reconstrucción de tu pasado, de tu identidad, de tu vida”, afirma León Carlos.

La diáspora es el anhelo de mantener, mas allá de cuestiones territoriales y distancias físicas, esa patria que fue arrebatada. Y, con palabras que guardan grandes enseñanzas, León Carlos explica que “Por eso, la diáspora es tan importante como la patria”, y con su voz pacífica concluye: “La armenidad es un modelo importantísimo de voluntad, de sentido del progreso, de crecimiento. En todos los lugares, por más pequeños que sean, hasta las grandes capitales, uno ve cómo la armeniadad refulge, es como si fuera un brillante que está dando luz. Y eso es tan armenio”.

A pesar de haber nacido en la Argentina, a más de 15.000 km de la Madre Patria, León Carlos creció escuchando historias sobre esas tierras ancestrales y todo era relato hasta que se convirtió en realidad. “La primera vez que fui a Armenia sentí mucha emoción. Buscaba mis orígenes, quería identificarme con el suelo, quería buscar cada objeto o cada lugar donde podía sentir la presencia de mi padre y mi familia. Fue una experiencia maravillosa. Armenia impacta”, afirma Arslanian. 

Y así, reunidos alrededor de una mesa, León Carlos, Vahakin y Rita Arslanian hacen que la vorágine cotidiana de la metrópoli se detenga un instante y traen al presente historias de vida ejemplares, muestran su gratitud al país que acogió a sus padres y con su reluciente trayectoria demuestran que son la herencia viva de la resiliencia y el batallar del pueblo armenio.

 

Vahakin Arslanian es hijo de Artín Arslanian. Es ingeniero electrónico con un posgrado en ingeniería en sistemas y es un exitoso empresario que pasa su tiempo  entre Buenos Aires y Dallas, EUA.

Rita Arslanian es hija de Artín Arslanian. Es Licenciada en Relaciones Internacionales y, actualmente, se encuentra cursando el profesorado de música, una “cuenta pendiente”, como lo califica ella.

La historia fue verificada por el Equipo de Investigación de 100 LIVES.