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Kip Hagopian

Kip Hagopian

Kip Hagopian aprendió el valor del trabajo arduo a una edad temprana. Desde que tenía cerca de diez años, pasaba veranos enteros trabajando en la finca de su tío Soak, en las proximidades de Fresno, California. Allí fue donde se instalaron los padres de Soak, tras emigrar de Armenia Occidental, en el Imperio Otomano, a comienzos de siglo.

“Soak se ocupaba de su finca y yo la recorría con él. A menudo me hacía hacer trabajos manuales: irrigar el algodón y la remolacha azucarera y realizar cualquier otra tarea que me encomendara. A los 12 años ya manejaba un tractor y cortaba y rastrillaba la alfalfa. Pasar el día sentado en un tractor es un trabajo arduo, pero para un niño de mi edad era emocionante. ¡En esa época no existían las leyes contra el trabajo infantil!”, dice Hagopian.

Soak cultivaba alfalfa para enriquecer el suelo y así eventualmente cumplir su sueño de cultivar uvas. Años más tarde, se convirtió en el viticultor más importante de California. Cuando murió, en honor a sus padres, dejó su estancia valuada en 15 millones de dólares a un fondo que les aseguraba una educación universitaria a todos los descendientes de sus padres. 

 

Soak sobrevivió al genocidio gracias a que sus padres tomaron la decisión de partir de armenia.

 

A la edad de 24 años, el abuelo de Hagopian, Khachik, guió a su esposa Aghavni y a sus parientes y amigos —30 personas en total— a lo largo de cientos de kilómetros desde su aldea hacia el mar Negro, donde abordaron un buque de carga con destino a los Estados Unidos. Emprendieron su escape después de la muerte del padre y del hermano de Khachik y de los cinco hermanos de Aghavni, en las masacres precedentes al Genocidio Armenio a manos de las autoridades otomanas en 1915. “Partir hacia Fresno suponía un gran riesgo para todos”, recuerda Hagopian. “Para cuando la familia llegó, no tenían dinero. Se habían gastado sus últimas monedas en el tren que los llevó de Ellis Island a California”.

 

El padre de Hagopian y hermano mayor de Soak, Ralph, era ambicioso y emprendedor como Soak. Comenzó conduciendo un camión al poco tiempo de terminar la secundaria y luego de años de trabajar arduamente, ahorró suficiente dinero para abrir su propia empresa de camiones con su esposa Juanita, como única vendedora. “En 1983, cuando mi padre murió, le dejó a mi madre 1,5 millones de dólares, que equivaldría a unos 3 millones de dólares hoy. Nada mal para alguien sin educación, que no hablaba inglés cuando empezó el jardín de infantes”, piensa Hagopian.   

 

Soak, Ralph y Juanita no podrían haberle dado al joven hagopian una mejor oportunidad de vida.

 

Desde entonces, se esforzó en su trabajo y logró prosperar. Construyó una carrera de 30 años en el rubro de inversión de capitales de riesgo en tecnología de avanzada. Hagopian cofundó Brentwood Associates, un grupo de capitales privados y capitales de riesgo que, con sus varias empresas sucesoras, aún maneja muchos miles de millones de dólares. Bajo el liderazgo de Hagopian, Brentwood fue uno de los inversores iniciales de Apple Computer y de otras empresas líderes en tecnología de punta. 

 

Hagopian también se aventuró en la industria cinematográfica con la creación de Segue Productions Inc. en 1991, que desarrolló y produjo dos largometrajes. Fue el productor ejecutivo de “Restoration” (“Restauración”), con Robert Downey Jr., Meg Ryan y Hugh Grant. La película ganó dos Premios Oscar. Asimismo, fue uno de los productores de “Ransom” (“Rescate”), protagonizada por Mel Gibson, que recaudó 350 millones de dólares alrededor del mundo - aproximadamente 600 millones de dólares al precio actual de las entradas.

En el inicio del auge de las empresas puntocom, Hagopian cofundó y presidió el directorio de una empresa de Internet, que le hizo ganar a él y a los inversores una considerable suma de dinero.  

El interés por su herencia armenia y su éxito empresarial llevaron a Hagopian a revisar la economía armenia. “Armenia es un país con dificultades, que presenta un crecimiento esporádico”, dice frunciendo el ceño. “Su PBI per cápita es muy bajo, ronda los 6.200 dólares, que equivale a alrededor de un octavo del PBI de Estados Unidos. En gran parte el problema es que el país tiene índices muy bajos de libertad económica, que en general se debe a una excesiva regulación. Si Armenia no tiene una verdadera economía de libre mercado, ¿cómo podrá prosperar?”, pregunta.

“Demasiados jóvenes armenios votaron con sus pies y dejaron el país. La población actual es de sólo tres millones, comparada con los ocho millones de la diáspora. Se necesita revertir esta tendencia para que el país prospere”.

Hagopian cree que los armenios tienen un talento innato.

“Somos muy laboriosos; compartimos un espíritu emprendedor y de trabajo y somos autosuficientes y resilientes. Quizás eso viene de nuestra historia. Sentimos que estamos solos en el mundo y que tenemos que arreglárnoslas solos. No queremos depender de nadie”.

¿Consideraría prestar su experiencia empresarial para ayudar al gobierno armenio? Después de todo, está prácticamente jubilado y cuenta con más tiempo libre. Hagopian sonríe: “No. Lo que necesita Armenia son verdaderos economistas. Hay muchos economistas excelentes allí y conozco a algunos de ellos, así que podría ayudar. Pero yo no sería la persona adecuada. Uno tiene que reconocer sus limitaciones”. 

 

La historia fue verificada por el Equipo de Investigación de 100 LIVES.