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Garabed Betlehemian

Garabed Betlehemian

En 1914 la familia Betlehemian, originaria de Stanos (Stanoz, actualmente Zir, Turquía), se encontraba en Ankara, pues Kalust Betlehemian, político armenio local, estaba trabajando allí. Lo acompañaban su esposa Maryam Bulbulian, sus dos hijos Hovannes de 8 años, María de 3 y, el 15 de junio nació su hijo Garabed.

Concluida la misión de Kalust, en 1915 la familia volvió a Stanos. Pero la situación de la región había cambiado: recrudecía la violencia y la intolerancia hacia los armenios crecía cada día. En el mes de abril, los gendarmes turcos comenzaron a reclutar a los líderes armenios religiosos, políticos e intelectuales. El objetivo era dejar al pueblo sin conducción, para luego finalizar su macabro plan sistemático de exterminio. Uno de esos días, los gendarmes tocaron la puerta de los Betlehemian: el próximo en su lista era Kalust. Se supo en el pueblo que lo tuvieron preso algún tiempo y luego lo asesinaron. Maryam y sus tres hijos fueron desalojados de su casa como tantas otras familias armenias. El pretexto era que se avecinaba una guerra y querían resguardarlos, pero la realidad fue otra: fueron enviados al desierto donde probablemente morirían ejecutados, de inanición o simplemente no sobrevivirían. No quedaba otra que emprender la larga y dolorosa caminata. Ya en el desierto, cuando parecía que el destino sería la muerte, se encendió la luz de la esperanza y con ayuda de otros armenios lograron escapar. Pudieron llegar a Estambul, donde sabían que al menos por un tiempo estarían a salvo, ya que al haber presencia de organismos internacionales, las matanzas de los armenios no sería un asunto tan simple. En esa ciudad vivía la hermana de Maryam junto a su familia y gracias a ellos consiguieron establecerse allí.

Maryam debía enfrentar la vida a pesar del horror y criar a sus hijos. De algún modo, ella trataría de sobrevivir,

pero para asegurar los cuidados necesarios y la educación de sus hijos, pensó que la mejor opción sería que los varones entren en un orfanato; así podrían tener comida todos los días y acceso a la educación. Pero ¿cómo lograría eso si ellos no eran huérfanos? Maryam tomó coraje y decidió hacerse pasar por una tía de los pequeños y llevarlos al orfanato de origen francés St. Joseph en Pera, (hoy, distrito de Beyoglu, Estambul). Las autoridades del lugar expresaron que no había cupo para ambos y solo podían admitir a uno de ellos. Como Hovannes era mayor, fue el primero que ingresó y permaneció allí hasta que cumplió trece en 1919. Al tiempo de salir, junto a su primo Dikran (hijo de la hermana de Maryam), tomaron un barco y cruzaron el océano; iban rumbo a la tierra de la prosperidad: Argentina.

Ahora el orfanato ya podía aceptar a otro miembro de la misma familia: era el turno de Garabed. En Saint Joseph Orphelinat, los internos recibían educación y aprendían oficios; él aprendió a trabajar la tierra. Permaneció en el establecimiento hasta 1926, cuando Maryam decidió ir también a la Argentina.

Hoy, St Joseph's Orphelinat se sitúa en la calle Bogazkesen. El edificio está en pie, con un deterioro notable, y ya no alberga chicos: es un negocio de estatuas de mármol y decoración para jardines. El paso del tiempo se hace notorio, pues fue moldeando la figura de las letras que formaban el nombre de lo que fue el hogar de miles de niños salvados de la muerte. La silueta de las letras evidencia la existencia del establecimiento francés y del horror que se vivió a principios del siglo XX.

 

Nuevo comienzo

En 1927 los Betlehemian se establecieron en el barrio de Palermo, cuna de los armenios en Argentina. Garabed había aprendido algo de español en el orfanato, pero tenía que seguir estudiando en una escuela estatal. Para continuar en cuarto grado, rindió con éxito un examen de equivalencias. Ya en la secundaria, preparó para rendir libre el cuarto año y lo logró una vez más. Garabed quería entrar en la facultad de medicina, pero su hermano mayor le sugirió que no podía estudiar una carrera que demandase tanto tiempo, pues debía trabajar. Así fue que aprendió el oficio de sastre, al igual que sus hermanos.

En 1933 conoció a Arshalois Mateosian, una joven armenia que había llegado a la Argentina escapando del horror. Casualmente, también había nacido en Stanos y había vivido en Estambul en el mismo momento que Garabed.

Cosas del destino, que ambos jóvenes se cruzaron en la lejana América del Sur.

Ella tenía tan solo trece y él diecinueve. Cinco años más tarde se comprometieron y cuando Arshalois cumplió los veintiuno, se casaron y tuvieron tres hijos: Ana María, Silvia y Carlos.
Garabed y Arshalois continuaron trabajando en el taller de sastrería que ya contaba con maquinaria y algunos empleados, pero él aún soñaba con ser médico. Ya era 1953 y Garabed estaba decidido a cumplir ese sueño. Así fue que con 37 años se anotó en la Universidad de la Plata. Luego de seis años, con su esfuerzo, el apoyo de Arshalois y la ayuda de sus hijos, Garabed se recibió de médico, profesión que ejerció a partir de entonces.

Atrás habían quedado los años de tanto horror y muerte. Gracias al Orfanato St. Joseph los hermanos Betlehemian habían sobrevivido y lograron encontrar una tierra próspera donde seguir sus destinos, concretar sus sueños y agrandar la familia.

En 1969 Ana María se casó con Rubén Menini y tuvieron tres hijos: Marcelo, Verónica y Ana Laura. A su vez, Silvia se casó en 1979 con Mario Mardirosian, quienes también tuvieron tres hijos, Andrés, Mariana y Cecilia. Carlos, se casó con Isabel Mardirosian, hermana de Mario.

La descendencia de Garabed no concluye aquí, pues nacieron quienes serían sus bisnietos: Micaela y Camila, hijas de Marcelo Menini; Santino, hijo de Verónica Menini y Sofía y Emma, hijas de Andrés Mardirosian, quienes hoy constituyen la tercera generación en Argentina. 

 

El paso del tiempo nos trae al presente

Ana Laura Menini, nieta de Garabed Betlehemian, es Consultora en Informática y actualmente vive en Londres. Siempre tuvo una gran pasión y curiosidad por sus raíces y la historia de sus abuelos y desde chica quiso caminar con sus pies las mismas calles que caminaron ellos, ver con sus ojos los paisajes que vieron ellos e inmortalizar su historia.

Así fue que en 2013, junto con su novio Sebastián, emprendió la travesía hacia lo propio, hacia sus raíces: hacia la búsqueda de una parte de su historia familiar.

“Hacía tiempo tenia muchas ganas de ir a ese lugar y a ese famoso Yenikent que alguna vez fue Stanos. Sin embargo, de Stanos ya no queda nada, está completamente construido. Estambul, en cambio, siempre me llamó más la atención porque fue el lugar donde mis dos abuelos vivieron en edades conscientes.

Apenas el avión aterrizó en Turquía no pude contener las lágrimas de emoción. La sensación fue muy encontrada.

Primero, porque la gente en Turquía es muy amable. Si bien conozco muchos turcos muy amables en Londres, cuando uno escucha las historias, la palabra "turco" pasa a ser casi como un insulto y todo lo que cae bajo ese nombre es la descripción de los bárbaros que masacraron a los armenios y no esa gente cordial. Por otro lado, ver tantas mezquitas y mujeres tapadas con burka, me hizo recordar quiénes ganaron aquella batalla. Me chocó mucho ver por todas partes la bandera turca y la cara de Atarturk, uno de los responsables de la muerte de tantos armenios. Sin embargo, los rostros de la gente me resultaban tan familiares... no lo podía creer. Encontré la cara de mi abuelo en muchos señores viejitos, la cara de mi tío Mario y también, cuando fuimos a la costa vi nenas jugar en la playa que eran idénticas a mis primas Cecilia y Mariana.

No pude evitar llorar de la alegría cuando encontré, primero, la iglesia anglicana donde bautizaron a mi abuela y luego, todavía más emoción cuando encontré el orfanato francés, casi de casualidad.  

Estando frente a la puerta del orfanato, vi que estaba entreabierta, así que solo metí el celular por la rendija y saque una foto para ver qué había del otro lado. Se llegaba a ver un pasillo, las ventanas de lo que serían las aulas o habitaciones y a la izquierda había un jardín bien verde. Me dije a mí misma "tengo que entrar como sea". Asbrí la puerta y sin querer desperté a un obrero que dormía justo arriba de unas bolsas de cemento. En vez de enojarse, el obrero fue a preguntar si alguien hablaba inglés. El otro hombre tampoco hablaba y cuando vio mi cámara dijo "no photos", pensando que quería copiarle alguna de sus obras de arte. ¡Lo que yo realmente quería era ver ese lugar! Así que entré aceptando la condición y vi a la izquierda un sector que parecía haber sido una huerta y enseguida me acordé de las palabras de María, la hermana de mi abuelo. Ella contaba que cuando iban a visitarlo con su mamá, el orfanato tenía una huerta y Garabed siempre tenía la quinta más linda. Entré, di una vuelta, vi que había una oficina, di otra media vuelta y me fui. Me sentía feliz de haber pisado ese lugar, aunque sin ninguna foto”. 

Gratitud

“Quisiera agradecer a las personas que de algún modo ayudaron a mis abuelos y sus familias a salvarse, les facilitaron los medios para educarse y como ellos decían, a mi país, Argentina por haberlos recibido y darles la oportunidad de rearmar sus vidas. Agradezco a mis abuelos porque sin ellos no seria quien soy. Por demostrarme que todo es posible, a pesar del dolor y los medios tan acotados. Les agradezco por no dejarse vencer y salir adelante, por haber tenido la capacidad de soñar con un mundo mejor, por habernos dado todo lo que a ellos les quitaron. Por luchar por su familia y mantener la identidad armenia que intentaron borrarles. Después de ver fotos de Stanos, lo que era y lo que hoy ya no es, agradezco a mis abuelos por la fortuna de tener esta vida. Por ellos mi herencia armenia es parte de mis valores, de mi identidad y de la historia que unos dementes intentaron hacer desaparecer. Hoy, tengo ganas de contar y compartir esta historia porque siento que no hicimos suficiente por ellos. La intención es que todos estos apellidos armenios vivan en nuestra memoria para siempre y no olvidar. Si hoy estamos contando estas historias quiere decir que el Imperio Otomano no pudo ganarnos”.

Cecilia Mardirosian también es nieta de Garabed. Es contadora y actualmente reside en París. Participó también de la reconstrucción de la historia de sus abuelos y compartió su agradecimiento con 100 Lives.

“Mi agradecimiento es general, porque es a todos los países que abrieron sus puertas a nuestras familias que, huyendo para salvarse y salvar su descendencia, llegaron a la lejana Argentina. Llegaron sin un centavo en el bolsillo pero el país les dio un espacio, un futuro a ellos y a nosotros. Gracias a esa posibilidad mi abuelo se educó, trabajó y lo más importante, encontró al amor de su vida. También hay que agradecer a las familias armenias que ya se encontraban en Argentina que los recibieron y los ayudaron.

Expresarles gratitud a todos esos armenios que huyeron, por no darse por vencidos, porque sin su lucha nosotros no existiríamos.

También agradecerles a mis abuelos, porque gracias a ellos mi familia es lo que es.

En cuanto a mi herencia armenia, es algo así como cuando uno va a otro lugar y al  escuchar un apellido terminado en "ian” surge la necesidad de decirle ‘¡Yo también soy armenio!’: es eso... es sentir que vayas donde vayas y encuentres un armenio te sentís en familia. Tengo mi familia armenia acá en Francia, la familia de mi novio y gracias a ellos me siento como en casa. Será nuestra historia en común, será nuestra comida, uno sabe que somos todos armenios y que nuestras familias pasaron por lo mismo. Y eso, quieran o no, nos identifica y nos une.

Me gustó la idea de contar la historia porque me hizo volver a la búsqueda. Junto con mi prima terminamos de reconstruirla con datos que aportaron mi mamá y mi tía y pensé ‘quiero que esta historia sea contada. Mis abuelos fueron dos personas inmensas, ¿cómo no hacerlo?’. Además, me parece justo que los que no son armenios sepan todo lo que vivimos como pueblo. Poder agradecer es una buena iniciativa para dejar de ser siempre víctimas. El tiempo pasó, ahora hay que seguir adelante. Necesitamos recordar y no olvidar, pero agradecer también es muy bueno y, por eso, les agradezco esta oportunidad”.

La historia fue verificada por el Equipo de Investigación de 100 Lives