Por Erik-Jan Zürcher
En conmemoración al centenario del Genocidio Armenio, creo necesario que alguien como yo, que se reconoce historiador de Turquía del siglo XX, hable abiertamente del tema.
En primer lugar, hay razones morales y éticas. Los historiadores de finales del Imperio Otomano y Turquía del siglo XX son particularmente responsables. No podemos permitir que la situación continúe igual a como yo la viví como alumno y como joven profesor universitario en las décadas de 1970 y 1980, cuando, a pesar de que fuera de nuestra área de estudio, el Genocidio había sido objeto de investigación histórica durante 50 años, teníamos poco conocimiento de lo que había ocurrido en 1915. Nuestros libros de texto sólo mencionaban los hechos como una nota al margen de la historia, si es que acaso lo hacían, y nunca se lo definió como “genocidio”. Nuestros profesores nunca lo discutieron.
Sin embargo, no es sólo un problema de orden moral. Los historiadores especializados en Turquía también tienen una opción. Ahora que los delineamientos y muchos de los detalles del Genocidio están bien definidos por medio de la investigación histórica basada en documentación original y versiones de testigos presenciales, hay, a mi entender, dos áreas en las que dichos especialistas en historia turca pueden contribuir y mucho para alcanzar una mejor comprensión de los hechos, en base a fuentes turcas. La primera área es la de las causas y motivos. Es en este momento de la historia que reconocemos que tanto los acontecimientos a largo plazo (la popularidad del Darwinismo social, el militarismo, la problemática de reformas y disputa de tierras, la migración en masa de refugiados musulmanes) y los acontecimientos a corto plazo (el fracaso otomano en la Guerra de los Balcanes, el estallido de la Primera Guerra Mundial, la derrota otomana en Sarikamis, el desembarco británico en Galípoli y la rebelión de Van) jugaron un papel significativo.
Es fundamental buscar las causas y los motivos porque nos ayudan a comprender mejor lo que ocurrió. Esto no afecta al tema del Genocidio. Lo importante para la definición de genocidio es la intención: la intención de destruir, en un todo o en parte, a un grupo étnico o religioso. El motivo detrás de esta intención no es relevante, es por eso que el argumento negativista que sostiene que lo que ocurrió en 1915 no puede considerarse un genocidio porque los armenios significaban una amenaza, carece de sentido, aun cuando esta argumentación se basara en hechos.
La segunda área es cómo la Turquía moderna, tal y como surgió después de la Primera Guerra Mundial, fue moldeada por el Genocidio Armenio. Observé las conexiones personales e ideológicas entre el Comité para la Unión y el Progreso y la República Kemalista, que son muchas. Pero los temas que ahora requieren mayor atención (y que cada vez generan más interés, incluso en Turquía) son el traslado (o el robo) de los bienes armenios y la conversión de los armenios otomanos. El primero, junto con la toma más reglamentada de bienes griegos, sentó las bases del surgimiento de una burguesía turca durante la República. La conversión al Islam de un gran número de armenios durante la Primera Guerra Mundial significa que muchos turcos hoy tienen raíces armenias. En los últimos años, el redescubrimiento de dichas raíces cobró popularidad entre los turcos progresistas. En otras palabras: la República de Turquía no sólo lleva consigo el legado de haber sido fundada y gobernada, en gran parte, por aquellos que participaron en el Genocidio, sino que también lleva consigo un legado material y personal de los propios armenios.
Me complace decir que no sólo en el mundo de los estudios turcos en general, sino también entre los historiadores turcos en Turquía, el número de aquellos que están genuinamente interesados en descubrir la verdad y debatirla abiertamente, está en constante crecimiento. Tanto la revolucionaria conferencia de la Universidad de Bilgi en 2005, como las manifestaciones que siguieron a la muerte de Hrant Dink en 2007 se han convertido en hitos.
Esta nueva apertura es un signo esperanzador de que la reconciliación entre los turcos y los armenios es posible. Claro está que la reconciliación no puede construirse sobre la negación, pero tampoco puede construirse sobre un acuerdo de partes. El acuerdo de partes es un instrumento político que ayuda a solucionar asuntos actuales, pero nada tiene que ver con la indagación sobre la verdad histórica. La gente no es asesinada levemente. Así como tampoco puede la reconciliación construirse en base a la noción, fuertemente fomentada por el actual gobierno turco, de que todos aquellos que sufrieron los horribles años de la Primera Guerra Mundial en Turquía deberían conmemorarlo juntos. En la Segunda Guerra Mundial murieron muchos más alemanes que judíos (aunque algunos alemanes eran judíos y algunos judíos alemanes) pero la canciller Angela Merkel ni siquiera soñaría con decir que ellos deberían ser recordados del mismo modo, como víctimas de esa época y de esas circunstancias.
La aceptación de la verdad histórica llevará su tiempo, si bien es cierto que el círculo de historiadores turcos que la está impulsando de forma activa está en aumento. Las jóvenes generaciones de turcos (que representan una amplia mayoría por tratarse de un país joven) que han estado expuestas a la retórica estatal nacionalista en el colegio, durante el servicio militar y a través de los medios, están realmente convencidas de que la historia del Genocidio es una mentira. A diferencia de la primera generación de la república, ellos ya no niegan conscientemente una verdad que conocen bien. Lo cual hace que la tarea de reeducar al público turco y generar un debate sea todo un desafío. Pero la puerta ya se abrió y no puede cerrarse. También vemos que los intelectuales kurdos están dispuestos a debatir los hechos acaecidos en 1915 con mente abierta. El debate se facilitaría si se reconociera de forma generalizada, en Turquía y en otras partes del mundo, que el genocidio es un delito personal, es decir, que se puede acusar y condenar a personas por genocidio, pero no a las naciones o a los estados. El Estado y la sociedad turca actual pueden ser acusados legítimamente de negar el Genocidio, pero no pueden ser acusados del delito en sí. Y sus perpetradores fallecieron hace ya mucho tiempo.
El reconocimiento es importante, no sólo para los armenios, sino también para Turquía. Como Taner Akçam señalara poco tiempo atrás, es necesario que se enfrente el Genocidio para que Turquía se convierta en una sociedad más tranquila, más democrática y más humanista. Esto puede actuar como un catalizador para correr el velo del nacionalismo cerrado y teñido de una creciente religiosidad que recubre la sociedad. Por lo tanto, esperamos que en el centenario se abra una nueva página en esta historia de enfrentar la verdad histórica, tanto en beneficio de los turcos como de los armenios.
Erik-Jan Zürcher es profesor de Estudios Turcos en la Universidad de Leiden y es profesor asociado de estudios turcos en la Universidad de Estocolmo. Él mismo se define, principalmente, como un historiador que está informado por la teoría de la ciencia social y con acceso a fuentes primarias de Turquía.