“Siento que soy como un celular al que hay que cargar todas las noches. Si no voy a Armenia una vez al mes, no me recargo y no puedo vivir aquí en Estambul”, dice Dikran.
El largo camino a Turquía
La familia de Altun proviene de la región de Anatolia Central. Su familia paterna es oriunda de la aldea de Burunkshla (Burunkişla), en la provincia de Yozgat y su familia materna es de la aldea de Tomarza en la región de Kayseri/Gesaria. Hasta 1915 la población de Burunkshla era en su totalidad de origen armenio. Había dos iglesias y una escuela. “En 1915 mi abuela Srpouhie tenía dos hijos y estaba casada con su primer marido, a quien perdió en las matanzas. Luego de dejar a sus dos hijos en un orfanato norteamericano, se dirigió a Kayseri, donde conoció a mi abuelo Dikran Altun, con quien más tarde se casaría”, explica Dikran. La pareja tuvo dos hijos y dos hijas en Kayseri, entre ellos Nazar, el padre de Dikran Altun.
El abuelo homónimo de Dikran Altun originariamente llevaba el apellido de Altunian, pero fue cambiado en 1934 cuando en Turquía se aprobó la “ley de apellidos”, que establecía que todos los ciudadanos debían adoptar un apellido fijo hereditario. La legislación también les exigía a todos los habitantes adoptar nombres de origen turco.
“Cuando mi abuelo fue a registrar su apellido, dijo ‘Altunian’. El oficial que lo atendió le dijo que con Altun sería suficiente y eso fue lo que escribió en el registro”, recuerda Dikran.
El abuelo de Dikran, quien era peón, murió joven. Nazar, el padre de Altun, de tan sólo 12 años, debió trasladarse con su familia a Estambul. “Mi padre sólo pudo asistir hasta segundo grado del colegio de Kayseri. Cuando su familia, compuesta por su madre, sus dos hermanas y su hermano, se mudó a Estambul, él debió hacerse cargo de ellos”.
La madre de Dikran Altun, Vartouhie, nació en la aldea de Tomarza en Kayseri. Su padre, Nigoghos Barutian, cayó víctima del Genocidio. En 1915, antes de que comenzaran las masacres, el padre y el tío de Nigoghos partieron rumbo a América. Poco tiempo después, Nigoghos, su madre y dos hermanas fueron llevados al exilio en Der el Zor, junto con otros miles de armenios. Primero debieron caminar y luego los subieron como una manada de ganado a un tren.
Dikran describe el viaje de su padre como si hubiera sido ayer: “Cada mañana, el tren se detenía. Se retiraba a los muertos, se limpiaban y lavaban los vagones. Un día, en el desierto pedregoso, todos salieron del tren para que se pudiera limpiar. Él era tan sólo un niño y comenzó a jugar con unas piedras. Se dio vuelta y vio que el tren se había ido. Seguramente fue a propósito que su madre lo dejó allí, porque una de sus hermanas ya había muerto en el tren”.
El amo vive en el desierto
Un árabe encontró a Nigoghos en el desierto y lo llevó a trabajar a su casa. Más tarde, unos soldados extranjeros fueron al pueblo a reunir a todos los niños armenios. El árabe negó que estuviera cuidando a Nigoghos. Pero el niño escuchó a los soldados – que probablemente eran miembros de la Legión Armenia del ejército francés – hablar en armenio entre ellos. Los soldados llevaron a Nigoghos a un orfanato de Alepo. Meses más tarde, Nigoghos conoció allí a un jinete que le contó que partiría hacia Tomarza. Nigoghos se fue con él y primero se instaló en Hadjin (actual Saimbeyli). Luego emprendió el camino de regreso a Tomarza. Cuando llegó, fue recibido por una de las familias armenias que se habían quedado y más tarde se casó con una de las hijas de la familia. “Le solían preguntar, ‘¿dónde aprendiste a hablar árabe?’ A lo que él respondía: ‘lo aprendí de mi amo’. ¿Quién fue su amo? No lo recordaba. ¿Dónde vivía? ‘En el desierto’”.
Cuestión de principios
Cuando el padre de Dikran Altun se mudó a Estambul, comenzó a trabajar como asistente de dentista. Con el tiempo, abrió su propio consultorio. Años más tarde, en busca de un trabajo mejor, se mudó con su esposa Vartouhie a Erzurum. Allí fue donde nació Dikran, el hijo del medio.
Dikran Altun con sus padres y hermanas |
Nazar Altun fue a la escuela sólo tres años y no podía leer ni escribir en armenio. Pero para él era una cuestión de principios que sus hijos aprendieran su lengua materna. Así fue que cuando Dikran cumplió cinco años, la familia se mudó nuevamente a Estambul porque no había quedado una comunidad armenia en Erzurum que pudiera sostener una escuela.
Dikran asistió primero a la escuela Sahagian de Samatya y continuó sus estudios en la escuela Hintlian de Şişli. “No sé en qué lugar mi padre escuchó que había un colegio llamado Melkonian en Chipre, donde enseñaban armenio. La cuestión es que me envió allí, y me quedé durante seis años”, dice Dikran.
Estudiar en Chipre fue para el joven mucho más que recibir una educación: “Melkonian no sólo me dio un diploma, ¡sino también una esposa! Allí fue donde me enamoré de Shnorig, quien más tarde se convertiría en mi esposa”. Luego de graduarse de Melkonian, a los 18 años, Dikran Altun partió con destino a Beirut y estudió economía en la Universidad Haigazian y en la Universidad Americana de Beirut.
Una vez graduado, Dikran regresó a Estambul y comenzó a trabajar con su padre, quien, habiendo dejado años atrás su profesión de dentista, se dedicaba ahora al negocio de la construcción. Dikran se hizo cargo del negocio familiar por un tiempo antes de embarcarse en la industria de la aviación, principalmente en Turquía y durante un tiempo en Estados Unidos.
Dikran Altun junto con su esposa e hijos |
Dos hombres cambian el curso de la historia
El primer contacto que Dikran tuvo con Armenia data de sus años de estudiante en Beirut. La primera vez que visitó el país de sus ancestros fue en 1972. Pasaron muchos años, pero cuando Altun regresó a Estambul y Armenia estaba a punto de recuperar su independencia, dos armenios de Ereván visitaron su negocio. “Yo quería saber más acerca de la gente de Armenia, así que los invité a cenar”, dice Dikran. “Uno de los hombres se llamaba Ashot y el otro Telman. Nunca entendí quiénes eran. Me dijeron que tenía que visitar Armenia. Y fui dos meses después”. Resultó ser que se trataba de Ashot Safaryan, el ministro de industria de Amernia y TelmanTer-Petrosyan un miembro del parlamento. Altun vio un país que luchaba por reconstruirse después del terremoto de 1988 y que se enfrentaba a los desafíos de su reciente independencia. Decidió ayudar. Desde entonces, viaja al país prácticamente todos los meses, acercando diferentes proyectos. En uno de sus viajes decidió rastrear un vínculo familiar que se había perdido 100 años atrás. Sabía que uno de los hijos del primer matrimonio de su abuela Srpouhie vivía en Armenia y partió con unos amigos a buscarlo. Encontraron la casa del hombre en Ijevan, pero lamentablemente, el tío de Altun, Aram Torosian, había fallecido un año antes. “Ese niño tenía dos años cuando mi abuela lo dejó. Pero al menos tuve la suerte de poder hacerme amigo de sus hijos”, cuenta Dikran.
El hecho de que la frontera entre Armenia y Turquía estuviera cerrada fue causa de una profunda frustración, por lo que Dikran se ocupó de la difícil tarea de abrirla en sus propios términos.
Gracias a las complejas negociaciones que entabló con las autoridades de Armenia y de Turquía, en la década de 1990 se establecieron vuelos directos regulares entre Ereván y Estambul.
“Si no hubiera comenzado esa tarea en ese entonces, tal vez aún no habría una conexión aérea entre Turquía y Armenia. Es la única conexión, la única frontera abierta”, dice orgulloso Altun. “Al principio era una empresa rentable, pero en los últimos tres o cuatro años estaba operando con pérdidas. Pensaba cerrarla, pero no sabía quién continuaría con el emprendimiento. No quería ser el responsable de interrumpir la única conexión. Era necesario encontrar a alguien tan loco como yo que quisiera continuar con la empresa y por suerte encontré al tipo de lunático que se necesitaba y le transferí el negocio”. Hasta el día de hoy, ese vuelo entre Ereván y Estambul sigue siendo “la única puerta abierta” entre los dos países.
La historia fue verificada por el Equipo de Investigación de 100 LIVES.