Mirza Dinnayi nació en un pequeño pueblo en Sinjar, Irak y proviene de una familia yazidí muy respetada. Su padre, Hassan Ali Agha, fue el jefe de la tribu yazidí Dinnayi. Cuando estaba en la escuela secundaria, comenzó a escribir historias sobre los yazidíes y la persecución que enfrentaban. Después de graduarse, motivado por su intención de ayudar a su comunidad, se inscribió en una escuela de medicina y se unió a un grupo de estudiantes en Mosul que protestaba contra el régimen político de Irak. En 1992, preocupado por su seguridad, Dinnayy se vio obligado a huir al Kurdistán Iraquí. Durante la Guerra Civil Kurda, buscó asilo en Alemania, donde se volvió un miembro importante de la comunidad yazidí. Después de la caída del régimen de Saddam Hussein, Mirza Dinnayi fue, durante un año, asesor de asuntos de las minorías del presidente iraquí Jalal Talabani.
Todo cambió el 14 de agosto de 2007, cuando los terroristas suicidas detonaron cuatro camiones llenos de explosivos durante un ataque coordinado en dos ciudades yazidíes, cerca de Mosul, en Irak. Las comunidades yazidíes de todo el mundo se vieron sacudidas. Mirza Dinnayi recaudó fondos para las víctimas. “Visité los hospitales y vi a muchos niños heridos. También vi que no había infraestructura ni tratamiento médico real para esos niños y pensé que tenía que hacer algo”.
Le pidió a un amigo que trabajaba para el periódico Neue Osnabrücker Zeitung que publicara un pedido de ayuda. Como resultado, dos hospitales alemanes dijeron que atenderían a esos niños de manera gratuita si los pudiesen llevar a Alemania. Eso resultó ser un verdadero desafío. Muchos de los niños provenían de familias de bajos recursos, pero eso no era todo. Tampoco tenían pasaportes u otras formas de identificación.
Dinnayi llamó a la embajada alemana en Bagdad y les explicó la situación. Mientras el gobierno iraquí preparaba los pasaportes y la embajada alemana estaba lista para emitir las visas tan pronto como se proporcionara algún tipo de identificación, Dinnayi no pudo salir hotel donde estaba debido a los enfrentamientos que se habían librado en la ciudad. Sólo pudieron viajar los niños que recibieron visas y sus padres no podían acompañarlos. Pero Dinnayi no se paralizó. Llevó a los chicos a Erbik, Kurdistán, para que puedan tomar un vuelo chárter, pero ese día no había vuelos hacia Alemania. Fue un golpe terrible. “Los niños estaban llorando. Sus familias decían, ‘¡Se llevaron a nuestros hijos del hospital y ahora morirán!’. Pero les prometí que, aunque sea a pie, sacaré a estos niños de Irak y los llevaré a Alemania”.
Al día siguiente llegaron a Estambul, que era el único destino donde había un vuelo disponible, pero debieron enfrentar otro obstáculo: la aerolínea no permitió que los niños aborden el vuelo a Dusseldorf sin equipo médico. Exasperado, Dinnayi amenazó con llamar a la CNN y a la BBC y organizar una conferencia de prensa improvisada para las víctimas yazidíes que “la compañía turca no quiere que sean salvados” en el Aeropuerto Ataturk. Funcionó. Las autoridades del aeropuerto finalmente les permitieron subir al vuelo hacia Alemania. Todos los niños recibieron el tratamiento pertinente y regresaron a salvo con sus familias en Irak.
Mirza Dinnayi con un chico yazidí, luego de llegar al aeropuerto de Dusseldorf, con el primer grupo de niños que llevó a Alemania para que reciban atención médica, 2007 |
Con el éxito de la primera misión, estaba claro que un proyecto de esa envergadura era sumamente necesario. En ese momento no había ONG alemanas que trabajasen con los chicos iraquíes, por lo que Dinnayi y sus amigos alemanes decidieron fundar una nueva organización que tendría como objetivo llevar a las víctimas de todas las etnias y religiones desde Irak hacia Alemania para que puedan recibir el tratamiento necesario. Así es como surgió Luftbrücke Irak. “Luego de la Segunda Guerra Mundial había un puente aéreo a Berlín para traer ayuda humanitaria llamado Luftbrücke Berlín. Dijimos que llamaríamos al nuestro Luftbrücke Irak”, explica Dinnayi.
Todo el personal era voluntario y los hospitales habían acordado atender a los niños de manera gratuita, pero la ONG aún necesitaba recaudar dinero para los gastos de viaje. Comenzaron de a poco, recolectando fondos suficientes para llevar a uno o dos niños al mismo tiempo, pero cuando esperaban su vuelo en Sulaymaniyah, Kurdistán, a Dinnayi se le acercó un hombre que estaba sorprendido de ver a un grupo de niños, algunos de ellos gravemente heridos. Al enterarse sobre Luftbrücke Irak, esta persona mostró una inesperada amabilidad. Ofreció tantos boletos de ida y vuelta como fueran necesarios en vuelos chárter hacia Alemania, siempre y cuando Dinnayi le avisara con anticipación para poder reservar los asientos. Gracias a la generosidad de extraños, donantes particulares para cada caso y un equipo comprometido, desde 2007 hasta 2014, la ONG ayudó a 150 chicos y mujeres jóvenes.
A comienzos de agosto de 2014, cuando el ISIS tomó Sinjar, los yazidíes huyeron a las montañas de Sinjar para escapar de las atrocidades. Varios activistas, entre ellos Dinnayi, convencieron al primer ministro iraquí para que enviara helicópteros para ayudarlos. Como los pilotos no estaban familiarizados con el territorio, Dinnayi se ofreció a acompañarlos. En promedio, la aviación iraquí logró salvar a casi 5.000 personas durante esas misiones, pero los horrores que vio en las montañas de Sinjar persiguen a Dinnayi aún hoy. “Todos los días teníamos 3 o 4 misiones para llevar alimentos y agua y para evacuar a los niños y a las mujeres a Kurdistán. Nunca olvidaré esas imágenes. Lloré todos los días”, recuerda Dinnayi.
Hay una historia en particular que sigue en su memoria. Una joven tenía tanta desesperación por escapar que saltó hacia el helicóptero durante el despegue, pero no pudo aguantar y finalmente cayó. A Dinnayi se le hace muy difícil hablar sobre la pérdida de vidas inocentes. “¿Qué pecado cometió que tuvo que morir de esa manera?”, se pregunta.
Era un gran riesgo para todos. La aviación iraquí volaba los Mi-17s, unos helicópteros soviéticos antiguos, casi siempre sobrecargados y sobrevolando territorios controlados por el ISIS, por lo que era sólo cuestión de tiempo antes de que la suerte se agotara. Finalmente, sucedió el 12 de agosto de 2014. El helicóptero en el que iba Dinnayi se estrelló en las montañas poco después del despegue. El piloto murió y varios pasajeros resultaron heridos. “No podía respirar. Vi mi vida pasar ante mis ojos. Ese día era el cumpleaños de mi hijo y dije: ‘Dios, espero morir mañana, pero no en el cumpleaños del mi hijo’”, recuerda Mirza Dinnayi.
Sitio del accidente de helicóptero, Monte Sinjar, 2014
Con una pierna rota y así también sus costillas, ahora era él quien debía ir a Alemania para recibir tratamiento. Después de una corta estadía en el hospital y aún en silla de ruedas, regresó para hablar con los yazidíes que viven en un campo de refugiados de Khanke, donde las niñas y mujeres rescatadas del cautiverio del ISIS se enfrentan a otra pesadilla: el destierro. “Los yazidíes son una comunidad cerrada. Si una chica yazidí se casa o tiene contacto sexual con alguien de otra comunidad, ya no es yazidí”, explica Dinnayi. Sabía que esas mujeres necesitaban su ayuda, así que se puso a trabajar inmediatamente.
Se organizaron una serie de reuniones con el consejo religioso y pronto el líder espiritual de los yazidíes, Baba Sheik, anunció que las mujeres que habían sido salvadas del ISIS eran bienvenidas en la comunidad. Pero el tema de la rehabilitación psicológica aún no estaba resuelto. El trauma sufrido por las mujeres que fueron rescatadas de la esclavitud sexual no tuvo precedentes. Sometidas a una extrema brutalidad, a menudo eran revendidas varias veces. Las sobrevivientes sufrían de depresión severa, ansiedad, aislamiento social, pensamientos suicidas e insomnio. Pero no había suficientes profesionales médicos para ayudar a la recuperación de todas las víctimas.
Alemania, la patria adoptiva de Dinnayi, vino al rescate nuevamente. El primer ministro del estado alemán de Baden-Wurtemberg acordó recibir a más de mil mujeres y niños. Los candidatos fueron entrevistados primero por Mirza Dinnayi y, luego, por un especialista entrenado que realizó una evaluación psicológica. “Preparé los casos. A lo largo del proyecto entrevisté a 1.300 mujeres y niños y, en las primeras seis semanas, entrevisté a unas 200. Todos los días escuchaba historias de violación, conversión forzosa al islam, torturas, golpizas. Estaba profundamente traumatizado. No puedo olvidarlas. Incluso, todavía recuerdo los nombres de todas esas mujeres”, cuenta Dinnayi.
Mirza Dinnayi camino a Hannover, luego de asistir a las 22° Sesión Especial del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, 2014
Después de que ese proyecto finalizara, continuó ayudando a las víctimas. Fue Dinnayi quien llevó a Alemania a la futura ganadora del Premio Sájarocv, Leyma Haji Bashar. Actualmente, es una reconocida activista de derechos humanos y una de las Becas Aurora lleva su nombre.
“Creo que el impacto está ahí, especialmente cuando las víctimas colaboran. Hay muchas víctimas que dicen que han sobrevivido a esto por una razón. Entonces, hay una razón para hacer algo. Creo que este tipo de humanidad es la que puede unirnos a todos. Lo que me inspiró de la Iniciativa Aurora es que está despertando esta humanidad dentro nuestro y eso es importante”, afirma.
Mirza Dinnayi y Lamya Haji Bashar durante el Campus Global de Derechos Humanos, Italia, 2017
Mirza Dinnayi, quien cumple 46 este año, no tiene intenciones de renunciar a la humanidad. “Donde quiera que estén las víctimas, si las conoces y dices que no te importa, siempre te sentirás culpable. Eso fue lo que me dije a mí mismo y me ayudó a superar mi trauma y a continuar con mi incansable trabajo”, dice Dinnayi. “Somos sobrevivientes de un genocidio. No queremos que este genocidio le suceda a ninguna otra comunidad. Este es el mensaje de Aurora”.
Foto: © Emily Feldman