“Las personas tienen un coraje inimaginable”.
El Dr. Tom Catena, el único médico residente que ejerce en condiciones angustiosas en las montañas de Nuba en el sur de Sudán, fue quien pronunció estas palabras, pero ellas no hablan de su propia abnegacion frente al peligro; aunque lo conoce bien. Ellas hablan de las familias a las que atiende, día y noche, en un hospital alejado, de escasos recursos, en medio de una guerra civil que se viene propagando sin cesar desde 2011. El hospital en el que trabaja (y vive y que rara vez deja, excepto cuando tiene que examinar a los pacientes obligados a huir durante ataques aéreos) fue bombardeado por el gobierno de Sudán tantas veces que ya sabe la rutina cuando un avión se avecina.
Pero a pesar de eso, el “Dr. Tom”, como se lo conoce afectuosamente, no se rinde ante la desesperanza, que cree es uno de los peores enemigos de la humanidad. Por el contrario, se nutre de la esperanza y de la inspiración de los hombres, mujeres y niños, azotados por la guerra, a los que atiende en esta región olvidada del mundo, donde la electricidad y el agua corriente, por no hablar de la mayor parte de la ayuda extranjera, son inexistentes. Él habla de las personas que sufrieron terribles quemaduras en todo el cuerpo; de niños pequeños que por heridas de metralla perdieron las piernas, piernas que él mismo debió amputar; de la lepra y la desnutrición y de niños que murieron quemados en el medio de los ataques nocturnos.
Sin embargo, el Dr. Tom no pierde la esperanza. O, como él dice, la “determinación férrea”.
Da el ejemplo de una mujer de 60 años a la que atendió, quien había huido con su familia para esconderse en una cueva, que fue alcanzada por un proyectil que le destrozó el pie y le fracturó el fémur. Mientras se estaba recuperando en el hospital, después de que el doctor le amputara el pie, los ataques aéreos volvieron. Esta vez, el hospital mismo fue atacado. Una niña de 11 años que se encontraba allí, comenzó a llorar en un episodio de histeria. A la vez que la niña y la mujer se apiñaron en el piso del hospital después del ataque, la mujer, sumamente dolorida, con su pierna sostenida en una posición incómoda, comenzó a llevarle tranquilidad a la niña, diciéndole que todo estaría bien. Se acercó a ella con calidez e historias de optimismo, sólo para reconfortar a una niña, sin pensar en su propia angustia.
Es en momentos como éste, el Dr. Tom dice aprender de la gente del sur de Sudán. Las lecciones de vida que atesoró desde su llegada en 2008, incluyen tenacidad y compromiso para lidiar con lo que sea que aparezca en su camino, sin darle lugar a la aflicción.
Como el único doctor en un hospital de 435 camas, que sirve a alrededor de 500.000 personas, el Dr. Tom necesita esa tenacidad. Han requerido su asistencia en condiciones que nunca imaginó cuando estudiaba en la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke. Nadie lo obliga a estar ahí; de hecho, en un momento la organización misionera católica que lo auspiciaba quería que evacuara la zona y regresara a Estados Unidos cuando comenzó la guerra civil en 2011, pero insistió en quedarse porque la comunidad lo necesita.
Él hace todo: atiende partos, trata el cáncer, capacita a su personal y la mayor parte del tiempo, cura las heridas causadas por la guerra, sin acceso a la tecnología médica o, a menudo, sin siquiera electricidad o agua corriente. No tiene un acceso telefónico confiable, pero eso no importa porque siempre está de guardia, siempre está disponible.
Pero quiere lograr más. Así como la mujer que reconfortaba a la niña dejó una huella en él con su capacidad de ver el lado positivo, a él también le gustaría que el mundo escuchara más historias de optimismo, edificantes. El Dr. Tom cree que cuanta más gente escuche sobre la labor humanitaria alrededor del mundo, tanto más podremos motivar a las personas a contribuir, a su modo, para ayudar al prójimo. Ya logró generar impacto; muchos médicos en formación de Estados Unidos y la India, entre otros países, le dijeron que su obra los inspiró a actuar.
Eso es un comienzo. Su lista de deseos incluye terminar el ala para niños del hospital, comenzada hace 5 años; después de construidas las bases, el ala nunca se finalizó porque la guerra comprometió los recursos del hospital. El Dr. Tom no ha olvidado ese proyecto. De hecho, vislumbra un futuro prometedor, a pesar de todo lo que presenció. “Si uno tiene esperanza, aunque sea un rayo de esperanza, eso hace que las personas sigan adelante”.
El Dr. Tom Catena es uno de las finalistas del inaugural Aurora Prize for Awakening Humanity. El Comité de Selección del Premio Aurora ha escogido a estos excepcionales finalistas de un grupo de nominados, basándose en sus destacadas acciones en la protección de la vida humana, a pesar de haber arriesgado su integridad física, su libertad, su reputación o su medio de subsistencia. En representación de los sobrevivientes del Genocidio Armenio y como muestra de gratitud a sus salvadores, el Premio Aurora, que se entregará anualmente, tiene el objetivo de generar conciencia pública sobre las atrocidades que suceden alrededor del mundo y galardonar a aquellas personas que trabajan para abordar estas cuestiones de una forma tangible y significativa. Estamos orgullosos de honrar a estos extraordinarios finalistas por su compromiso con la vida y su accionar con valores profundamente humanitarios. El Galardonado del Premio Aurora será anunciado el 24 de abril de 2016, en Ereván, Armenia.