Es momento de recordar “las cosas que son verdaderamente importantes y esenciales: salvar a las personas, no destruirlas”.
Esas son las palabras del sacerdote católico, Padre Bernard Kinvi, un monje de la Orden de Saint Camillus, líder de una misión en Bossemptele en la República Centroafricana.
El Padre Bernard llegó por primera vez a la República Centroafricana en 2010, luego de terminar el seminario en su ciudad natal de Togo. En aquel momento, no sabía mucho acerca de su país adoptivo, excepto que allí se daban crisis militares. Pero el sufrimiento no era novedad para el Padre Bernard. Su infancia en Togo transcurrió con inmensas dificultades. Había visto morir personas en el fuego cruzado entre los conflictos militares y políticos. A su hermana menor la asesinaron delante de sus ojos. Su hermana mayor fue asesinada por su novio.
Estas experiencias forjaron el espíritu del Padre Bernardo con resiliencia y un abnegado servicio a Dios y la humanidad.
“Siento el sufrimiento de otros en mi propia alma. Ya mi vida no significa nada para mí. A pesar de mis miedos, alegremente acepto ayudar a los demás seres humanos”.
Pero cuando el Padre Bernard arribó a Bossemptele, no podía llegar a prever cuán profunda era su motivación para ayudar a los pobres, a los enfermos y a los que sufren. Al llegar el año 2012, el país entró en guerra civil entre los rebeldes musulmanes seleka que arrasaban por todo el país y la milicia cristiana anti-balaka que se alzaba en respuesta. La ex colonia francesa estaba atrapada en un ciclo de violencia sectaria, descripto como “masiva limpieza étnico-religiosa”.
Cuando los dos bandos descendieron a Bossemptele, el Padre Bernard salvó tantas vidas como pudo; independientemente de su religión o pertenencia. En la misión creó un santuario que ofrecía refugió y servicios religiosos a ambos bandos y los convenció de que dejaran sus armas antes de entrar a ese lugar.
A pesar de recibir amenazas, sufrimientos indescriptibles y dificultades diarias, el Padre Bernard no renunció a sus convicciones. Su motivación permaneció intacta: servir a Dios sirviendo a su gente. “La vida humana es sagrada para mí”, dice. “La vida de una persona, sea quien sea y no importa lo que haya hecho”.
Estos son valores inculcados y reafirmados por la Orden de Saint Camillus. El Padre Bernard le atribuye ser la persona que es en la actualidad a esa orden: “Durante nueve años la Orden de Saint Camillus me imprimió este concepto: sólo sirviendo a tu prójimo puedes hacer feliz a un alma humana”. Como monje de la Orden, el Padre Bernard realizó votos para servir a los enfermos y no solamente a los que se encuentran físicamente enfermos, sino también a los que son débiles y sufren; cualquiera que necesite ayuda.
Y ese es el motivo por el cual, cada día, el Padre Bernard lucha por hacer más: ayudar a los pobres y necesitados, distribuir medicamentos y preocuparse mucho más para dar más clases de modo que cada vez más niños puedan ir a la escuela. El Padre Bernard tiene muchos planes para el futuro. Está trabajando para comprar equipamiento adicional para el hospital, inclusive para las unidades de odontología y oftalmología. De otra forma, la atención está a 300km, en la ciudad capital Bangui. Está expandiendo los servicios de medicina móviles para que lleguen a los poblados rurales, aquellos sin electricidad ni acceso a internet, en los que sin asistencia, los niveles de pobreza aún persisten.
Esto es debido a que, como él dice, “El mundo moderno necesita de personas alineadas de manera decisiva con los más débiles y los más necesitados… El futuro de la humanidad depende de esto”.
El Padre Bernard Kinvi es uno de las finalistas del inaugural Aurora Prize for Awakening Humanity. El Comité de Selección del Premio Aurora ha escogido a estos excepcionales finalistas de un grupo de nominados, basándose en sus destacadas acciones en la protección de la vida humana, a pesar de haber arriesgado su integridad física, su libertad, su reputación o su medio de subsistencia. En representación de los sobrevivientes del Genocidio Armenio y como muestra de gratitud a sus salvadores, el Premio Aurora, que se entregará anualmente, tiene el objetivo de generar conciencia pública sobre las atrocidades que suceden alrededor del mundo y galardonar a aquellas personas que trabajan para abordar estas cuestiones de una forma tangible y significativa. Estamos orgullosos de honrar a estos extraordinarios finalistas por su compromiso con la vida y su accionar con valores profundamente humanitarios. El Galardonado del Premio Aurora será anunciado el 24 de abril de 2016, en Ereván, Armenia.
Photo: Father Bernard Kinvi © 2014 Human Rights Watch