El reconocido fotógrafo de National Geographic, John Stanmeyer, ilumina el mundo a través de su lente en las tapas de los medios más importantes del mundo. Recorrió más de 100 países y cubrió el flagelo del hambre, las guerras y las consecuencias de desastres naturales.
Junto a su colega Paul Salopek, John participó en un ambicioso proyecto llamado Caminata más allá del Edén (Out of Eden Walk), en el que emprendieron un viaje a pie desde África, atravesando el mundo tras los pasos de nuestros antepasados. John recibió innumerables premios y sus imágenes adornaron varias tapas de la revista Time, pero Stanmeyer no tiene complejo de superioridad: se arremanga para ayudar a los protagonistas que trabajan de sol a sol en las plantaciones africanas y considera que su trabajo no se termina cuando las fotos se publican. Nos encontramos con John en Ereván y le preguntamos sobre su viaje a Armenia Occidental, el poder de la fotografía y qué sucede cuando presiona el obturador.
G.M.: Su trabajo habla de tragedias y desastres, pero al mismo tiempo, sus imágenes son de una belleza extraordinaria. ¿Es un acto consciente de su parte hacer que las fotografías tengan una estética agradable?
J.S.: Puedo mostrar todo desde una perspectiva completamente distinta; una perspectiva tan hostil que se sentiría tan aturdido que no podría siquiera llorar. Pero llegué a la conclusión de que tales imágenes pueden llegar a ser demasiado intensas y difíciles de procesar, demasiado impactantes en un sentido negativo, que “noquean” a quien las vea.
Intento abordar la comunicación visual desde un ángulo diferente, un ángulo que cautive a las personas, tocando profundamente su conciencia, forzándolas a pensar y a preguntar.
Mi objetivo no se reduce a atraer la atención de la gente; mi meta es tocar su conciencia. Les estoy dando algo para reflexionar, no para que lo huelan, sino para que lo digieran. Espero que esto genere un impacto tan grande en ellos, que haga se conviertan en catalizadores para el cambio social. Por lo tanto, hago un gran esfuerzo por impulsar mi arte lo más lejos que pueda llegar y continuar creciendo como fotógrafo.
G.M.: Ha recibido innumerables galardones, entre ellos el importante premio de fotoperiodismo World Press Photo. ¿Cuál es el premio máximo, el más aclamado, que sueña obtener?
J.S.: No tengo mucho interés por los concursos y las competiciones, pero estoy agradecido de haber recibido todos los premios principales que hoy puedo mencionar en mi CV. Me sorprendió mucho haber sido nominado para los premios Emmy en la categoría “película documental”. No veo a los premios como un medio para inflar el ego, sino como una forma de demostrarle a la gente, a los posibles patrocinadores y empleadores, que sé lo que estoy haciendo y que juntos podemos hacer aún más, podemos hacer algo mágico. Los utilizo para abrir puertas, pero sólo con ese propósito.

John Stanmeyer con su café de la mañana en Ereván, Armenia. ©100 LIVES & Aurora Prize |
G.M.: ¿Siente algún tipo de responsabilidad por lo que sucede después de tomar una fotografía?
J.S.: Siempre intento encontrar un lugar para presentarle al público, no tanto a mi trabajo (lo cual no me importa demasiado), sino las ideas y los problemas de los que fui testigo. No quiero que todo este trabajo junte polvo en cajas o en discos rígidos a los que nunca nadie podrá acceder.
Es mucho mejor reunir a 300 personas y compartir con ellas tu pasión, tus pensamientos y tu visión del futuro.
Es el alma que se pone en movimiento y nos lleva a un intercambio de ideas, así es como empiezan los debates que tienen el poder de cambiar el mundo. Eso es lo que deseo y estoy seguro de que lograré cambiar el mundo.
G.M.: ¿Piensa que su trabajo se vio afectado por su historia familiar?
J.S.: Mi madre sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial, proveniente de Viena, tuvo que presenciar la ocupación de Austria por parte de las fuerzas alemanas. Vivió una niñez muy difícil. Yo crecí escuchando sus historias, que en varios sentidos son universales. Hoy vemos los hechos trágicos que están sucediendo en Sudán del Sur, sabemos de los problemas que atraviesan las minorías nacionales en Ruanda, de la guerra en Myanmar, en Siria… A mi madre le llevó mucho tiempo armarse de valor para hablar acerca de lo que había presenciado, para hablar de cómo permaneció parada en la entrada de su casa mientras a menos de 300 metros se cavaba una fosa profunda, donde todos los hombres del lugar, entre ellos su padre, fueron arrojados y enterrados vivos. Los escuchaba gritar. Imagínese oír los gritos de su padre al morir; le era imposible hablar de eso.
Mi padre era piloto y participó en dos guerras: la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea. No sé cuál fue el peso que cargó en sus hombros. Era una persona alegre y no quería hablar de eso. Creo que después de la Segunda Guerra Mundial, todos querían dar vuelta la página y seguir adelante. Supongo que incluso ahora, 100 años después del Genocidio Armenio, no se quiere dejar el pasado atrás, pero llegó el momento de seguir adelante. Los hombres han sido crueles unos con otros, lo seguiremos siendo.

John Stanmeyer ©100 LIVES&AuroraPrize |
G.M.: ¿A que conclusión llegó después de su visita a Turquía y Armenia? ¿Observa cambios en la relación entre los dos países?
J.S.: Cuando digo que es hora de seguir adelante, no estoy diciendo que debemos olvidar el pasado. El pasado es importante. No es necesario olvidarse de lo que ocurrió, sino que es necesario seguir adelante. No se puede retroceder en el tiempo y es por eso que hay que avanzar, hay que encontrar la fuerza interior que permita construir puentes, para poder convertirse, como espero, en vecinos pacíficos. Pero este proceso te obliga a enfrentarte cara a cara con el fantasma del pasado, y sé que es difícil.
G.M.: Una de las imágenes que tomó durante su viaje a Turquía, a Armenia Occidental, contaba la historia de personas que protegieron a los armenios.
J.S.: Escuché hablar acerca de un grupo de armenios étnicos que aún viven en las montañas de Sassoon, en una región alejada de Anatolia. Los encontramos y nos recibieron muy cálidamente. Hace muchos años, el abuelo del hombre retratado en la foto, de origen musulmán, juró defender a los antepasados de estos armenios. Incluso en la actualidad, sus hijos, los descendientes de la familia, continúan protegiendo a sus amigos armenios.
G.M.: La segunda imagen que realmente me impactó durante su presentación en Ereván fue la foto de un puente antiguo en la frontera de Armenia y Turquía.
J.S.: Era muy simbólico. Fui hasta el final y llegué al cerco que divide las fronteras. No había ninguna señal de advertencia, por lo que no rompí ninguna regla, no pasé al otro lado.
Me quedé ahí varios días, incluso bajo la lluvia, esperando la luminosidad adecuada. Pensé en las formas en las que se podría reconstruir ese puente.
Creo que eso será posible si recordamos las cosas que nos unen, nuestra humanidad compartida y si nos olvidamos de nuestras diferencias tribales y étnicas.

John Stanmeyer en una tienda de café en Ereván ©100 LIVES & Aurora Prize |
G.M. ¿Cómo se mide el poder de la fotografía? ¿Se puede utilizar algo que sirva como unidad para medir su impacto?
J.S.: No sé si hay algo que se pueda utilizar como unidad para esta clase de evaluación, pero el potencial comunicativo que tiene la fotografía es tan importante como el de los petroglifos de 8.000 años de antigüedad. El poder puede ser inmenso, especialmente en lo que se refiere al periodismo fotográfico. Por ejemplo, la fotografía del corresponsal gráfico de origen vietnamita-estadounidense Nick Ut, que retrata a una pequeña niña de Vietnam que huye de una aldea bombardeada con napalm, hizo que las tropas estadounidenses se retiraran del país asiático.
Con sólo la imagen de una mujer llorando sobre el cuerpo de un estudiante podemos poner fin a una masacre.
Las fotografías de mis colegas y mías han desatado y promovido debates sobre muchos males de nuestra sociedad. Desafortunadamente, estos problemas no desaparecieron totalmente, pero en muchos casos fueron mitigados. Por ejemplo, hice una serie de informes que obligó al gobierno a asignar recursos adicionales para la atención de la salud mental.
G.M.: ¿Qué enseñanza le dejó el comunicarse con personas de todos los rincones del mundo?
J.S.: Es una buena pregunta. De mi madre y de otras personas aprendí la importancia de la humildad. No respetamos al otro, sino que lo controlamos, lo limitamos.
La bondad y el respecto por los demás son cosas muy simples, pero creo que su carencia es uno de los problemas más grandes del mundo actual.
Aprendí que todos somos exactamente iguales, pero aprendimos a marcarnos las diferencias lo cual no nos conduce a nada bueno.