Fartuun Adan llegó al activismo por su esposo, Elman Ali Ahmed. Tenía un taller de reparación de automóviles, fue un activista por la paz y un ferviente creyente de la protección del futuro de Somalia. Estaba decidido a hacer un cambio positivo en su país junto con Fartuun, su comprometida compañera.
Su famosa campaña “Deja las armas, toma la lapicera”, ayudó a los jóvenes reclutados por los grupos militares, brindándoles oportunidades educativas. Los señores de la guerra, enojados con la pérdida de potenciales reclutas, amenazaron a Ahmed repetidamente, pero él se negó a detenerse. En 1996, recibió un disparo cerca de su casa familiar. El caso nunca fue resuelto.
Devastada e impulsada por su deseo de brindarle a sus hijas un lugar seguro y un futuro mejor, Fartuun se mudó a Canadá, pero nunca dejó de pensar en la compleja situación de su país de origen. En 2006, tan pronto como sus hijas tuvieron edad suficiente para cuidarse solas, volvió a Somalia, donde sabía que miles de niños necesitaban su ayuda. “Sentí, de muchas maneras, que estos niños y niñas también eran mis hijos. Y ninguna madre se quedaría de brazos cruzados mientras sus hijos enfrentaban tales atrocidades”, explica Fartuun Adan en un artículo de opinión publicado por TIME. Decidió que era hora de honrar el legado de su esposo y continuar con su trabajo.
Cuando Fartuun llegó a Mogadiscio, abrió el Centro Elman para la Paz y los Derechos Humanos, en honor a su esposo. La actividad del centro se enfoca en brindar asistencia a quienes más la necesitan: ayudar a los jóvenes a tener educación, ayudar a las víctimas del abuso sexual, enseñarles a las mujeres las habilidades necesarias para la autosuficiencia.
En 2010, Ilwad Elman se unió a su madre en Somalia. Para una mujer joven que pasó varios años en un entorno completamente diferente, esto le significó un cambio de ritmo impactante, pero para ese momento, ya tenía una mejor comprensión de por qué su madre había regresado y estaba dispuesta a ayudarla. “Cuando viajé, tenía miedo, tenía muchos preconceptos y sólo quería huir de ahí y sentirme segura de nuevo. Pero las personas que mi madre estaba ayudando no tenían esa opción. Esta era su vida. Sabía que tenía que dejar que los ayudara”, dice Ilwad, quien actualmente está a cargo de diseñar y supervisar los programas del Centro Elman para la Paz y los Derechos Humanos.
Ilwad Elman (centro) volvió de Canadá a Somalia en 2010. |
Luego de ser escogidas como Heroínas Aurora 2017, Fartuun viajó a Armenia para participar del fin de semana del Premio Aurora. Ilwad no pudo, pero estaba con su madre en espíritu: “Mi hija no pudo estar aquí porque tuvimos un problema mientras negociaba sobre los niños soldado y ella tenía que estar allá. Estaba tan emocionada por venir, pero no pudo. Pero estamos muy contentas porque han reconocido el trabajo que hacemos en Somalia. Es difícil y riesgoso, pero es lo que elegimos hacer y necesitamos el apoyo de todos los que puedan tendernos una mano”, dijo Fartuun durante la Ceremonia del Premio Aurora 2017.
Juntas, madre e hija se han dedicado a su trabajo, ayudando a los ex niños soldados y brindándole a los sobrevivientes de la violencia sexual la asistencia que tanto necesitan. Su actividad diaria conlleva muchos desafíos, pero el peligro y la incertidumbre siguen en los primeros lugares de la lista. “Cuando me mudé a Somalia por primera vez, extrañamente, era un poco más seguro porque al menos sabía dónde estaba la primera línea y sabía qué áreas evitar. Ahora vamos al campo a ciegas”, explica Ilwad.
Fartuun Adan en un momento emotivo durante la Ceremonia del Premio Aurora, el 28 de mayo de 2017. Ereván, Armenia. |
El año pasado, el trayecto de estas destacadas mujeres fue eclipsado por otra tragedia personal. El 20 de noviembre de 2019, la hija de Fartuun y hermana de Ilwad, Almaas Elman, quien también trabajaba con temas relacionados a la justicia social, los derechos de las mujeres y la rehabilitación de los niños víctimas de Somalia, murió en Mogadiscio al ser alcanzada, supuestamente, por una bala perdida.
Es difícil imaginar cómo debe haber sido eso para la familia, pero aún así, perseveraron. “La muerte de mi hermana y la de mi padre, definitivamente, no fueron en vano. Para mí, vivir y cumplir un propósito ha sido parte del proceso de duelo. No podríamos haber procesado su muerte si no estuviéramos contribuyendo con la meta por la que ella también murió. Es difícil superarlo, pero hay que avanzar”, dice Ilwad.
La pandemia del COVID-19 que se desató en 2020, ejerció una presión adicional sobre el Centro Elman que ahora también trabaja para generar conciencia sobre las medidas de precaución necesarias para prevenir la propagación de la enfermedad. “Somalia es muy diferente a otros lugares donde el mensaje que se escucha es ‘lávate las manos durante 20 segundos con agua corriente’, ¡la gente aquí no tiene agua corriente! Tenemos centros de formación profesional donde ahora producimos máscaras o hacemos desinfectantes para manos. Tratamos de proporcionar lo básico para que las personas puedan combatir la propagación, señala Ilwad y agrega: “El mayor desafío es lograr que las personas se den cuenta de que pueden estar a salvo si siguen estas medidas. Hemos llevado a cabo una gran campaña de educación pública”.
Por más tiempo que les tome darle vida a su visión, Fartuun adan e Ilwad Elman están completamente comprometidas con ello. Y, según Ilwad, no tienen intenciones de cortar con su trabajo: “Queremos invertir en soluciones a largo plazo; en desarrollo, cambios de comportamiento, normas sociales desafiantes. La mayoría de las personas trabajan en los sectores donde queremos obtener resultados rápidos y sabemos que la reintegración y rehabilitación de niños y jóvenes es un proyecto de impacto que no es rápido. Es un compromiso a largo plazo. Pero mirar hacia atrás, ver dónde estábamos hace apenas diez años y recordar cuánto ha cambiado en tan poco tiempo, es lo que nos mantiene enfocadas y motivadas”.
Por más de tres décadas, una guerra civil ha imperado en Somalia, muchas personas cayeron en la desesperación y sintieron que no habría futuro para ellas. Tal perspectiva oscura condujo a la ira y a la apatía, alimentando aún más el círculo vicioso de la violencia. Pero Fartuun e Ilwad les brindan a los somalíes que se encuentran desamparados, una oportunidad y la posibilidad de tener una vida mejor. Eso es más que simple apoyo: es el regalo de la esperanza.