Sierra Leona es uno de los países de África occidental que se independizó del Reino Unido en 1961 y se declaró como república en 1971. En 1991, con la incursión del Frente Unido Revolucionario (FUR), comenzó una sangrienta guerra civil que se extendió por once años. Con el fin del conflicto, luego de 11 años y tras llevarse la vida de más de 50.000 personas, se constituyó un tribunal internacional para juzgar a los responsables.
Durante la guerra, se produjeron innumerables crímenes contra la humanidad y violaciones de los derechos humanos; la mutilación de civiles, violaciones de niñas y mujeres y el reclutamiento forzado de niños a gran escala se convirtió en una triste característica. Pero Edmund Kaszibuloh Koroma, ciudadano sierraleonés, le cambió la vida de miles de personas y demostró, una vez más, que hasta en los momentos más difíciles hay personas que arriesgan todo, incluso su propia vida, para tenderle una mano a quienes más lo necesitan.
Antes de la guerra, Edmund daba clases en escuelas locales y era Presidente de la Comunidad Católica de Makeni. “Esa causa ha sido mi sueño por mucho tiempo. Junto con algunos colegas creamos ‘Trabajando para la Paz’, una organización de base a para generar conciencia entre los jóvenes para que puedan participar y contribuir con programas de desarrollo en sus comunidades”, cuenta el educador. Koroma también brindaba ayuda a niños en edad escolar para evitar que se involucren en actividades violentas. Participó en la creación de la Asociación Católica de Hombres Jóvenes para ayudar a los niños y jóvenes a involucrarse en los asuntos de la comunidad, “En definitiva, tratamos de contribuir a la paz y a la educación”, concluye Edmund.
Infancia arrebatada
Cuando se libró la guerra civil en Sierra Leona, miles de niños fueron privados de sus derechos básicos, reclutados por las fuerzas rebeldes y obligados a formar parte de sus filas. Las niñas, si no iban a combate, eran obligadas a “casarse” con los comandantes rebeldes u otros combatientes de mayor edad o reducidas a esclavas sexuales
Al presenciar estas atrocidades, Edmund Koroma decidió tomar un rol más activo y abrió un centro escolar y de cuidados provisionales en la ciudad de Makeni, ciudad bajo control rebelde.
Durante el período de relativa calma, convenció a las fuerzas rebeldes que permitieran a los niños asistir a la escuela y vivir allí.

Edmund Koroma |
“La escuela fue fundada para ayudar a los niños soldados, quienes se vieron forzados a dejar su educación y fueron abandonados por ONGs que fueron activas sólo en tiempos de paz, por lo tanto, no hubo un seguimiento y muchos quedaron en situación de calle. Al ser una de las organizaciones de protección de niños, nos reunimos y asumimos los riesgos para protegerlos”, cuenta Edmund.
En el año 2000, luego de un relativo período de paz aparente, la FUR comenzó a buscar niños para unirse a sus filas:
los chicos que habían retomado la escuela, serían forzados, nuevamente, a regresar al ejército rebelde. Edmund llegó a la concusión de que la única alternativa para mantenerlos seguros, sería sacarlos de la ciudad controlada por los rebeldes.
La única salvación posible para los niños sería arriesgar su propia vida: esto significaba desafiar a las fuerzas llevándose a sus ‘soldados’ y ‘esposas’ a un territorio controlado por el gobierno.
La odisea comenzó en horas de la madrugada. Los niños salieron de la escuela guardando silencio, con el objetivo de llegar, tras cinco días de caminata a pie, a Freetown, la capital del país que se encontraba bajo el control del gobierno. Muchos de ellos descalzos, se escondieron minuciosamente durante días en la selva. Como en una película, pero con la diferencia de que lo que sucedía era la mismísima realidad, en el camino se encontraron con un grupo de rebeldes que les robaron sus pocas pertenencias y amenazaron con secuestrar a 17 de los chicos más fuertes; los que no cooperasen, podrían morir.

Edmund Koroma |
Edmund Koroma puso su vida en riesgo, una vez más, al tratar de negociar con el FUR para que los dejaran seguir su camino. Tras horas de máxima tensión y los esfuerzos de Koroma para convencer a los rebeldes para liberarlos, los miembros de la FUR pusieron como condición llevarse a un chico de 15 años que anteriormente estuvo en sus filas durante varios años. Luego de derramar muchas lágrimas, el grupo siguió su camino y llegó a tierra segura: ya en Freetown, lograron la hazaña y los chicos estaban a salvo.
Transformar a través de la educación
Luego de la guerra, Edmund continuó su trabajo con los ex niños soldado. Muchos de ellos habían quedado huérfanos en manos del conflicto, otros presentaban secuelas psicológicas y muchos fueron expulsados de sus comunidades y rechazados por sus vecinos, en algunos casos, incluso, por sus familias. Esto sucedía particularmente con las niñas y jóvenes mujeres. Muchas habían sido violadas, habían tenido hijos y formaron parte de las filas rebeldes y debido a la estructura social conservadora de Sierra Leona, ellas fueron rechazadas por sus comunidades, ya que por haber sido ‘usadas’ por los rebeldes, ya no eran deseadas para casarse y formar una familia.

Edmund Koroma |
Edmund fundó la escuela Tan Sri Alagendra en Makeni para brindar asistencia a estos chicos y enseñarles que pueden trazar su propio camino de bien, a pesar del trauma vivido. En su comienzo, la escuela contó con 86 niños ex combatientes y 7 víctimas de polio. Actualmente, cuenta con 157 alumnos y 12 profesores voluntarios.
Con sus acciones desinteresadas, Edmund Koroma se convirtió el ángel guardián de muchos niños sierraleoneses. “Realmente no sé cómo llegué a hacer lo que hago. Crecí con eso y lo hago incluso sin darme cuenta, es algo espontáneo. Como parte de mi contribución al bien común de mi sociedad, me pone feliz seguir esta causa”, dice el educador.
A más de 13 años de haber finalizado la guerra, los chicos, ya adultos, viven una vida mejor. Algunos de ellos son profesores y dan clases en la escuela, otros se dedican al comercio y muchos trabajan con diferentes grupos de la sociedad civil y contribuyen a sus comunidades.
Las paradojas de la vida llevaron a que muchos de los rebeldes del RUF hoy asistan a la escuela, en la que sus profesores son esos niños que ellos alguna vez comandaron.
“La población civil necesita educación para perdonar a las personas y puede ser de gran ayuda al dar empleo a quienes lo necesiten, especialmente, a quienes fueron víctimas”, concluye Edmund Koroma
En representación de los sobrevivientes del Genocidio Armenio y como muestra de gratitud a sus salvadores, el Premio ‘Aurora Prize for Awakening Humanity’ será otorgado anualmente a una persona cuyas acciones hayan tenido un impacto excepcional en la preservación de la vida humana y la promoción de causas humanitarias. El Galardonado del Premio Aurora será honrado con la suma de U$S 100.000. Además, esa persona tendrá la posibilidad única de continuar el ciclo de contribuciones, al seleccionar organizaciones que hayan inspirado su trabajo, para que reciba la suma de U$S 1.000.000.
La ceremonia inaugural del Premio Aurora será el 24 de abril de 2016 en Ereván, Armenia.