Simón Lewis: Somos personas normales que usan sus habilidades, conocimientos y pasiones para dar lo mejor de sí

Simón Lewis: Somos personas normales que usan sus habilidades, conocimientos y pasiones para dar lo mejor de sí

Todo comenzó con una foto. En 2015, el mundo entró en conmoción y pena cuando los medios mostraron las imágenes de Alan Kurdi, un niño refugiado de Siria de tres años, que se ahogó mientras intentaba llegar a Europa. Para Simón Lewis ese fue el punto de inflexión en su vida y el comienzo de una noble misión que lo llevaría a salvar vidas inocentes, a miles de kilómetros de su hogar. 

Simón Lewis nació en Sídney, Australia en 1983 y siempre disfrutó pasar tiempo en el océano, ya sea por cuestiones personales o laborales. Durante sus primeros años tuvo la fuerte influencia de su madre, quien siempre estuvo dispuesta a cuidar de los demás: “Mi madre demuestra cuidado, compasión y dignidad como enfermera. Su amabilidad inspira y me ha inculcado que todas las vidas son valiosas, sin importar la raza, la religión, el credo, la orientación o las opiniones”.

La carrera como guardavidas de Simón comenzó en la playa de St. Kilda en Melbourne, Victoria, donde se unió al Club de Guardavidas local. Incluso entonces estaba dispuesto a ir más allá para ayudar a las personas que lo necesitaban. “Al estar en la comisión directiva del Club de Guardavidas de St. Kilda, trabajé en el proyecto que tenía como objetivo hacer que nuestra playa sea la más accesible de Australia y lo logramos”, recuerda.

Desarrollaron una silla de ruedas especial para el agua e implementaron otras medidas que permitieron que las personas con movilidad reducida puedan experimentar sumergirse en el mar por primera vez en su vida. Simón todavía recuerda a la primera mujer que lo hizo: “Esto le permitió a ella y a muchas otras personas experimentar esa alegría y la gratitud de estar en la playa y en el océano, como todos nosotros. Sentir, por primera vez, que no hay limitaciones en sus vidas fue un resultado muy importante”.

Simón Lewis ayuda a Amanda a atrapar su primera ola en la playa St. Kilda. © News Limited

Simón Lewis creció creyendo que el océano debería ser una fuente de alegría y felicidad, no de muerte y devastación, pero sabía que era una fuerza peligrosa que hay que respetar. Esa es, también, una de las razones por las que se vio tan profundamente afectado por las historias de los refugiados que perdieron su vida mientras buscaban la libertad y un futuro mejor: “Sabía que mi entrenamiento y mis habilidades como operador de búsqueda, rescate y guardavidas se enfocan en salvar vidas y, simplemente, me pregunté: ‘¿por qué no estoy allí para salvar sus vidas? Esa pregunta condujo a los hechos que me cambiaron la vida”.

“La distancia entre Australia y Europa es enorme, pero con la tecnología nos conectamos al instante con todos los países. Fui testigo de la historia de Alan Kurdi, el niño que se ahogó en el mar. Esa imagen de su cuerpo sin vida se había grabado en mi mente y me hacía doler el corazón”, dice Simón. Decidió que era hora de marcar la diferencia.

Simón Lewis en Sr. Kilda, Australia. © Simon Lewis

Se postuló para un puesto en la organización International Surf Lifesaving Association, que en ese momento buscaba voluntarios con experiencia para su operación conjunta de rescate en el Mar Mediterráneo. Lo aceptaron en el programa y fue enviado a la isla griega de Lesbos. Por la ubicación geográfica de la isla, en el punto álgido de la crisis de refugiados, llegaban decenas de barcos cada semana y muchas personas no lograban llegar con vida a las orillas. Más tarde, Simón se unió a los equipos de SOS Méditerranée y Médicos sin Fronteras y continuó su trabajo en el Mediterráneo.

Hubo un rescate en particular que aún se ha quedado en él. “Estaba frente a la costa de Libia y había una mujer, una madre que fue rescatada en un bote que no era apto para navegar y usaba un tubo de neumático de automóvil como chaleco salvavidas. Estuvo muy asustada y llena de miedo durante tantas horas que cuando llegamos a su bote, estaba exhausta. Más tarde esa noche, cuando yo estaba de guardia, se acercó a mí, simplemente me miró y trató de decirme “gracias” en inglés. Luego, puso su mano sobre mi corazón y señaló el cielo, como para agradecerle a Dios. Fue algo muy poderoso. Momentos como ese han permanecido conmigo durante mucho tiempo y me hacen sonreír”.

Simón y el equipo de búsqueda de MV Aquarius trabajan juntos para rescatar a 112 refugiados. 22 de diciembre de 2016. © Kevin McElvaney

Simón y los otros guardavidas voluntarios han perseverado y salvado cientos de vidas. Al hacerlo, muchas veces se exponen a un gran peligro: “Conozco mis limitaciones ante la fuerza de la naturaleza, tengo que trabajar y salvar a las personas, pero no puedo arriesgar la vida de mis colegas al estar entre las olas que representan un peligro para ellos, para salvar otra vida. Como jefe de una misión, líder de un equipo o miembro de la tripulación, ser consiente de la situación es fundamental y es difícil cuando las condiciones afectan la decisión de decirle ‘no’ a un rescate, ya que el riesgo es demasiado alto”, confiesa.

La situación se vuelve extremadamente frustrante cuando las cosas más simples se interponen en el camino de una operación de rescate exitosa, como la falta de apoyo financiero. “Para todas las ONG, los recursos son muy importantes para lograr con éxito las operaciones en el campo y en el mar. El dinero y las donaciones importan. Se necesita un empoderamiento de las personas que están dispuestas a recibir recursos como barcos y equipo para salvar vidas para que puedan navegar y hacer la mayor diferencia posible”, enfatiza Simón.

Simón y su colega Gerard rescatan a un niño en la costa de Libia. © Fernando Busca

El joven australiano nunca se arrepintió de su decisión de ir a Europa. Al salvar vidas allí, Simón Lewis ha encontrado su vocación y una fuente inagotable de esperanza e inspiración. “Independientemente de las barreras idiomáticas en mi trabajo, es hermosa la gratitud que siento cuando me conecto con otro ser humano después de un rescate. Me recuerda que soy parte de la humanidad y que hay un tremendo poder cuando estamos juntos, ya que un equipo es lo que nos mantiene en marcha. Es ajetreado, es ruidoso, es 24x7, pero en una misión te levantas todos los días con un propósito y usas todas las habilidades que conoces para cambiar vidas y para hacer todo lo posible para comprometerte con aquellos que aún no has ayudado. Estoy agradecido por tener tantos recuerdos y haber podido ayudar a cambiar tantas vidas a lo largo de los años”.

Su humildad le da crédito, ya que solo ve lo bueno en su fama no buscada: “En estos tiempos modernos los medios y las redes sociales juegan un papel importante en la vida de todos. Esperemos que alguien escuche, se sienta inspirado y ayude a los demás. Sería un regalo maravilloso si alguien me escribe y comparte su camino humanitario que comenzó al leer el mío”.

Simón cree que es importante recordar que las personas que ayudan a los demás no son tan diferentes a nosotros. De hecho, está convencido de que esta idea errónea de quienes salvan vidas son superhéroes fuera de nuestro alcance es perjudicial para la causa humanitaria, ya que hay muchos que quisieran ayudar, pero sienten que no son lo suficientemente especiales o que no capaces de hacerlo: “Todos podemos dar el ejemplo porque contribuimos con causas en todo el mundo e inspiramos a muchos a convertirse en personas que marcan la diferencia. ‘Héroes’ no es el término que uso. Todos tenemos valentía y logros que los demás admiran. No somos personajes de superhéroes, somos personas normales que usan sus habilidades, conocimientos y pasiones para dar lo mejor de sí”.

Foto de portada: Simón Lewis abordo de MV Aquarius. Diciembre de 2016. © MSF SEA Media