Actualmente, Yemen atraviesa una de las crisis humanitarias más graves provocadas por el hombre en su historia. El país está devastado por la guerra civil entre las autoridades yemeníes por un lado y el movimiento armado llamado Houti y sus aliados tanto locales como internacionales por el otro. Algunos extremistas, entre ellos partidarios del Estado Islámico, se han aprovechado de los disturbios para ocupar territorios en disputa y han incitado a la violencia organizada. Como resultado, el 80% de la población del país necesita asistencia humanitaria.
Según informes de grupos de derechos humanos, más de 18.000 personas han sido llevadas a cárceles secretas ubicadas en Yemen, pero dirigidas por gobiernos extranjeros. Los prisioneros, acusados de cooperar con terroristas, son torturados y maltratados de manera rutinaria, sin acceso a asistencia legal ni esperanzas de justicia.
Una investigación basada en los testimonios de las personas que lograron salir, sus familiares, activistas de derechos humanos y militares oficiales locales, fue publicada por Associated Press y afirma que esta red clandestina consiste en unos 18 centros de detención escondidos en “bases militares, aeropuertos y puertos marítimos, sótanos de villas privadas e, incluso, un club nocturno”. Huda Al-Sari contribuyó con otro informe, publicado por Human Rights Watch en junio de 2017, que señala que, al menos 49 personas, entre ellas cuatro niños, fueron detenidas arbitrariamente o desaparecieron por la fuerza durante el año pasado.
Ella ha estado pagando el precio desde que ese informe fue publicado.
Su terrible experiencia comenzó inmediatamente después de que dio las primeras entrevistas para los medios de comunicación sobre las torturas que acontecen en las cárceles secretas. The Middle East Eye informó sobre la brutal campaña de difamación en su contra. En las redes sociales la llamaron mentirosa y mercenaria. La acusaron de ser traidora, lobista y espía de gobiernos occidentales. También recibió numerosas amenazas de muerte.
Las amenazas siguieron a Huda Al-Sarari a su propia casa. Unos desconocidos tomaron el teléfono de su casa en Adén. El mismo día, las ventanas de su auto fueron destrozadas. Incluso, cortaron su conexión a internet. Alguien que ella conocía personalmente, entró a su oficina para amenazarla y le dijo que debía “tener cuidado con sus próximos pasos, de lo contrario, estaría poniendo su vida en peligro”. Su familia le rogó que se detuviera que si no era por su propio bien, que lo hiciera por sus hijos.
La sociedad yemení, sigue siendo muy tradicional y la campaña de desprestigio contra Huda Al-Sarari fue muy eficiente, especialmente porque es mujer. “Calificarme con palabras degradantes tiene un impacto negativo más fuerte en mí que si estuviesen dirigidas contra un activista masculino”, explica Al-Sarari. Cuando acudió a los funcionarios, ellos optaron por pasar por alto el tema de los centros de detención y las atrocidades que allí ocurren. Pero ella demostró una valentía excepcional.
Todo ese abuso psicológico afectó a la activista. “Tenía miedo de salir de mi casa o hablar con los medios durante más de un mes”, dijo Al-Sarari a Middle East Eye. “Pero ahora, quiero que se corra la voz, al menos sobre la terrible experiencia que los activistas de derechos humanos deben soportar”.
A Al-Sarari siempre le apasionó luchar por los derechos humanos, la justicia y la igualdad. En 2011, obtuvo su licenciatura en derecho sharia en la Universidad de Adén. También tiene una maestría en Estudios y Desarrollo de la Mujer, del Centro de la Mujer de la Universidad de Adén. Es miembro de la Unión de Mujeres de Yemen, que promueve los derechos civiles de las mujeres, ofrece apoyo legal y protege los derechos humanos de las reclusas.
Huda Al-Sarari ha dedicado al menos 10 años de su vida al activismo por los derechos humanos y ha colaborado con instituciones muy respetadas como la Fundación Adala por los Derechos y Libertades y el Comité Nacional para la Investigación de las Denuncias y Violaciones de Derechos Humanos. También se ha ofrecido como voluntaria de Amnistía Internacional y de Human Rights Watch. Por esto, ella logró documentar, muchas veces trabajando sola, el abuso que tuvo lugar en las cárceles secretas. La reacción fue rápida y atroz.
Huda Al-Sarari no tiene intenciones de parar mientras sepa que en las cárceles hay gente inocente. Además de luchar por ellos, su misión es aún más grande. Ella quiere ver el estado de derecho en Yemen. Incluso, los sospechosos de al-Qaeda deben ser detenidos e interrogados de manera legal, argumenta Al-Sarari. Comprometida con su comunidad, se niega a huir de Yemen y se hace responsable de ayudar a los detenidos ilegalmente, antes de su propia vida.
Huda Al-Sarari, la luchadora imparable, está decidida a hacer justicia por quienes han perdido las esperanzas. Seguro que perseverará.
Foto: © AP Photo/Maad El Zikry