Al nacer con defectos en sus piernas, Sunitha Krishnan supo desde chica lo que significaba ser alguien diferente. Debió usar moldes correctivos durante gran parte de su infancia y sabía que era distinta a los demás niños de su país, la India, y describió su niñez como “físicamente distante”. A pesar de esto, ella es una gran triunfadora que da lo mejor de sí para brindar asistencia a las personas que están en desventaja. Cuando finalmente le quitaron los moldes, aprendió a bailar por sí misma y encontró la alegría al enseñarle lo que amaba a los niños con discapacidades intelectuales. Incluso, durante su adolescencia abrió un pequeño centro de aprendizaje, una especie de escuela para niños en un cercano barrio carenciado.
Pero cuando tenía tan solo 15 años, la vida feliz de Sunitha se desplomó. Fue violada por un grupo de ocho hombres, a quienes no conocía y cuyas caras luego no pudo recordar. “Todo mi mundo cambió de la noche a la mañana”, afirma.
Sunitha sobrevivió al ataque, pero pronto se dio cuenta de que su lucha apenas había comenzado. Sus padres se avergonzaban de ella. Su comunidad la rechazaba culpándola a ella y a su familia por permitir que eso haya sucedido. Sunitha era castigada por un delito que fue cometido contra ella y estaba completamente sola, sin poder recurrir a nadie.
Había sido violada por hombres perversos y era menospreciada por quienes la rodeaban, pero Sunitha no permitió que doblegaran su fuerza interior. Por el contrario, vio una inmensa necesidad de cambio y una oportunidad para generar conciencia y brindarle apoyo a las mujeres jóvenes que habían vivido un trauma similar.
“Al mundo exterior le gusta ver a una víctima como tal, quieren que la víctima llore, que esconda su cara. Yo soy todo lo contrario”, explica. “Me di cuenta de que no necesito a nadie que me respalde. Soy lo suficientemente fuerte para mí misma”.
Se graduó en trabajo social psiquiátrico y comenzó a asesorar a las mujeres que ejercían la prostitución. Luego, se unió al Movimiento Popular, una alianza entre organizaciones de la sociedad civil y otros ciudadanos de la India que trabajan para lograr objetivos progresivos y, más tarde, fue arrestada. La culparon por las actividades que realizaban y debió pasar dos meses en la cárcel. Luego de ser liberada, Sunitha fundó Prajwala, que humildemente comenzó con la misión de rescatar y rehabilitar a las víctimas del tráfico sexual y ayudarlas a reintegrarse en la sociedad. Hoy, se ha convertido en una de las organizaciones de la sociedad civil más grande del mundo que lucha contra el tráfico sexual y los delitos sexuales y ha salvado a más de 18.500 mujeres y niños.
Ser violada en grupo le generó muchísimos traumas a Sunitha, pero también significó una de las mayores fuentes de motivación para su vida. “Me hizo darme cuenta de cómo la gente trata a las víctimas de los delitos sexuales. Tratan a uno como un criminal sin importar que la responsabilidad no sea tuya”, explica. “Y así fue que tomé una decisión en mi vida: esta es la misión que emprenderé. De ahora en más, desde este momento y en cada momento, estaré dedicada a desterrar los delitos sexuales y el tráfico sexual”.
Comenzó a trabajar junto con la policía local y estableció tres albergues para las víctimas que rescataban: un refugio de emergencia, uno para las víctimas adultas y otro para niños que, a veces, tenían tan solo tres años de edad. Si bien Sunitha trabaja todos los días en la primera línea para rescatar a las personas del daño inminente, también se ocupa de garantizarles apoyo y recursos a largo plazo que necesitan para volver con éxito a la sociedad.
“Cuando fundé Prajwala, quería crear una comunidad segura para las sobrevivientes del tráfico sexual. Este deseo de empoderar a la víctima viene de mi propia comprensión de convertir el dolor en poder”, explica. “Queremos que cada niño y cada mujer que deja Prajwala, se vaya con un sentido de poder, de dignidad y de identidad propia”.
Gracias al trabajo de promoción que realiza con los gobiernos locales, Sunitha puede garantizar que estas mujeres tengan una compensación, ciudadanía legal, vivienda y trabajo a medida que se van del refugio y regresan a la sociedad. Sin estos recursos, las víctimas de los delitos sexuales y de la explotación sexual, por lo general terminan en las calles, gravemente enfermas o, incluso, muertas.
Al final del día, Sunitha ve su trabajo como un esfuerzo global que se extiende más allá de las fronteras de la India y representa una lucha contra el tráfico sexual en todo el mundo. “No estoy aquí para dirigir una organización pequeña. Estoy aquí para transformar el mundo al exhibir posibilidades probadas en la India y para hacer que el mundo comprenda que cualquier forma de delito sexual contra mujeres y niños es deplorable y no debe ser tolerado”.