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Cómo la guerra civil siria me convirtió en un médico

Cómo la guerra civil siria me convirtió en un médico

El 24 de abril, el Comité de Selección del Aurora Prize for Awakening Humanity anunció los nombres de los cinco finalistas de este año, que fueron escogidos por su excepcional impacto, valentía y compromiso al preservar la vida humana y con la promoción de las causas humanitarias. Uno de los finalistas, el Sr. Muhammad Darwish, médico en Madaya Field Hospital en Siria, es un estudiante de odontología que regresó a su ciudad natal y asumió las responsabilidades de un médico, comenzó a realizar intervenciones clínicas, ofreció cuidados y mantuvo una meticulosa documentación de las condiciones de los pacientes, muchos de ellos niños, afectados por la persistente violencia. De esta forma, llevó la atención internacional hacia la zona afectada. A continuación, la nota de opinión escrita por el Sr. Muhammad Darwish.

Ubicado en las montañas, no muy lejos de la frontera con El Líbano, mi ciudad nata, Madaya, solía ser un popular resort de montaña. Eso cambió en el verano de 2015, cuando nos afectó la guerra civil siria. En ese momento, yo estaba a un año de completar mis estudios y ser odontólogo.

Dejé la universidad y volví a mi ciudad, impresionado por las escenas de la destrucción. Muchos abandonaron sus pertenencias y huyeron. Miles fueron heridos y la mayoría de los médicos se habían ido o fueron arrestados. Sentí que era mi deber para con mi pueblo ayudarlos de alguna forma. Ellas eran las personas con las que crecí; mi familia y mis amigos, personas normales con vidas normales. Al escuchar el desesperado llanto de un niño, cuya sangre se mezclaba con sus lágrimas corriendo por su cara… tenía que actuar.

Había estudiado odontología, no cirugía, pero a pesar de mi falta de experiencia, fui a trabajar al hospital. Había mucha gente que necesitaba ayuda. Tuve que tomar un curso intensivo de práctica medicinal, aprendiendo de un médico matriculado quien, también se tuvo que ir. Hoy no hay médicos especialistas, sólo equipamiento médico limitado y rudimentario, sin acceso a los medicamentos más básicos. Sin embargo, la demanda de nuestro servicio es incesante. Atendemos hasta 100 personas todos los días. La ciudad está rodeada por 14.000 minas terrestres y decenas de francotiradores apuntan hacia la ciudad constantemente.

Pronto, quedé sólo yo y otros “doctores” sin experiencia, haciendo lo mejor que podíamos. La primera vez que realizamos una cirugía, el miedo me tomó por completo porque la vida de una persona estaba en mis manos. Sabíamos que no estábamos calificados para hacerla, pero no había otra opción. Los padres de esta persona nos dijeron que lo hagamos, porque no había otra chance. Durante la operación, tomaba fotos con mi smartphone de lo que iba sucediendo, salía de la sala de operaciones, donde hay acceso limitado a internet, para poder enviárselas a los médicos y pedirles consejos por WhatsApp. Luego volvía, me esterilizaba nuevamente y seguía. Cuando la operación fue completada con éxito, todos lloramos.

Debido a nuestro aislamiento en una zona de guerra, recibimos muy poca ayuda internacional que está limitada al arroz y a los granos de frijoles; todos carbohidratos. La gente carece de proteínas y otros nutrientes esenciales. Esto ha llevado a formas severas de desnutrición. Es algo que nunca habíamos visto antes, pero luchamos para hacerle frente.

El sitio ha durado, ahora, por dos años. Se impregna en todo tu ser y logra un efecto sofocante. Las calles donde solía jugar cuando era chico, ahora están llenas de cuerpos, de sangre de las víctimas, de lamentos penetrantes y de silenciosa incredulidad. El hospital ha sido casi constantemente atacado por los bombardeos y por los francotiradores. Fuimos personalmente amenazados y obligados a mudarnos cuatros veces. Pero hemos persistido y mantengo la esperanza. Como le digo a los demás, se sorprenderán por el bien que seguirá a esto y la experiencia reunida. Un día, cuando termine la guerra, volveré a la universidad y estudiaré para poder ser un cirujano plenamente calificado. Pero ahora, mi gente me necesita y debo responder.

Esta nota de opinión fue publicada, originalmente, en la revista TIME el 24 de abril de 2017.