"Sueno a americana y me siento europea, pero levanto a mis hijos hablándoles en armenio; es mi manera de honrar a los miembros de mi familia y nuestra historia".
Fuertes y poderosas palabras de una mujer con visión.
A Audrey Selian Matian le gusta ser clara. Nieta de un sobreviviente del Genocidio, es elocuente y reflexiva, pero, lo más importante, ella cree que las palabras y los hechos correctos hacen una diferencia.
Tiene buenos modales, amable e ingeniosa, pero siempre se basa en su sentido de gratitud. De ninguna manera es una sensación esotérica para ella. Es un sentido práctico y poderoso, que la empuja a lograr.
“Esta es la forma en la que vivimos nuestras vidas hoy. Es uno de los aspectos más importantes de mi vida familiar. La gratitud es, absolutamente, uno de los fundamentos de nuestro bienestar. Mis abuelos pasaron por épocas duras y oscuras, pero esto me da un punto de referencia”.
“La gente muestra mucho reconocimiento y disculpa. Pero, ¿qué iban a hacer con eso, si lo tuviesen? Es tiempo de seguir adelante. Tenemos que alejarnos de la pesadez de nuestro pasado”.
Para Audrey, una mujer de 40 años, madre de dos hijos pequeños, el respeto a la memoria de aquellos que perecieron es vital, pero también lo es la necesidad para los armenios a redefinirse.
Su bisabuelo fue el único sobreviviente de los pogromos de la aldea en 1890 y su abuelo, de 101 años, todavía recuerda el terrible derramamiento de sangre que comenzó en 1915. Él es un hombre que conoce el horror constante pero, según Audrey, hizo algo grande y valiente... a los cincuenta años de edad, tomó a su familia de Estambul y los trasladó a Ginebra, donde construyó una nueva vida con un nuevo legado.
En aquel momento él sólo sabía un puñado de palabras en francés pero sabía cómo criar a una familia libre de los traumas que lo atormentan todavía.
“Abuelo es un alma gentil y muy pasiva. Pero él es la encarnación del miedo intenso", dice ella.
Debido a sus esfuerzos, el padre de Audrey salió de la sombra de sus recuerdos y le dio a su hija no sólo una educación, sino también una visión de la vida que es honesta e inspiradora.
Se crió en las calles de Estambul y trabajó a jornada completa desde los 13 años de edad, pasó a conducir un taxi amarillo, fue a un colegio de negocios y luego se convirtió en vendedor. Él, rápidamente, avanzó por los escalones de gestión y viajó por el mundo. Cuando su compañía pidió gerentes voluntarios para ir a Sudán, fue el primero en alzar su mano.
“Mi papá puede hablar ¡tantos idiomas! Puede imitar muy bien a las personas. Puede involucrar casi a cualquier persona en la conversación. Él es un camaleón. Pero, sobre todo, le encantaba viajar”.
Así también Audrey.
Ella ha heredado el don de su padre para la conversación inteligente - también en varios idiomas - y su talento para el comercio. Pero mientras él está comercialmente mentalizado en el sentido directo de la palabra, Audrey es una emprendedora social.
Audrey tiene calificaciones de estudios internacionales de cuatro de las mejores universidades del mundo. Actualmente es la Directora de Artha Impact Investment. Su trabajo es instigar y supervisar inversiones en sociedades y fondos con la intención de generar un impacto medible, social y ambiental, junto a un retorno financiero.
Ella tiene un esposo que la apoya y un círculo cercano de familiares y amigos. Lleva una vida feliz, libre de ansiedad que su abuelo rara vez ha experimentado. Él nunca abrió su propio correo, nunca levantó el teléfono y temió, incluso, a un golpe en la puerta.
“El péndulo oscila, nuestra generación muy pronto se dio cuenta de que hay algo que pasaba con el hecho de tener esta identidad pesada”.
“No es casualidad que soy activista en todos los ámbitos. Tengo una alergia al barrido debajo de la alfombra oriental proverbial, que apenas puedo describir, además de decir que he visto suficiente de eso para toda la vida”.
“El problema es que este trauma colectivo significa que siempre miramos hacia el interior. Hemos tenido un miedo a lo exterior. Nos hemos convertido en un grupo muy insular y tenemos que ir más allá de esto", sostiene.
Lo llamativo de Audrey es que hay apenas una pizca de autocompasión en su conversación. Ella se enfoca en su trabajo y su marido, pero todo el tiempo está analizando el mundo a su alrededor, en busca de soluciones.
Cree que Armenia puede avanzar. Es claro que los armenios en Armenia necesitan compromiso y liderazgo.
“Somos un pueblo de cultura. Me encanta visitar a mis amigos allí ... y ¡me encanta la comida!”
Pero, añade, hay una dislocación entre la Diáspora y el pueblo armenio dentro de sus límites geográficos.
"Tenemos que encontrar una manera de reconciliar nuestra devoción a una Armenia segura, soberana e independiente, con una devoción igual a los derechos cívicos, civiles y económicas fundamentales de nuestros compatriotas armenios que viven allí. Para contribuir realmente a crear un lugar donde todos quisiéramos vivir, de verdad".
Esta historia fue verificada por el Equipo de Investigación de 100 LIVES, en colaboración con el Museo Instituto del Genocidio Armenio y el Archivo Nacional de Armenia