Julienne Lusenge es una defensora de derechos humanos congoleña, cofundadora y presidenta de la organización Solidaridad de Mujeres para la Paz y el Desarrollo Inclusivo (Women's Solidarity for Inclusive Peace and Development - SOFEPADI) y cofundadora del Fondo para las Mujeres Congoleñas (Fund for Congolee Women - FFC), y ha apoyado a las víctimas de la violencia sexual en tiempos de guerra en la República Democrática del Congo durante años. Su ilimitada valentía y su activismo incansable han arrojado luz sobre la terrible situación de miles de mujeres congoleñas sometidas a horribles abusos sexuales en medio de la guerra civil en el país, exponiendo a los perpetradores y llevándolos ante la justicia.
Julienne Lusenge nació en 1958 en Watsha (actualmente la provincia congoleña de Haut-Uélé) y fue criada por personas que valoraban la comunicación abierta en todas sus formas. “Mi padre me enseñó a hablar y a defender mis ideas. Crecí en una familia donde era natural que mi mamá y mi papá se hablaran, incluso si no estaban de acuerdo. Desde pequeña, mis padres me enseñaron a luchar contra la injusticia, a no ver sufrir a los demás y ser indiferente”, recuerda Lusenge.
No es de extrañar que el periodismo se convirtiera en su primera elección profesional. En 1978, Julienne Lusenge consiguió su primer trabajo en Radio Candip, una estación de radio comunitaria. Para recopilar historias, visitó aldeas remotas en las provincias de Ituri y Kivu del Norte. “Ser periodista me dio acceso a las aldeas locales de una manera más íntima. Las mujeres me conocían y confiaban en mí. Vi desigualdades flagrantes: una mujer que no se atrevía a hablar sólo porque estaba frente a un hombre o el jefe tradicional; mujeres que fueron abusadas pero que no pudieron hablar de ello por temor a más violencia. Pensé dentro mío que si he tenido la oportunidad de obtener educación y tener la oportunidad de hablar, ¿por qué no seguir ayudando a otras mujeres a hablar por sí mismas?”.
Los estructuras patriarcales de la cultura tradicional se tensaron aún más como resultado de los constantes disturbios civiles y conflictos étnicos en la República Democrática del Congo. Las violaciones en tiempos de guerra siguen siendo un elemento constante y trágico en el país, a pesar de los esfuerzos de numerosos activistas humanitarios como el Héroe Aurora 2017 y Premio Nobel de la Paz 2018, el Dr. Denis Mukwege. “La República Democrática del Congo, mi hogar, ha sido un lugar de conflicto durante décadas. Vi a mi provincia vecina de Ituri disolverse en una pugna en 1997, cuando los caudillos y los líderes comunitarios explotaron las líneas divisorias entre los grupos étnicos”, explica Julienne Lusenge. “Ser ignorado debido a mi propia etnia en lugares en los que una vez me habían recibido fue muy doloroso. Pero también profundizó mi empatía por aquellos con los que me había conectado durante tantos años". Julienne sintió que no podía renunciar a ellos.
“Comenzamos a recibir informes alarmantes sobre grupos armados que violaban a mujeres en las comunidades. Era demasiado, tenía que involucrarme. Comencé a documentar casos y desafiar a líderes locales de grupos armados. Les rogué que dejaran de utilizar la violencia sexual contra las mujeres como arma de guerra. Así es como nos dimos a conocer en la comunidad internacional, la ‘capital mundial de la violación’. Sabía que no podía descansar hasta que mi amado país fuera conocido de otra manera”, dice Julienne Lusenge. Este fue un punto de inflexión para ella que completó su transformación de una observadora, aunque apasionada, en una activista.
En abril de 2000, junto con otros siete periodistas, Julienne Lusenge cofundó una nueva organización llamada Solidaridad de Mujeres para la Paz y el Desarrollo Inclusivos (Women's Solidarity for Inclusive Peace and Development - SOFEPADI). Su objetivo es asegurarse de que el gobierno congoleño y la ONU reconozcan lo devastante que es la violación, su uso como arma de guerra y apoyar a las sobrevivientes de la violencia sexual. Parte de SOFEPADI es un hospital y cuenta con clínicas móviles que brindan atención médica y psicológica integral a las sobrevivientes de la violencia sexual. Entre 2010-2020, el centro médico recibió y atendió a 6.284 personas, entre ellas a 567 desplazados internos. SOFEPADI también fomenta la reintegración socioeconómica con actividades que generan ingresos, educación y reintegración escolar y, además, brinda a las sobrevivientes asesoramiento legal y representación en los tribunales.
Una de las ventajas de ser periodista era la impresionante red de conexiones que tenía Julienne, por lo que decidió darle un buen uso. “Empecé a reflexionar: ¿Cómo se recuperan las mujeres de estas atrocidades? Conectándose entre sí. Comencé a unir a las sobrevivientes y a construir relaciones entre ellas a través de grupos de autoayuda y otras actividades. Una vez conectadas, estas mujeres pudieron construir una nueva comunidad y hacerle frente al hecho de ser rechazadas por los suyos. Este es un ejemplo muy poderoso de liderazgo femenino en el trabajo y me ayudó a mantenerme motivada incluso en momentos de absoluta desesperación y duda".
Financiar una operación a gran escala en un país devastado por la guerra no es fácil y, en 2007, Julienne Lusenge cofundó una segunda organización: el Fondo para Mujeres Congoleñas (Fund for Congolee Women - FFC). Recauda fondos de múltiples donantes internacionales, luego dirige este dinero a organizaciones de base acreditadas que tienen el objetivo de eliminar la violencia sexual y de género y brindar empoderamiento económico, entre otros temas. FFC colabora estrechamente con mujeres y niñas, transformando a quienes son consideradas "víctimas" en agentes de cambio.
Todavía, muchos perciben este enfoque de orientación local como algo innovador. Para Julienne Lusenge, tiene mucho sentido asignar fondos a los activistas que trabajan en el campo ya que conocen los problemas desde adentro hacia afuera y, por lo tanto, son capaces de diseñar e implementar las iniciativas que generen un mayor impacto. Sin embargo, no todos en la comunidad humanitaria están de acuerdo. “En las cuatro décadas que he sido activista, uno de los mayores desafíos que he encontrado es la resistencia de la comunidad internacional a financiar ONG nacionales”, lamenta Julienne Lusenge. “Hay una gran cantidad de fondos destinados a ayudar al Congo, pero esa financiación es para las organizaciones internacionales, para sus administraciones”.
La otra gran preocupación, por supuesto, es su seguridad y bienestar personal. Liderar una ONG no es una elección de carrera lucrativa, por lo que Julienne Lusenge se enfrenta tanto a las amenazas a su seguridad como a los crecientes desafíos económicos. “He arriesgado mi propia seguridad para denunciar la injusticia y la impunidad porque documenté cientos de casos de violencia sexual y desafié a líderes locales de grupos armados. Mi familia ha tenido que mudarse en varias ocasiones debido a amenazas y atentados contra mi vida. Muchos de estos exrebeldes ahora están integrados en la policía nacional y en el ejército, dejándome en una situación increíblemente precaria cuando me ocupo de estos cuerpos”, explica la activista.
En 2020, la situación se vio agravada aún más por el brote mundial de COVID-19. Julienne Lusenge se entristeció pero no se sorprendió de que resultaran ser las mujeres quienes lleven la carga más pesada, una vez más: “En nuestra cultura, las mujeres son las que atienden a los enfermos. Las mujeres se han visto obligadas a atender las necesidades de sus familias sin los medios para hacerlo, lo que las expone a la violencia intrafamiliar, violencia sexual y todo tipo de violencia. Por eso decidimos apoyar proyectos centrados en el COVID-19 y la prevención de la violencia de género a principios de 2020”.
La presión es increíble, pero ella no se desmorona y encuentra una fuente de consuelo e inspiración al ver los cambios en las vidas de las mujeres y niñas sobrevivientes a quienes ayuda. “La alegría de los beneficiarios y sus familiares revive mi corazón. No es normal que nuestros hijos nazcan en la guerra, crezcan en la guerra y envejezcan en la guerra. Uno de mis objetivos es crear un 'ejército' de feministas jóvenes que conozcan sus derechos, que no tengan miedo de usar su voz e influencia y que hagan los cambios que desean en sus vidas y comunidades".