El pueblo libanés tiene sentimientos encontrados en cuanto al 11° presidente de su país, en ejercicio desde 1998 hasta 2007. Mientras hay quieres acusan al General Émile Lahoud de ser demasiado pro-sirio, otros sostienen que su propensión a defender su país actuó en detrimento de su economía. Pero todos coinciden en un punto: fue principalmente gracias a Lahoud que la sangrienta guerra civil del Líbano llegó a su fin en octubre de 1990.
A la edad de 79 años, el veterano de la política libanesa nunca escondió sus raíces armenias, de las cuales está muy orgulloso. La madre de Émile Lahoud, Adrene Karabajakian, no tenía más que cinco años cuando sus padres Hovhannes y Rebecca huyeron hacia Siria para escapar del Genocidio Armenio.
Partir de cero
Antes de abril de 1915, la familia Karabajakian vivía en el pueblo de Adabazar en el Imperio Otomano. Como la mayoría de los armenios de dicha localidad, los ancestros del expresidente libanés eran artesanos y comerciantes. Hovhannes Karabajakian era dueño de una curtiembre y de una tienda donde vendía sus productos. El barrio armenio del pueblo se enteró de la amenaza inminente un mes antes de las masacres. “El consejo de familia decidió que Hovhannes y Rebecca, junto con sus pequeños hijos, partieran inmediatamente del pueblo”, precisó Lahoud. “Sus familiares los convencieron de que los niños pequeños les harían más lenta la marcha, razón por la cual necesitaban partir de inmediato. Se suponía que el resto de la familia los seguiría algunos días más tarde, pero el destino quiso que nunca más se vieran”.
En ese entonces, Adrene tenía cinco años y su hermana mayor seis. La más pequeña de la familia, que no llegaba al año de edad, murió de hambre en el camino. Rebecca estaba desnutrida y se le secó la leche. Cuando los Karabajakian finalmente llegaron a Alepo, se enteraron de los terribles acontecimientos que se suscitaron justo después de su partida.
“Prácticamente todos nuestros parientes fueron masacrados”, dice el expresidente. “Mi abuela contó cerca de 100 parientes, entre cercanos y lejanos, que fueron liquidados. Y eso fue sólo en mi familia. Quién sabe cuántos otros perecieron…”
Afortunadamente, en Alepo, Hovhannes Karabajakian pudo hacer uso de su talento y experiencia en el trabajo del cuero. Montó un nuevo negocio de cero. Rápidamente, la familia se mudó a Damasco, donde Hovhannes era el encargado de supervisar las entregas de productos de cuero destinados al ejército sirio. El cuero crudo que Hovhannes importaba era utilizado para confeccionar botas para los soldados y monturas para los caballos.
Jamil y Adrene Lahoud |
Mientras trabajaba para el ejército, Karabajakian estaba en contacto frecuente con un joven oficial sirio, Jamil Lahoud. El oficial solía pasar por su tienda y a menudo lo visitaba en su casa. Hovhannes se dio cuenta de repente de que estas visitas poco tenían que ver con asuntos comerciales, ya que Jamil no ocultaba sus sentimientos por una de las hijas de Karabajakian. Durante muchos años, el joven, que provenía de una familia católica maronita, cortejó a la hermosa Adrene y buscó la bendición de sus padres. La joven pareja se casó en 1933.
Un año más tarde, tuvieron a su primer hijo, Nasri. Años después, Nasri se convertiría en el Presidente del Consejo Judicial Supremo del Líbano. Émile, que estaba destinado a convertirse en el Presidente del país, nació dos años después.
Jamil y Adrene Lahoud junto con sus hijos, Nasri y Émile |
Una familia de políticos
La carrera militar de Jamil despegó. Lo ascendieron un rango y lo transfirieron a la gobernación del Monte Líbano. Los padres de Adrene se mudaron a Beirut para estar más cerca de su hija. Cuando Jamil fue a su vez transferido a Beirut, la familia terminó viviendo en la casa de los Karabajakian, que Hovhannes había construido frente a la iglesia ortodoxa armenia de San Nichan.
“Mi padre era un político. Era ministro y por lo tanto tenía poco tiempo para dedicarnos. Lo mismo ocurría con mi madre; siempre estaba al lado de su marido para toda clase de eventos sociales y recepciones. Nuestra educación fue confiada a mi abuela Rebecca”, recuerda Lahoud. “Nos dio todo lo que pudo, todo lo que tenía. La adorábamos”.
La familia Lahoud junto con Rebeca (a la derecha) |
Cuando Jamil y Adrene compraron una nueva casa, Émile se quedó con su abuela. Rebecca Karabajakian les sugirió que el niño asistiera a una escuela primaria armenia y sus padres estuvieron de acuerdo. Hasta antes de que empezaran el colegio, Rebecca les enseñó a sus nietos a escribir y leer el idioma armenio. Incluso en la actualidad, el expresidente aún puede hablar un poco la lengua nativa de su madre. Desafortunadamente, no recuerda todas las letras. “Aprendí a leer y a escribir en armenio antes de aprender el árabe. Lamentablemente, tras la muerte de mi abuela, no escuchamos más hablar armenio y comencé a olvidarme muchas de las palabras. Pero cuando conocí al presidente de Armenia y me habló en armenio, le pude entender”.
Tras haber recibido una educación militar de excelencia, tanto en Europa como en Estados Unidos, Émile Lahoud comenzó a prestar servicio en la marina. El capitán buen mozo y distinguido llamaba la atención de muchas jovencitas, pero eligió una esposa armenia. “La madre de Émile se puso feliz al enterarse de que su hijo había decidido casarse con una muchacha armenia. Mis padres también estaban muy felices”, recuerda la esposa del general, Andreé Amadouni. “Nuestra boda no fue tradicional, pero fue muy armenia”.
La ex primera dama libanesa también es hija de refugiados.
Su abuelo, el Dr. Zare Amadouni, era un armenio oriundo de Cilicia y descendiente de una noble familia principesca. En 1915, escapó de las matanzas con la ayuda de los franceses, que le ayudaron a él y a su familia a trasladarse a Siria. Sus tres hermanos fueron asesinados.
Émile Lahoud |
El general Lahoud y su esposa tienen tres hijos. Si bien no hablan prácticamente armenio, guardan un gran respeto por sus orígenes. “Son armenios, como mi esposa y como yo”, afirma el expresidente. “Su mentalidad es armenia, están orgullosos de su sangre, en especial nuestra hija Karine. Ella posee muchos libros sobre historia armenia. Nuestros hijos sueñan con visitar Armenia. Los hijos de mi hermano también son patriotas armenios; uno de mis sobrinos incluso adoptó la ciudadanía armenia”.
Émile Lahoud fue solamente una vez a Armenia, en mayo de 2001. A pesar de una agenda cargada de actividades oficiales y reuniones de trabajo, durante su visita de estado de dos días, el presidente libanés encontró tiempo para recorrer Ereván y colocar una corona de flores en la llama eterna en memoria de las víctimas del Genocidio. Fue una ocasión inusual que la visita de un jefe de estado a Tsitsernakaberd no fuera un simple evento protocolar. “Cuando me acerqué a la llama eterna, sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas”, confiesa Lahoud. “En ese instante pensé en mi abuela Rebecca, en toda su familia asesinada. Recordé sus palabras: ‘Nunca olvides lo que le sucedió a nuestros ancestros. De lo contrario, todas estas personas van a haber muerto en vano’”.
Cuando era aún comandante del ejército libanés, Émile Lahoud se propuso convencer al Parlamento de su país de que condene los crímenes de los Jóvenes Turcos. El 3 de abril de 1997, la Asamblea Nacional del Líbano declaró el 24 de abril como el “Día de la Conmemoración de las Víctimas del Genocidio de los Armenios”. Cuatro años después, el Parlamento reconoció oficialmente el Genocidio. “El primer político libanés que planteó el tema del reconocimiento del Genocidio de los Armenios fue mi padre”, explica el expresidente. “Por supuesto, sentí la obligación de continuar con su iniciativa. Mis oponentes políticos intentaron utilizar esto en mi contra. Sostenían que como yo era armenio por parte de madre, estaba motivado por los intereses de la comunidad armenia, no por los intereses del Líbano en su conjunto. Pero la sociedad libanesa me apoyó. Lo libaneses saben que las demandas de los armenios son legítimas”.
Durante los nueve años de mandato de Émile Lahoud, las relaciones entre Armenia y el Líbano alcanzaron otra magnitud. Beirut comenzó a apoyar activamente a Ereván en el ámbito internacional. Según dice el expresidente, los libaneses saben que los armenios son personas trabajadoras y meticulosas.
La gente recuerda que incluso después del Genocidio, no había prácticamente mendigos armenios en las calles de Beirut.
“Mientras que otros mendigarían a mano tendida, los armenios trabajarían incansablemente. No tengan dudas: todo libanés que tenga al menos un mínimo de sangre armenia está orgulloso de eso. Y yo soy uno de ellos”, concluye el 11° presidente del Líbano.
En homenaje a este general pacificador, los habitantes de Beirut le pusieron su nombre a una de las avenidas centrales de la ciudad.
La historia fue verificada por el Equipo de Investigación de 100 LIVES.