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Philippe Raffi Kalfayan

Philippe Raffi Kalfayan

Philipp Raffi Kalfayan es un abogado francés experto en derecho internacional, cuyo nombre está asociado con la defensa de los derechos humanos. Desde 2001 a 2007 fue secretario general de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), y hasta la actualidad, cumple una función relevante en esa organización. Desde 2003, Kalfayan se ha desempeñado como experto consultor legal para la Dirección General de Derechos Humanos y Estado de Derecho del Consejo de Europa. Raffi está ligado a Armenia por algo más que su herencia: fue pionero en el establecimiento del colegio de abogados en la recientemente independiente república.

A Raffi no le gusta quedarse en su historia familiar, pero parece contento y deseoso de recordar a su abuela Agavni. “Cuando mi abuela cosía sus chalecos en la máquina de coser Singer, yo solía sentarme a sus pies y escuchar sus historias. No me cansaba de pedirle que me contara acerca de la vida en Afyonkarahisar antes de 1915, acerca de su hogar ancestral, acerca del viaje a Esmirna y su rápida huida de ese lugar junto con su tía, en septiembre de 1922. Al mirar hacia atrás, me doy cuenta de cuán afortunado soy –tengo esta conexión necesaria e inquebrantable con la generación de sobrevivientes,” agrega. 

La pequeña Agavni (primera, en el centro) en brazos de su abuela materna. Afyonkarahisar, 1911

Niñez con huida y pérdida

Agavni Kalfayan, de nacimiento Papazian, nació en 1910 en la ciudad de Afyonkarahisar, ubicada en el centro de Anatolia Occidental entre Esmirna y Ankara. Sus padres, dos mercaderes, Hakop y Takui, eran miembros de la burguesía de la ciudad. Tuvieron cinco hijos, uno de los cuales fue adoptivo.

En la primavera de 1915, los padres de Agavni sintieron el peligro inminente y decidieron confiar a su hija menor a una tía materna, también llamada Agavni. Se suponía que la tía y la sobrina debían ir a Smyrna (actual  Esmirna) para quedarse con la abuela materna de Agavni, Maria Muradian, pero cuando llegaron a la estación de trenes de Afyonkarahisar, casi terminan arriba de un tren que llevaba deportados armenios en la dirección contraria.   

Afortunadamente, uno de los oficiales de la estación de trenes los reconoció y sabía de su relación con Migran Topalian; el hermano de la abuela de Agavni, quien tenía un alto cargo en la compañía de trenes. Una vez que se comunicó con Topalian por teléfono, el oficial los subió a un tren con destino a Smyrna. 

Así pudieron evitar el destino trágico que corrió el resto de los familiares que dejaron atrás en Afyonkarahisar : todos resultaron muertos durante el Genocidio.

Recién después de la Primera Guerra Mundial, en 1918, Agavni pudo ver nuevamente la casa de sus padres en  Afyonkarahisar. “Había un oficial de origen armenio-norteamericano, el capitán Hems (su nombre real era Ambartsum), que vino a estimar los daños. Esa fue la última vez que ella vio la casa donde había nacido. Todas sus pertenencias habían desaparecido”, recuerda Raffi.

Agavni pasó los años de la guerra con su abuela María y su tía en Esmirna. “Mi abuela fue a la escuela armenia para niñas Ripsimyan, donde aprendió armenio y francés, idioma que hablaba sin acento extranjero; una rareza entre su generación”, dice Raffi. Pero en septiembre de 1922, los nacionalistas turcos incendiaron Smyrna en su intención de aniquilar a las minorías armenias y griegas de la ciudad. Las masacres comenzaron nuevamente y Agavni con 12 años de edad perdió a su abuela entre las multitudes.

Huyendo de los conflictos, Agavni y su tía trataron de nadar a un lugar seguro en botes que estaban en la cercanía. Un barco italiano las rescató y las llevó a Pireo en Grecia. Varios meses más tarde se dirigieron a Francia: una de las tías de Agavni, Satenik, estaba viviendo en Arnouville, al norte de  París. El nuevo exilio y las pérdidas acumuladas dejaron una marca indeleble en la vida de la niña huérfana. 

                                              El padre de Raffi, Andre, junto a sus padres

Abogado y activista

A los 19 años de edad, Agavni se casó con Haik Kalfayan, quien era 16 años mayor. Él había arribado a Francia desde Estambul en 1924. “Es sorprendente, pero mi padre nació exactamente nueve meses después de la boda”, comenta Raffi.

Raffi creció en París y pasó la mayor parte del tiempo en la casa de sus abuelos. “Me interesaban mucho las historias que me contaba mi abuela. A medida que pasaba el tiempo, comencé a interesarme cada vez más profundamente en este tema”, dice. 

Durante su adolescencia a comienzos de 1970, Raffi pertenecía a distintas asociaciones de jóvenes franco-armenios. Era parte del grupo de danza Nairi y activista de la organización Nor Serund (Nueva Generación). Con el tiempo, el servicio comunitario pasó a ser su principal foco. Se unió a la lucha por el reconocimiento político y la condena del Genocidio Armenio y por la restitución de la justicia.

Habiendo también podido graduarse de la universidad mientras realizaba tareas sociales, Raffi pasó a ser activista en busca de justicia y abogado profesional con interés en la investigación académica. En la actualidad continúa con las tareas de investigación como parte su doctorado en el Centro de Investigación para Derechos Humanos y Derecho Humanitario (CRDH) de la Universidad Panthéon-Assas

 

Intolerancia por la injusticia

El compromiso de Kalfayan con la FIDH comenzó en 1983: en aquel momento, estaba al frente del comité de defensa para dos activistas armenios acusados de atentar contra la vida del embajador de Turquía en Yugoslavia. Esta experiencia influyó en gran medida en su carrera como activista de derechos humanos; varios años después, en 1989, cuando comenzaron los pogromos armenios en Azerbaiyán, Raffi nuevamente se puso en contacto con la FIDH. Así y todo, él considera que el año 1995 es el año en el que oficialmente comenzó a trabajar para la federación.

“Me acerqué a esta organización para llevar a cabo misiones de observadores judiciales para la República de Armenia, donde se estaban estableciendo procesos políticos a medida que el país lidiaba con la independencia post-soviética. Luego me convertí en oficial de la FIDH para misiones especiales, responsable en la región del Cáucaso Sur. En 1997 mis conocimientos del idioma armenio y del sistema legal, sumados a mis capacidades de trabajo en equipo, me permitieron formar una ONG con un grupo de activistas y abogados armenios. Sugerí que nos uniéramos a la federación y eso sucedió en 1998”, explica Raffi.  

En 2001 la administración internacional de la FIDH designó a Raffi subsecretario general como modo de reconocer su ardua tarea y sus logros. Raffi utilizó esta designación para ampliar su ámbito de trabajo.

“Noté que la fuerza motriz genuina que me lleva a actuar y luchar es la intolerancia por la injusticia, la opresión y la tortura”, remarca. 

                                           Raffi y su abuela Agavni 

Cumplir una promesa

Raffi, quien perdió a su padre a una edad muy temprana, en gran medida fue criado por su abuela. Su cercana relación con ella determinó el camino que eligió en la vida.

La abuela Agavni murió en  2003. Después de haber pasado sus últimas horas junto a ella, Raffi se dio cuenta de cuánto pesaban en ella los sentimientos reprimidos y cuánto la atormentaban. “Este dolor que sentía por su familia asesinada en 1915 me demostró la severidad de su trauma, el dolor insoportable que sentían los que habían sobrevivido al Genocidio. Ese día me prometí que haría todo lo que fuera para garantizar una justa retribución por estos tormentos, y mi posición personal y filosófica no han cambiado desde entonces”, argumenta Raffi. Las determinaciones de Raffi, sin embargo, están desprovistas de odio o rencores hacia los criminales y sus herederos que continúan negando el Genocidio. El abogado cree que admitir la culpa es “una oportunidad de liberarnos de un dolor intolerable”.  

Al mismo tiempo, Raffi, quien ha estado luchando por restituciones hace algunos años, no esconde su ansiedad: “Temo que las futuras generaciones, separadas en el tiempo de aquellas que vivieron en 1915, borrarán el pasado. El tiempo está en nuestra contra. Del mismo modo, parece que Turquía también cedió, aunque parezca extraño. Entonces este es mi mensaje para el mundo: es muy importante que no nos rindamos y continuemos demandando que finalmente se haga justicia”,