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Vrej Kassouny

Vrej Kassouny

Desde hace 7 años, cuando el otoño tiñe las calles de Ereván con sus matices dorados, las salas de cine y los centros culturales de la ciudad se preparan para recibir el festival de cine de animación “ReAnimania”, cuya temática este año es el renacimiento. “ReAnimania” es la realización de un viejo sueño del caricaturista y director de cine de animación Vrej Kassouny. Su historia comienza en Cilicia, serpentea por las ciudades de Armenia histórica, toma un descanso en Siria y finalmente encuentra su propio renacimiento en Armenia. 
 

“Desde el día uno, me sentí como en casa en Armenia, como un pez en el agua. Para adaptarse, hay que convertirse en ciudadano. Esto no significa tener la ciudadanía formal, sino volverse realmente un ciudadano, comprender y vivir como un miembro de la comunidad. De lo contrario hay que rechazarlo para siempre”, dice Vrej Kassouny, quien nació en Alepo, pero se identifica como armenio de Cilicia, o del Reino de Comagene.   

 

Heredero de una historia familiar bicentenaria

Los orígenes de la familia Kassouny se remontan a comienzos del siglo XIX. Toros Hodja, quien vivió hasta fines de la década de 1830 en la ciudadela de Kessun, de la región de Besni, cerca de lo que es hoy la ciudad de Adiyaman, representa las raíces de este árbol genealógico. De aquí proviene el apellido de la familia. “Toros Hodja era combatiente y se dedicaba a la agricultura en sus extensas fincas de Kessun y Besni. A principios del 1800 participó en los levantamientos de Cilicia, liderando uno de los escuadrones de armenios”, recuerda Vrej.      

A mediados del siglo XIX, cuando las autoridades otomanas demolieron la ciudadela, el hijo de Toros Hodja, Disho Yeghia, se trasladó junto con su familia a Aintab (actualmente Gaziantep). Su nieto, Yeghia, dirigía la iglesia evangélica del pueblo y trabajaba como profesor. Fue también el primero en utilizar el apellido Kassouny como seudónimo literario. A fines del siglo XIX, Yeghia Kassouny se mudó con su familia a Marash. Vivieron allí hasta 1919, cuando lograron escaparse del Genocidio Armenio. “Aún cuando se enfrentaban a una temible amenaza física, tenían la esperanza de que finalmente todo se iba a tranquilizar y las cosas iban a volver a la normalidad. No podían estar en el pueblo, siempre tenían que esconderse”, cuenta Vrej.   

Antes de las matanzas, Yeghia Kassouny era intérprete al servicio de las delegaciones alemanas que visitaban el Imperio Otomano, mientras que su hermano, Manuel Kassouny, quien dominaba cuatro o cinco idiomas, era intérprete oficial de las tropas británicas y viajó a Palestina con el Ejército Británico. 

 

La familia Kassouni. Adelante, de izq. a der: Hmayak Yeghiayi Kassouny (abuelo de Vrej), Yervand Kassouny (su tío), Yeghia Kassouny (tabuelo del padre de Vrej, quien se mudó de Marash a Siria) y Varouzhan Kassouny (padre de Vrej).

En 1919, cuando se volvió evidente que ya no era posible detener el avance de los turcos, Yeghia Kassouny llevó a su familia y a todos los sobrevivientes de la comunidad armenia de Marash a Siria. Primero pasaron por Damasco, antes de establecerse en Alepo. Allí, Yeghia se casó por segunda vez y de esa unión nació Hmayak, el abuelo de Vrej Kassouny. “Mi abuelo era mecánico; reparaba motores de autos, pero el arte y la literatura siempre fueron una prioridad para la familia Kassouny. Aquellos que recuerdan a Hmayak Kassouny dicen que tenía una pequeña biblioteca en su tienda y que siempre estaba leyendo y escribiendo”, cuenta Vrej.   

Hmayak Kassouny tuvo tres hijos: Varouzhan, padre de Vrej, quien siguió los pasos de su padre y tuvo un oficio; Yervand Kassouny, quien fue un historiador reconocido especializado en Cilicia y Levon Kassouny, quien fue uno de los primeros pilotos militares de Siria y uno de los fundadores del sistema de aviación de Kuwait. 

 

 

De izq. a der. Varouzhan Kassouny, Anna-Lucie Kassouni, Hmayk Kassouni, Levon Kassouny y Yervand Kassouni.
 

La madre de Vrej también nació en Alepo. La familia emigró desde la región de Urfa, pero poco se conoce acerca de su historia y de su viaje a Siria.

Los padres de Vrej se casaron en 1967. “Hasta fines de la década de 1970, había en Alepo barrios al estilo de Kond en Ereván, donde seis o siete familias compartían el mismo patio. Algunas pocas familias, que aparentemente no guardaban parentesco alguno, vivían juntas en el mismo espacio. Mi padres se conocieron en uno de esos barrios”, dice Vrej.    

Vrej, el menor de la familia, nació en 1971, en uno de los barrios armenios de Alepo. Cuando tenía 17 años ya había asistido a siete escuelas diferentes en Siria y El Líbano. 

“No siempre se trataba de un cambio por mudarnos de lugar en lugar; fui expulsado de varios colegios porque era muy desobediente. Terminé en el colegio ‘Cilicia’ de Alepo, pero no pude continuar mi educación porque tuve que ayudar a mi familia”, recuerda Kassouny.

“Desde muy pequeño crecí en un ambiente de trabajo. Cada verano, mis padres nos hacían realizar varias labores para que asumiéramos responsabilidades, respetáramos el trabajo y conociéramos el mundo a nuestro alrededor. Desde la edad de seis años, trabajaba en los veranos y ganaba dinero. En el invierno usábamos ese dinero para comprar libros y lápices para el colegio”.  

Durante su edad escolar, Vrej se mostraba apasionado por el dibujo, aunque recuerda que algunos de sus familiares y vecinos pensaban que estaba destinado a ser clérigo por su fuerte vínculo con la iglesia.   

 

Destino final: Armenia

A los 17 años, Vrej finalmente supo que tenía vocación por las artes e ingresó a la Academia Sayran, una institución de renombre en Alepo y Medio Oriente. Estudió allí hasta 1996. “En 1992 estaba decidido a abandonar mis estudios, pero Hrazdan Toqmajyan, mi profesor y, con el tiempo, mi amigo, venía de mudarse de Gyumri a Alepo y había empezado a dar clases en la academia. Entonces me dije, bueno, probemos un mes más; tal vez tenga algo más motivante que aprender”, dice Vrej. “Ese mes se trasformó en varios años. De él aprendí el idioma armenio oriental, aprendí a amar Armenia y reforzó mi deseo de mudarme ese país”.

Durante sus estudios en la Academia Saryan, Vrej descubrió su talento como caricaturista. “Una vez dibujé al profesor del curso y me dijeron que había hecho una caricatura. Y así fue que me di cuenta de que mi dibujo sí era una caricatura. A partir de ese momento supe que había encontrado mi camino y me dediqué a profundizar este arte”. 

Cuando Vrej se graduó de la academia, estaba ansioso por poner en práctica lo que había aprendido y partió hacia Kuwait en 1996, para ocupar el cargo de jefe de caricaturistas políticos en el periódico Opinion. Pero le resultó difícil adaptarse a la vida en Kuwait y cinco meses más tarde regresó a Alepo, con el deseo cada vez más latente de mudarse a Armenia.     

En 1999, Vrej Kassouny llegó finalmente a Ereván. Completó el proceso de admisión para estudiar en la escuela de arte Terlemezyan y planeaba realizar un curso de 18 meses para así obtener un certificado. “Mi objetivo era vivir un par de años en Ereván para ganar experiencia y así agregarle valor a mi título de artista armenio. A su vez, anhelaba cumplir mi sueño de la infancia: especializarme en animación. Así fue que incursioné en este arte. Una vez que comencé con eso, perdí el interés por continuar mis estudios y concentré todas las energías en mi nuevo proyecto”, expresa.   

Tras permanecer un año y medio en Armenia, Kassouny se mudó al Líbano para trabajar en la famosa editorial británica One, Two, Three. Sin embargo, tres meses más tarde, regresó a Armenia, atraído por su Madre Patria a la cual no se pudo resistir, y con la idea de quedaste al menos un año. Ese año se convirtió en 15 y ahora, con la escalada de la guerra en Siria, los padres de Vrej vinieron a Ereván a reencontrarse con él.  

“Para nosotros, mudarnos a Armenia fue un gran choque cultural. En la diáspora, no tenemos madre patria, entonces tratábamos a nuestra comunidad como Armenia. Vivimos el dolor de pertenecer y el estar ausentes de nuestra propia tierra desde hace 90 años – en mi caso hasta por más tiempo, desde los años 1820. En Alepo, nunca nos sentimos así. Siempre nos sentimos como huéspedes y no asumíamos la responsabilidad de muchas cosas, pero aquí es diferente”, dice Vrej.    

En Ereván, Robert Sahakyants introdujo a Vrej al mundo de la animación. Sahakyants ya había dejado de dar clases, pero hizo una excepción con este talentoso alumno. “Me dijo que mis dibujos tenían un sentido del equilibrio, del movimiento y que él me iba a transmitir sus conocimientos. Sahakyants confiaba en mi potencial. Lo más gracioso es que él hablaba ruso y yo armenio, pero sus ademanes eran tan elocuentes que el idioma se volvió algo secundario”, recuerda Vrej.    

Vrej trabajó y acumuló experiencia, realizando películas y comerciales de animación. Pero su mente estaba puesta en posicionar a Armenia en el mapa del mundo de la animación. En 2006, comenzó a organizar un festival de cine de animación en Armenia. Así fue que en 2009 nació “ReAnimania”, un evento internacional que se celebra todos los años y que guarda un lugar especial en el paisaje cultural de Ereván. 

El festival tuvo una gran influencia: “Recuerdo que en 2009, todos los jóvenes expertos, que ahora son trabajadores profesionales del mundo de la animación, se sentían frustrados. No sabían qué les depararía el futuro. El festival les dio confianza y nos ayudó a descubrirnos a nosotros mismos”, afirma Vrej.   

Según Vrej, “ReAnimania” les abrió nuevos horizontes a los jóvenes profesionales. Ahora tienen la oportunidad de comunicarse, trabajar y estudiar con expertos mundialmente reconocidos. También ayudó a elevar el perfil de Armenia en el mundo de la animación. “ReAnimania” fue más allá del alcance que tiene un festival común, para convertirse en un evento que no conoce límites.  

En el presente, la animación en Armenia está en buenas manos y tiene un futuro prometedor. Vrej considera que hay muchos artistas jóvenes y talentosos trabajando en Armenia y él mismo está aprendiendo mucho de ellos. “Ahora vemos que hay una nueva generación tan talentosa que nos sentimos intimidados, porque tenemos que trabajar el doble. Ellos son las ‘grandes bestias’ ahora. No estoy ni celoso ni molesto, todo lo contrario, porque estoy feliz de que tengamos una fuente de grandes oportunidades para el futuro”.



La historia fue verificada por el Equipo de Investigación de 100 LIVES.