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Arsinée Khanjian

Arsinée Khanjian

“Uno sabe que existe cuando está frente a alguien que reconoce su presencia y su narrativa. Mientas que no se reconozca plenamente lo que ocurrió hace 100 años, no habrá reconciliación alguna para ese período de nuestra historia, independientemente de cuántos siglos pasen”, dice la artista Arsinée Khanjian.

Khanjian pierde la compostura cuando cuenta la historia de su familia. Las emociones se vuelven lágrimas. A pesar de su valentía al hablar de lo indecible, no puede superar el miedo de relatar determinados episodios. La historia de sus antepasados la sigue dondequiera que vaya. 

Arsinée Khanjian nació en el Líbano. Su familia se trasladó a Canadá cuando ella tenía 17 años. Estudió Lenguas Extranjeras y se graduó con una Maestría en Ciencias Políticas de la Universidad de Toronto. Eligió su especialidad respondiendo al deseo de su madre, pero sus ansias de dedicarse a la actuación, rama que también había estudiado, la llevó a actuar en un teatro de la comunidad. Fue allí donde conoció a su futuro marido, el director Atom Egoyan.

                                            Arsinée Khanjian y Atom Egoyan

A lo largo de su carrera como artista, Arsinée participó en películas de Egoyan y colaboró con los hermanos Taviani, Michael Haneke, Olivier Assayas y Fatih Akin, entre otros. Khanjian produjo varias películas y fue reconocida con los premios Gemini y Genie. En 2002, fue distinguida con la Medalla del Jubileo de Oro de la Reina, entregada a aquellas personas que hayan hecho una contribución significativa a Canadá, en el marco de la conmemoración del 50° aniversario de Su Majestad en el trono. En 2005, Khanjian también recibió el premio Crystal Award en reconocimiento a la labor creativa y de excelencia de la mujer en la industria del cine y la televisión. 

El mejor regalo que la vida le dio a Arsinée fue su hijo, Arshile, que actualmente estudia en el Instituto de Ciencias Políticas (Science Po) de París y que también es un prolífico escritor de cuentos cortos.

 

                              Arsinée Khanjian y Atom Egoyan junto a su hijo Arshile

Silencio que pesa 

Los abuelos paternos de Arsinée, Mihran Khanjian y Nvart Aznavourian, provenían de Digranagerd (actualmente Diyarbakir, en el sudeste de Turquía). Originalmente el apellido de Mihran era Hagopian, pero lo cambió por Khanjian para no ser confundido con otro hombre del pueblo que tenía mala reputación. “No sabemos mucho por qué eligió el apellido Khanjian. La raíz turca es ‘khan’ o ‘han’. Supongo que su padre tenía un khan (hotel). A mis abuelos les gustaba mucho jugar juntos a las cartas. Es así como los recuerdo. Ellos conversaban en el dialecto de Digranagerd. Hablaban muy poco acerca de cómo sobrevivieron. Y nosotros tampoco les hacíamos muchas preguntas”, cuenta Arsinée. 

Mihran tenía unos 17 años en 1915. Hablaba kurdo, turco y francés, además de armenio y cantaba en la Iglesia de San Giragos. No hay registro de cuántos hermanos tenía, pero toda su familia fue asesinada delante de sus ojos. Se desconoce cómo logró escapar. Con el tiempo los kurdos lo recibieron, pero él no quería convertirse, ni ocultar su identidad. En la primera oportunidad que tuvo se marchó, abandonando a su joven esposa kurda”, dice Arsinée. 

Mientras Arsinée relata la historia su abuelo, ella insiste en que no es capaz de retratarla en su totalidad, no está lista para hacerlo. Sus ojos se llenan de lágrimas, como si estuviera atrapada en la historia de su antepasado sin poder encontrar una salida. 

No pudo terminar el relato de su abuelo y su esposa kurda, con quien Mihran se vio obligado a casarse.

A pesar de que Nvart, la segunda esposa de Mihran, era más joven que él, había estado casada antes de las masacres y había tenido un hijo. A su marido lo habían reclutado y asesinado y su hijo había muerto. Conoció a Mihran en Alepo, ciudad donde llegó acompañada de sus hermanas y su hermano.   

“Sé poco acerca de mi abuela Nvart. Ella no hablaba mucho sobre lo que le sucedió durante las deportaciones o sobre sus hermanas y su familia. Sólo recuerdo una historia con claridad. Un día, me senté a jugar a las cartas con ella y de la nada me dijo que durante las marchas, un soldado turco se acercó y trató de llevarse a su hermana menor. Mi abuela comenzó a gritarle en turco, aunque ella no sabía bien el idioma y apartó a su hermana. Mientras contaba la historia, mi abuela se golpeaba el pecho y repetía, ‘Así fue cómo salvé a mi hermana’. Y comenzó a llorar. ‘Lo pasé’, me dijo mi abuela más tarde con mesura”, recuerda Khanjian. “Años más tarde comprendí que ella había salvado a su hermana, pero no a sí misma”.   

Luego de que Nvart y Mihran se conocieran en Alepo, se trasladaron a El Líbano (1920-1921), al igual que muchos armenios. Sus cuatro hijos, Hagop, Anahid, Arsen y el padre de Arsinée, Jean, nacieron allí. Los cuatro asistieron a escuelas armenias. Todos sabían hablar, leer y escribir en árabe. Permanecieron en El Líbano hasta 1975, cuando estalló la guerra civil, momento en que la familia de Arsinée partió rumbo a Canadá. 

                            La abuela paterna de Arsinée,  Nvart con su hijo Hagop

“Era una familia muy creyente y los niños asistían a la iglesia. Hace apenas cinco o seis años que mi padre, que ahora tiene 86 años, se vio obligado a dejar de ir a la iglesia en Montreal debido a su avanzada edad. En cualquier sitio al que fuera, él asistía a la iglesia. Tiene una voz hermosa y su sueño era convertirse en cantante de ópera. En El Líbano, cuando tenía 40 años, tomó clases de ópera para convertirse en cantante amateur. El amor de mi padre a la educación, fue un deber y una pasión a lo largo de su vida. Él solía decir: ‘daría hasta lo último que tengo por que reciban una educación universitaria’,” dice Arsinée. 

              La familia y abuelos paternos de Arsinée, incluyendo a su padre, Jean (izquierda)

Recreación de la familia vieja con la nueva  

El abuelo materno de Arsinée, Arisdages Goshgagarian y su abuela, Elmasd Mouradian, se conocieron en un orfanato armenio-libanés, donde Elmasd se ocupaba de los niños (mayrig). 

Arisdages perdió a toda su familia en las masacres. En el camino de la deportación, el padre de Arisdages cayó al suelo exhausto. Como castigo, el gendarme lo decapitó y obligó a Arisdages, de tan sólo 5 años, a seguir caminando, llevando la cabeza de su padre a cuestas. Arisdages llegó al Líbano junto con otros huérfanos. Cuando fue a obtener su documentación, los funcionarios del lugar le preguntaron su apellido. Arisdages no lo recordaba. Le preguntaron por la ocupación de su padre, pero tampoco lo recordaba bien. Lo único que dijo fue la palabra “cuero”. Las autoridades supusieron que el padre del niño confeccionaba zapatos de cuero y le dieron el nombre de Goshgagarian, que significa “zapatero” en armenio.   

A los 17 años Arisdages se casó con Elmasd en el orfanato. “Los hombrecitos fastidiaban mucho a Elmasd. Un día mi abuelo la encontró escondida debajo de una cama. Quería protegerla de estos muchachos y se casaron. Tuvieron tres hijas: Marie, Zabel y Takouhie. Dos semanas después de tener a su cuarto hijo, Elmasd enfermó y murió de neumonía con el recién nacido. Arisdages luego se casó con Adele Kaprielian, oriunda de Sis”, recuerda Arsinée.    

Arisdages intentó recrear a la familia que perdió a través del nombre que les dio a sus hijos. 

El nombre de su madre era Zabel y sus hermanas eran Marie y Takouhie. A sus hijos fruto de su segundo matrimonio, los bautizó con los nombres de su padre y sus hermanos, Krikor, Nshan, Azadouhie y Ardemis. Vivieron en la aldea cristiana de Bikfaya, Líbano, hasta 1957. Con el tiempo se trasladaron a Beirut.   

 

                                  Los abuelos maternos de Arsinée, Arisdages y Elmasd

“Cuando los visitaba, había algo que me alarmaba. Mi abuelo no hablaba. Siempre estaba sentado a los pies de la cama en pijama. No se movía. Yo me acercaba a él, me paraba a su lado y él apoyaba su mano en mi cabeza y decía: “Abris, abris, medztsadz es” (“Bravo, bravo, cómo has crecido”). Su mirada estaba puesta en un punto fijo sobre el piso. Ese era el alcance de su horizonte. Cuando era muy pequeña, al parecer, él me sostenía en sus brazos y me cantaba una canción. Pero no me acuerdo de eso y no sé cuál era la canción”, se lamenta Arsinée.   

La angustia de los hijos

Los padres de Arsinée se conocieron en Bikfaya, pero vivían en Beirut, donde nacieron ella y su hermana Nvart Aida. “A pesar de que mi abuela y mi abuelo sobrevivieron el Genocidio, yo sentí el tormento de mi madre, que nació en el Líbano. El dolor de los hijos, la angustia, era mayor. Allí había ira. Mi madre era muy patriótica”, dice Arsinée y relata un incidente de su infancia: “Hasta quinto grado, todos los jueves después de clase, ella me llevaba a la puerta del cine donde proyectaban películas turcas. La mayoría de los concurrentes eran armenios que habían sobrevivido el Genocidio y que a menudo sólo hablaban turco. Parada en la acera enfrente de la taquilla, ella les gritaba, ‘Vergüenza debería darles. Ellos nos mataron y destruyeron nuestra cultura. Mataron nuestra esperanza como nación. ¿Y ahora están pagando para ver una película turca?’ No estaba loca, pero estaba muy enojada. Ella hacía esta locura para hacerme ver que yo tenía el deber de proteger mi cultura y mi idioma. En nuestro hogar había duros castigos por el sólo hecho de pronunciar una palabra turca”. 

La madre de Arsinée, Zabel, el día de su boda junto a su madre adoptiva, Adele (derecha). Las niñas con flores, Azadouhie y Ardemis (con moño), son las tías de Arsinée

“Mi madre se opuso a que me convirtiera en artista. Ella esperaba que yo sirviera a la causa armenia. Ella creía que yo podía plantear ciertas cuestiones y apoyar nuestra historia si estudiaba ciencias políticas. Me especialicé en Administración Pública y esto me sirvió de mucho. Fui la primera nacionalizada canadiense en trabajar en el Ministerio de Cultura, donde estuve durante nueve años, a cargo del desarrollo de programas artísticos”.  

Arsinée le prometió a su madre que cuando terminara sus estudios y hubiera ganado dinero suficiente, la llevaría a Armenia. Pero no pudo cumplir esa promesa. Su madre se enfermó y falleció; sin embargo, una pequeña parte de sus restos descansan hoy en su patria histórica. 

“En 2010 no visité Turquía. Fui a Ararat. En mi mente, Ararat y Turquía no son lo mismo. Llevé conmigo la fotografía de bodas de mis abuelos en Digranagerd y la fotografía de mis otros abuelos provenientes de Kharpert y Erzurum, junto con los guantes de mi madre, un mechón de pelo y una foto suya. Enterré todo esto en la cima del Ararat”, cuenta Arsinée, mientras renuncia a sus esfuerzos por contener las lágrimas. 

 

 Combinación de talentos

“Cuando conocí a Atom yo vivía en el centro de la comunidad armenia de Montreal. Me sentía armenia en todos los sentidos. Pero mi encuentro con Atom no se trató de un simple encuentro de dos identidades armenias como tales. Fue un encuentro artístico. Creía, como se cree en los milagros, que este joven tenía talento y la capacidad de dejar su marca en el mundo”, dice Arsinée. “Y casualmente era armenio”. Desde entonces ambas identidades se volvieron complementarias.   

“Para servir a mi legado armenio, tuve que salir del cerrado ambiente armenio en el que me crié. Era como si los armenios estuvieran dentro de un círculo, como en una isla; y, estando parados en el extremo de ese círculo, yo miraba hacia adentro y Atom miraba hacia afuera. Cuando nos conocimos, intercambiamos lugares. Nos alentamos el uno al otro a forzar un cambio  de perspectiva”, comenta Arsinée. 

En la década de 1980, las películas de Atom Egoyan comenzaban a cosechar elogios, ganando premios en varios festivales de cine. Arsinée y Atom viajaron por primera vez a Armenia en 1991. El país estaba atravesando momentos difíciles justo después del terremoto y poco antes de la independencia. La película de Atom “The Adjuster” (“El liquidador”) había ingresado en el Festival de Cine de Moscú y la pareja aprovechó la ocasión para visitar Ereván.  

“Tomamos el avión en Moscú, pero en lugar de aterrizar en Ereván, el avión sobrevoló el bosque aledaño al aeropuerto durante cuatro horas y tuvimos un aterrizaje de emergencia. Escribimos nuestros testamentos por primera vez y los colocamos dentro de mi estuche de anteojos metálico. Confesamos que si íbamos a morir, esa era la mejor manera de hacerlo... camino a Armenia. Finalmente aterrizamos, con un segundo avión, en el aeropuerto de Ereván en la oscuridad de las 5:30 de la mañana. Así fue que llegué a ‘Hayasdan yergir terakhdavayr’ (‘Armenia, tierra del paraíso’), llevando el sueño de toda la vida de mis padres. Nos quedamos tres días. Ese año, en Moscú, la película de Atom ganó el primer premio, junto a 1 millón de rublos, cifra que tuvimos que utilizar para hacer una película en Armenia. Al año siguiente, cuando visitamos Armenia para hacer la película ‘Calendar’, nos quedamos diez días”, relata Arsinée.

 

Escena de la película de los hermanos Taviani, “La Masseria Delle Allodole” - 2007 - (“The Lark Farm”), con Arsinée Khanjian (centro a la derecha)

La pareja canadiense ha dejado una marca en la industria del cine y ha recibido invitaciones de todo el mundo para participar en festivales internacionales. “Cuando en las décadas de 1980 y 1990 se nos invitó a participar en el festival de cine de Estambul, les escribimos a los organizadores agradeciendo la invitación y diciéndoles que nuestra intención era ir, pero sólo si el comité organizativo reconocía públicamente nuestra historia e identidad. Por supuesto, ¡nunca recibimos respuesta!” subraya Arsinée. Después de años de negarse a visitar Turquía, surgió un episodio con su hijo de 15 años, Arshile, que obligó a Arsinée a ir a ese país. 

 

Aún estamos aquí

“Me encontraba en un crucero por el Mediterráneo con mi hijo. Estaba  programado que visitaríamos varias ciudades, una de las cuales era en Turquía. Yo no quería pisar ese suelo. En mi mente, era un país de dolor, de crimen y de odio. Habíamos acordado no salir del barco en Kusadasi. El día que amarró, sin embargo, Arshile quería unirse al grupo de amigos (que no eran de origen armenio) con quienes viajábamos. No logré convencerlo de que no fuera. Le dije, ‘estás violando una regla principal de mi vida. Pero soy tu madre y no puedo dejarte solo’. Perdí la compostura por unos días después de eso. Se había violado un precepto muy importante de mi vida”, dice Arsinée. “No crié a Arshile como me habían criado a mí, pero él conocía bien la historia. Ese día, por primera vez, comprendió que él también carga con una obligación”.  

Después de esa primera difícil visita, Arsinée fue invitada a Estambul en varias otras oportunidades y participó en eventos públicos, donde se abordaba la temática de la identidad, junto con la activista de derechos humanos y abogada Fethiye Çetin, autora de “My Grandmother” (“Mi abuela”). “Decidí que tenía que estar en Estambul el 24 de abril, para el 100º aniversario del Genocidio. 

Cuatro generaciones y 100 años más tarde, tuvimos que regresar a Turquía y simplemente decir que todavía estamos aquí. 

Y cada vez que regreso, sé que estoy en mi tierra ancestral. No es fácil, pero se vuelve más sencillo con cada visita, porque siento que mi presencia es una manera de recuperar mi identidad y mi historia. Es mi derecho de retornar, un derecho humano básico, sagrado e inalienable”, concluye Arsinée.